25 de septiembre de 2024

OPINIÓN. El cruce de caminos entre el neoliberalismo y el neofascismo, de la oposición en España.

  El respeto a derechos, valores y libertades, de manera indisoluble, siempre deben formar parte de los principios constitutivos e intrinsecos, en una democracia de cualquier país que se precie de serlo. 

Ayer murió el exalcalde de Marbella, Julián Muñoz (D.E.P.) y cuando lo estaban anunciando por TV en un programa de noticias, un tertuliano que estaba participando en el mismo, solo se le ocurrió comentar sobre el hecho luctuoso, que la muerte no blanquea lo malo que se haya hecho en vida. 

A lo que mi cerebro de manera autónoma respondió, cuando llegue el momento habrá que ver que opinan al respecto  de los Presidentes  eméritos neoliberales (Aznar y González) y del Rey emérito (que recientemente ha anunciado que va a publicar sus memorias)

Pero centrándome en el PP, he perdido toda esperanza a que vuelvan a ser un partido de Estado, si es que lo fueron alguna vez.

Por ahora tendremos que conformarnos con toda la bazofia que sale por la boquita de estos vendidos al neofascismo, dejando escapar una leve sonrisa tratando de adivinar, para que utilizarán entonces, aquella parte del cuerpo que la madre naturaleza había destinado para tal propósito.

Para mi sorpresa, después de ver a diario vomitar en el Congreso de Diputados toda la basura que tienen interiorizada estos políticos neoliberales (a los que pagamos el sueldo) y si se les pregunta sobre derechos, valores y libertades, causan temor e inquietud, pues sus cerebros muestran síntomas de entrar en combustión, ya que parecen incapaces de procesar nada relacionado con la democracia, pues no le tienen entrenado para eso. Son demasiados años a la sombra del franquismo, autoconvenciéndose de que ello no les impediría reconvertirse en demócratas.

Pero ha bastado que Abascal (Vox) y Alvise Pérez de “Se acabó la fiesta” (SALF), les insinuase que el fascismo es el camino a seguir, para aceptar el desafío y emprender una cruzada por tierras, mares y aires, tanto nacionales como internacionales, recuperando viejas alianzas, en España con la extrema derecha, y en Europa, con pronazis alemanes y con profascistas italianos. Saltando el charco, son íntimos del Presidente argentino actual, que muy zurdo precisamente no es, y si no me creen, pregúntenle a Ayuso o Abascal.

Por que primero tocó estudiar el manual de Joseph Goebbels, y una vez que se lo aprendieron de memoria, empezó la fase de implementación (puesta en marcha)

Que se iniciaría al sacar las fragatas para hundir los cayucos que llegan a las costas españolas, llenos de peligrosos inmigrantes desnutridos y de menores no acompañados; seguido de la expulsión de España de aquellos que no tuviesen permiso de residencia.  Tras lo cual llegaría la exención total del pago de impuestos a los ricos y del pago a trabajadores de sueldos de esclavitud duplicando el numero de horas diarias trabajadas. Para continuar dejando sin contenido la ley de Memoria Histórica en las autonomías donde gobierna el PP, negando la violencia de género y permitiendo la expansión de los alquileres turísticos en ciudades especialmente tensionadas, por la falta de alquileres para los ciudadanos en general y los trabajadores en particular. Para finalizar derogando la Constitución.  

Sin olvidarse de rendir pleitesía al gobierno sionista de ultraderecha de Israel por el genocidio palestino y ahora también por el exterminio del pueblo libanés.

Ese es el camino a seguir del PP (de Aznar, Ayuso y Feijóo) o del Vox de Abascal, o del SALF de Alvise Pérez, pero también del Junts de Puigdemont, que no está lejos el día que voten todos juntos en el Congreso (de momento solo falta Alvise, si no entra antes en la cárcel) para rechazar los Presupuestos Generales del Estado, con el propósito de provocar elecciones anticipadas en España.

Si ese fuera el caso, espero que todo Junts haya adquirido segunda residencia en Suiza, por si las moscas.

 Fuente: Redacción


ANEXO

Neoliberalismo, terreno fértil para los neofascismos

Una consecuencia de las políticas neoliberales socioeconómicas es el colapso del orden social que lleva al caldo de cultivo del extremismo, violencia por odio y la búsqueda de chivos expiatorios. Es un terreno fértil para que las figuras autoritarias adopten la postura de salvadores y así estamos en camino hacia el neofascismo.

