El investigador de Fisabio explica las
razones científicas por las que este nuevo linaje no parece afectar a los
sueros contra el coronavirus, pero en cambio podría suponer un colapso en el
sistema sanitario si se comprueba que aumenta la transmisibilidad
Si conocemos que existe una variante
del coronavirus en el Reino Unido que puede ser más contagiosa, pero no más
virulenta, es gracias a la secuenciación genómica. España era líder en esta
disciplina mucho antes de la pandemia, lo que ha permitido que sus equipos
contasen con las herramientas y la experiencia necesaria para enfrentarse al
SARS-CoV-2 y estudiar sus efectos en la población, incluidos los de la nueva mutación.
Entre estos grupos, uno de los más
veteranos es el que encabeza Fernando González-Candelas en la fundación Fisabio
desde hace 20 años. También fueron los primeros del mundo en detectar en marzo
dos variantes diferentes del nuevo coronavirus en Valencia. Desde entonces, se
han registrado 3.600 mutaciones en todo el planeta y 39 solo en España.
Candelas, catedrático en Genética en
la Universidad de Valencia, explica la importancia de la secuenciación genómica
para hacer un cribado de estos linajes y detectar los más peligrosos. Pero
también para no caer en alarmismos a la hora de hablar del surgido en el Reino
Unido y del que ya se han encontrado 17 casos en nuestro país. Laa entrevista
se realizó con anterioridad a ese descubrimiento.
Empezando por lo básico. ¿Qué es la
secuenciación genómica?
Consiste en obtener la secuencia de
todos los nucleótidos del genoma de un organismo. Todos los genomas tienen su
base en el ADN o en el ARN, como estos virus. Nucleótido tras nucleótido, en
miles o millones dependiendo del organismo, conforman el genoma. A su vez, es
el conjunto de instrucciones básicas para que los organismos funcionen y se
puedan reproducir de manera fiel.
En el caso del SARS-CoV-2, el genoma
tiene casi 30.000 nucleótidos. Lo que hacemos para secuenciarlos es aplicar
instrumentos de biología molecular que lo hacen de manera casi automática, y
así conseguimos la sucesión de letras -que nosotros traducimos a cuatro (A, C,
G y U)- que conforman el genoma. En el caso de un virus es sencillo, pero para
el genoma de otros organismos la cosa se vuelve más complicada.
En la base de datos GISAID hay
registradas más de 3.600 mutaciones del virus del SARS-CoV-2. ¿Las únicas que
preocupan a la comunidad científica son las que se han encontrado en el Reino
Unido?
Hay dos o tres razones por las que las
mutaciones pueden ser preocupantes. Por un lado, las que hacen que el virus sea
más virulento, es decir que sea más patógeno o que aumente la letalidad. De
esas no se ha encontrado todavía ninguna. Otro grupo interesante de mutaciones
son las que hacen que el virus sea más infeccioso o se transmita mejor, y de
estas parece que sí hay alguna. No es una evidencia rotunda, porque los datos
son complicados de obtener y de valorar, pero posiblemente sea una de las que
aparecen en la cepa británica. ¿Esto es importante? Pues relativamente.
Lo que se ha visto en Reino Unido,
donde los datos todavía son muy preliminares y no están claros, es que aumenta
la transmisibilidad muy poco (un 0,4). Por lo tanto, no podemos decir que se
haya modificado el curso de la epidemia. El miedo que existe con la variante
inglesa es que esa mutación se propague mucho y aumente el ritmo de contagio,
porque eso afecta al número de personas infectadas, al número de personas
hospitalizadas y al número de fallecimientos. El colapso del sistema sanitario
puede ocurrir mucho antes. Pero es una posibilidad. No está todavía confirmado
ni demostrado que sea así.
¿Qué puede suponer para la pandemia
que esta variante ya se esté propagando por el mundo?
No es descartable que el virus tenga
una mayor transmisibilidad, pero la conducta de las personas puede contribuir
sustancialmente a ello. Si le pilla en el momento oportuno, como ha ocurrido en
Reino Unido, pues se dispara. Esa variante del virus ya está en muchos otros
países y no se está comportando con la misma transmisibilidad que allí. Por
tanto, la contribución intrínseca del linaje inglés quizá no sea tan grande. No
quiere decir que no tenga algo que ver, pero no es decisivo.
Tengo la seguridad de que esa variante
va a estar ya en muchos sitios, porque ha estado circulando por el Reino Unido
durante semanas y la mayoría de los países no han impuesto restricciones a las
personas que venían de allí. Con lo cual, algunas lo habrán llevado, porque así
es como se ha ido expandiendo el coronavirus en casi todo el mundo.
La cepa inglesa no se está
transmitiendo en otros países de la forma que lo ha hecho en Reino Unido.