El académico estadounidense, Noam Chomsky, sostuvo que “una consecuencia de las políticas neoliberales socioeconómicas es el colapso del orden social que lleva al caldo de cultivo del extremismo”. Al mismo tiempo, y consultado por los proyectos socialistas en el mundo, el reconocido intelectual planteó que “el uso occidental que se da al término socialismo se ha convertido en algo así como asistencia social dentro de un Estado capitalista, que cubre una gama de opciones”. 

El actual modelo político abrió de par en par las puertas a los amos de la economía quienes también dominan al Estado en busca de ganancias y poder con muy escasas restricciones. En pocas palabras: conduce a una guerra de clases sin freno.

Un componente de las políticas es una forma de globalización que combina un proteccionismo extremo hacia los amos que buscan las peores y más baratas condiciones de trabajo para tener las máximas ganancias posibles. El resultado con amplios cinturones de pobreza en sus países de origen. Estas son decisiones que se toman de acuerdo con una política de negocios, no de una necesidad económica.

Otra consecuencia derivada del “neoliberalismo real existente” es la rápida “financiarización” de la economía que permitió que operaciones fraudulentas para obtener ganancias inmediatas carecieran de riesgo. Los riesgos desaparecen porque el Estado poderoso interviene radicalmente en el mercado para ofrecer extrema protección a los acuerdos comerciales y hace lo mismo al rescatar a los amos cuando algo les sale mal. El resultado, comenzando por Reagan, es lo que los economistas Robert Pollin y Gerald Epstein llamaron “la economía bajo fianza”, que permite a la guerra de clases neoliberal proceder sin riesgo de un fracaso ante los castigos de los mercados.

La guerra de clases arrancó de manera muy natural, cuando se atacó a los sindicatos, el principal medio de defensa de los trabajadores. Las primeras leyes de Reagan y Thatcher fueron vigorosos asaltos a los sindicatos e invitaciones al sector corporativo a unirse y moverse más allá, muchas veces de maneras que son técnicamente ilegales, pero eso no es problema para los estados neoliberales a los que dominaron.

La guerra de clases neoliberal ha sido un gran éxito para quienes la diseñaron. Los demócratas abandonaron a la clase trabajadora y la entregaron a manos del enemigo en los 70, y se convirtieron al partido de profesionales acomodados y donantes de Wall Street. En Inglaterra, Jeremy Corbyn estuvo cerca de revertir el declive del Partido Laborista que se estaba convirtiendo en “Thatcher Light”. El establishment británico a todos niveles movilizó a sus fuerzas y se adentró aún más en la cloaca para aplastar su esfuerzo de crear un partido de auténtica participación dedicado a los intereses de los trabajadores y los pobres. Una afrenta intolerable para las buenas costumbres. En Estados Unidos, a Bernie Sanders le ha ido un poco mejor, pero no ha sido capaz de romper el yugo clintonita que controlaba al Partido Demócrata. En Europa, los partidos tradicionales de izquierda prácticamente han desaparecido.

El terreno está bien preparado para el surgimiento del neofascismo que llene el vacío dejado por la implacable guerra de clases y la capitulación de las instituciones políticas convencionales que hubieran podido combatir a la plaga.

Con la llegada de Donald Trump al poder, la supremacía blanca y el autoritarismo regresaron a la política dominante, pero ¿acaso esto significa que Estados Unidos nunca fue inmune al fascismo?

¿Qué entendemos por fascismo?

Tenemos que distinguir entre lo que ocurre en las calles muy visiblemente y la ideología y la política que están más lejanas de nuestra percepción inmediata. El fascismo en las calles son los Camisas Negras de Mussolini y los Camisas Pardas de Hitler: violento, brutal y destructivo. Estados Unidos desde luego jamás ha sido inmune a eso.

El tema se vuelve discutible con el cambio desde el capitalismo regulado de las décadas de la posguerra hasta el asalto neoliberal, que reinstauró forzadamente la concepción de Adam Smith de que los amos de la economía son los principales arquitectos de la policía gubernamental y la diseñaron para proteger sus intereses. Cada vez más, durante el curso de la guerra de clases neoliberal, hubo concentraciones no reportadas del poder privado con el fin de controlar los dominios político y económico.