Y en el caso de encontrar esta
mutación en España, ¿qué pasos habría que seguir para estudiarla y evitar que
se descontrole?
Habría que hacer estudios virológicos
y serológicos para entender el impacto real de las variantes, de los cuales
nosotros no nos encargamos. No tenemos ni la preparación, ni la
infraestructura, ni el conocimiento necesario para ello. Una cosa es secuenciar
y hacer predicciones sobre cuál va a ser el comportamiento del virus frente a
la vacuna, por ejemplo, y otra cosa es que sean los resultados reales.
Esos experimentos sirven para
demostrar si los cambios a nivel epidemiológico o de aumento de la transmisibilidad
se deben a las variantes del virus. Podría ser que aumente la transmisión por
la falta de medidas de seguridad o el comportamiento de la población, y que al
virus le haya pillado en medio y haya aumentado mucho su frecuencia. Pero no
necesariamente es porque el virus sea distinto.
¿A qué se debe que la variante del
Reino Unido haya mutado 17 veces? ¿Qué tiene que pasar para que el coronavirus
mute de forma tan múltiple?
Aún no lo sabemos. Es difícil
verificar una hipótesis porque, sin una máquina del tiempo, solo podemos
especular sobre cómo ha pasado. Se ha visto que en pacientes inmunodeprimidos,
cuyo sistema inmunitario no funciona, que presentan una infección persistente
de COVID-19 y que han sido tratados con una terapia experimental de anticuerpos
mono o policlonales, el virus puede cambiar de manera parecida a la de la
variante inglesa. Lo que no sabemos aún es si ha tenido más éxito porque es
mejor "infectador" o si solo ha estado en el sitio oportuno y en el
momento oportuno, cuando han empezado a dispararse allí los contagios.
Estos cambios genómicos afectan a la
espícula del virus. ¿Por qué lo hace más preocupante y más contagioso, pero que
no más virulento?
La proteína espícula está expuesta en
el exterior del virus y forma esa corona solar que le da el nombre de
coronavirus. Esta proteína es importantísima porque sus cambios pueden afectar
tanto a la infección del virus como a la eficiencia de las vacunas. Al ser una
parte muy visible para el sistema inmunitario, ya que es con lo que el virus se
va pegando a las células que quiere infectar, nuestra respuesta inmunitaria se
dirige sobre decenas de sus antígenos. Normalmente se produce un anticuerpo
dirigido a cada uno de ellos.
Si el virus acumula muchas mutaciones
-no las que hay ahora, que son pocas- cabe la posibilidad de que las vacunas
desarrolladas para las variantes no mutantes ya no reconozcan los mismos
antígenos. Que las llaves no funcionen porque las cerraduras han cambiado. El
miedo es que eso pueda suceder y para eso, mediante la secuenciación genómica,
llevamos un seguimiento de si el virus muta y cómo muta.
¿Cómo se observa si una mutación
presenta escape vacunal?
Es un poco complicado. Se hacen
ensayos poniendo antígenos mutantes y anticuerpos juntos y viendo si se produce
reacción de aglutinación. Lo que pasa es que eso es laborioso. Lo más normal es
que se haga una aproximación mediante los programas de ordenador adecuados. Se
coloca la mutación, se hace una predicción de la estructura secundaria y se ve
si el cambio es importante y si puede afectar o no al escape vacunal.
Pero quiero recalcar que el escape
vacunal se tiene que producir sobre muchos epítopos (las zonas de un antígeno
que interactúan con los anticuerpos), no sobre uno o dos, porque las vacunas
que se están desarrollando se dirigen a decenas de ellos simultáneamente.
¿Esa sería la razón científica por la
que no parece que las mutaciones vayan a afectar a las vacunas?
Eso es. No es otra. En las vacunas de
ARN mensajero, como la de de Moderna o Pfizer, se sintetiza la proteína
completa, y como veíamos antes tiene muchos antígenos. Por lo tanto, lo normal
es que la persona vacunada desarrolle anticuerpos frente a todos esos antígenos,
no frente a uno solo.
Los que desarrollan las vacunas contra
la COVID-19 saben que los virus mutan continuamente y están preparadas para
ello. Por eso no las dirigen frente a un único epítopo, eso es muy peligroso y
enseguida falla. Siendo una respuesta inmunitaria policlonal, con muchos clones
de anticuerpos, no parece que la vacuna vaya a dejar de funcionar si se
producen cambios en uno o dos antígenos.
Quienes desarrollan las vacunas contra
la COVID-19 saben que los virus mutan continuamente y están preparadas para
ello.
Si el virus mutase mucho más de lo que
lo ha hecho hasta ahora, ¿sería más sencillo cambiar la composición de la
vacuna que empezar desde cero?