El resultado fue un sentido general -para nada equivocado- de que el Gobierno no nos servía a nosotros sino a alguien más. El sistema doctrinario, en gran parte en manos de los mismos que concentraban el poder privado, distraía la atención del poder laboral y abría la puerta a lo que dio en llamarse “teorías de conspiración”, normalmente fundadas en algunas partículas de evidencia: estaba la teoría del Gran Reemplazo, élites liberales, los judíos y otras mezcolanzas ya conocidas. Esto, a su vez, engendró el “fascismo de la calle” que atrajo venenosas subcorrientes que nunca se han acabado y a las que recurren, con mucha facilidad, demagogos inescrupulosos. En el momento actual, la escala y el carácter de éstos no es una amenaza pequeña para lo que prevalece como una democracia funcional, después de la paliza recibida en tiempos recientes.

¿Por qué las protestas políticas se han vuelto más extendidas y más frecuentes en el neoliberalismo actual? ¿Pueden comparerse estos movimientos con los 60?

Las protestas tienen diferentes raíces. La huelga de transportistas que casi paralizó Brasil contra la derrota del neofascista (Jair) Bolsonaro en octubre del 2021, tiene similitudes con la del 6 de enero de 2021 en Washington y pudo haber sido una imitación de la misma. Algunos sentían temor que el asalto al Capitolio se imitase el 1º de enero, durante la toma de posesión del presidente electo Lula da Silva, que ciertamente ocurrió algo similar, el 8 de enero de 2023 durante el asalto a la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia,  cuando 67 partidarios del expresidente Jair Bolsonaro, irrumpieron en la sede del Congreso, como protesta por la victoria de Lula da Silva en las elecciones generales de 2022.

Pero protestas como éstas, no tienen nada en común con la excepcional insurrección en Irán instigada por la muerte bajo custodia judicial de Mahsa Amini. Estas movilizaciones están encabezadas por jóvenes, en su mayoría mujeres, lo que hace que participen sectores mucho más amplios. Los manifestantes han obtenido algunas victorias. El régimen indicó que la Policía Moral se ha disuelto, pese a que algunos dudan de la veracidad del anuncio, que aunque sea cierto no cumple por mucho las exigencias de la valerosa resistencia.

En la medida de que hay un hilo conductor, esta es la primera ruptura en el orden social en décadas, las similitudes con los movimientos de protesta de los 60 parecen escasas.

Cualquiera que sea la conexión entre el neoliberalismo y el descontento social es claro que el socialismo aún trata de ganar popularidad. 

¿Es el legado del socialismo real existente el que frena el progreso hacia el socialismo del futuro?

Como con el fascismo, la primera pregunta es qué queremos decir con socialismo. A grandes rasgos, el término se utiliza para referirnos a la propiedad social de los medios de producción, con el control del trabajador sobre los emprendimientos. El socialismo actual existente, tácitamente, no tiene nada que ver con esos ideales. El uso occidental que se da al término socialismo se ha convertido en algo así como asistencia social dentro de un Estado capitalista, que cubre una gama de opciones.

Iniciativas así han sido suprimidas por la violencia. El “terror rojo” es un ejemplo con efectos perdurables. No mucho después, la Gran Depresión y la Guerra Mundial evocaron olas de democracia radical en gran parte del mundo. La principal tarea de los triunfadores fue eliminarlas, empezando con la invasión estadunidense-británica de Italia, donde se desarticularon las iniciativas socialistas encabezadas por partisanos, trabajadores y jornaleros, y se restauró el orden tradicional en el que se incluyó a colaboradores fascistas. Este patrón se siguió en otras partes de distintas maneras que algunas veces incluyeron violencia extrema. Rusia impuso su mandato de hierro en sus propios dominios. En el tercer mundo la represión de tendencias similares fue mucho más brutal, sin excluir a las iniciativas surgidas de la Iglesia, aplastadas por la violencia estadunidense en América Latina donde el ejército de EEUU se adjudicó el crédito por haber ayudado a derrotar a la teología de la liberación.

 ¿Se vuelven impopulares las ideas básicas cuando se les extraen de las imágenes de la propaganda hostil?

Hay buena razón para sospechar que se encuentran apenas por debajo de la superficie y pueden surgir en cualquier momento en que se dé la oportunidad y ésta sea aprovechada.

Fuente: El Siglo.cl