Claro. Porque ya sabríamos qué parte
del virus habría que cambiar. Sucedería si se encontrasen mutaciones que
cambian la conformación de determinados epítopos. Si por ejemplo son ocho,
bastaría con cambiar la composición de esos ocho. La tecnología actual permite
hacerlo y la gente que se dedica a hacer las vacunas lo tendría ahora más fácil.
Entonces, a nivel epidemiológico y
ciudadano, ¿cómo se debe reaccionar ante la noticia de la nueva cepa?
Yo creo se está despertando una alarma
a nivel de la calle que no está justificada. No es que nos vayamos a olvidar en
epidemiología, en vigilancia o en salud pública de lo que hay. Pero una cosa es
eso y otra cosa es que la gente tenga pánico a una variante inglesa que si les
afectase les provocaría exactamente lo mismos síntomas. Ya es bastante mala la
COVID-19 sin mutación como para que nos preocupemos por esto. No hay cambios
relevantes ni significativos que afecten a las personas infectadas.
En mi opinión, es un poco
contraproducente levantar un sentimiento de alarma que no se corresponde con lo
que en realidad está ocurriendo. Lo cual no quiere decir que no haya que
vigilarlo. Son dos cosas distintas.
A pesar de todas estas mutaciones, ¿se
puede decir que el coronavirus sigue mutando mucho menos que la gripe?
Es que son los dos niveles de mutación
diferente. Nosotros decimos que el virus muta menos que la gripe porque la
probabilidad de que se produzca un cambio en una posición concreta del genoma
cada vez que se replica, es mucho menor en este virus que en de la gripe, la
hepatitis o el VIH. Eso es la tasa de mutación. Lo cual no quiere decir que no
se produzca, solo que lo hace con menos probabilidad.
Ahora, hagámonos una idea de cuántas
personas están infectadas por este virus. Cuántos virus se producen en cada
persona cada día y la posibilidad infinita que eso ofrece para que se produzcan
mutaciones. Ese número no es fácilmente imaginable. Cada día se producen todas
las mutaciones posibles, pero no todas son viables para el virus. Las que no lo
son se pierden inmediatamente. No le suman ni le quitan nada. Por lo tanto,
algunas de esas se detectan y otras no. La gran mayoría de ellas pasan
desapercibidas.
Cada día se producen todas las
mutaciones posibles, pero no todas son viables para el virus. Las que no lo son
se pierden inmediatamente, por lo que no le suman ni le quitan nada
¿Se detectan mejor las variantes que
son más peligrosas?
Claro. A medida que pase el tiempo
veremos más y más mutaciones. Por eso ahora ya hay 3.600, porque llevamos once
meses secuenciando virus. Es posible que algunas de esas mutaciones en
determinadas circunstancias, bajo determinada presión de selección y en un
determinado paciente, tengan efectos positivos para del virus. Esas son las
peligrosas, porque son las negativas para el ser humano. Y esas son las que hay
que vigilar y estudiar con detalle si tienen o no tienen efectos con los
experimentos que comentaba. Sabemos que el 95% no va a tener efectos, pero hay
que vigilar de cerca el 5% restante. En el caso de 3.600, son más de 100
mutaciones. No nos podemos despistar.
¿De dónde consigue su equipo las
muestras de los pacientes infectados para secuenciar la COVID-19?
Nosotros trabajamos con muestras del
virus sobrantes de los diagnósticos de la PCR. Es faena añadida a la que ya
hacen los laboratorios de microbiología de diagnóstico, que es lo esencial.
Nuestro punto de partida es la misma muestra, pero trabajamos de forma
diferente a ellos. En lugar de analizar las tres posiciones concretas del virus
que les permite diagnosticar y que se hace de forma más rápida, nosotros
amplificamos y secuenciamos todo el genoma del virus.
¿Cómo lo hacemos? Con el sobrante de
las muestras de los hospitales. ¿Qué sucede? Que nos los remiten cuando pueden,
porque están saturados, van muy apurados de trabajo y la nuestra es una tarea
adicional. Eso nos complica bastante obtener las muestras. Además, se le une
que el número de personas dedicadas a la secuenciación genómica es pequeño en
nuestro país. Somos los hermanitos pobres.
Entonces, cuando se habla de que
España es segundo líder europeo por detrás de Reino Unido, ¿no se refiere en
recursos?
En recursos no somos de los que más
tienen, ni mucho menos. Lo que pasa es que esto lo hacemos desde ya hace mucho
tiempo, cuando no había coronavirus y no se sabía. En mi equipo de
investigación llevamos 20 años. Así que adaptarnos y aprender a hacerlo con
este virus no nos ha costado nada y, es más, nos ha facilitado el poder montar
un consorcio y poner de acuerdo a grupos de trabajo con los cuales ya habíamos
trabajado previamente. Contábamos con esa ventaja: una maquinaria humana y una
infraestructura material en funcionamiento para este tipo de problemas.
Fuente: El Diario.es