14 de mayo de 2020

PANDEMIA. El coronavirus ataca a traición a quien se deja.

¿Por qué el coronavirus está afectando de manera tan desigual a unos países y a otros? ¿O por qué en Alemania, Singapur o Corea del Sur han podido contener la primera oleada? ¿Y por qué, en el otro extremo, Estados Unidos, Rusia y Brasil son ahora los tres países donde más se extiende la epidemia?
Si se detienen a pensarlo, verán que hay patrones comunes en los dos grupos. A los países que mejor han parado el golpe, el coronavirus no les pilló desprevenidos. Todos lo trataron desde el principio como una amenaza potencialmente grave.
El coronavirus se aprovecha de quienes lo subestiman
Singapur y Corea lo esperaban desde hacía años, porque habían sufrido brotes graves del SARS y del MERS y sabían que antes o después llegaría otro coronavirus. En Alemania, el hoy famoso Christian Drosten, uno de los máximos expertos mundiales en este tipo de virus, vio venir la tormenta y desarrolló a mediados de enero el primer test del mundo de detección del SARS-CoV-2.
En España, por sacrificar su sistema de investigación en nombre de la austeridad, no tuvo igual capacidad de reacción. Gracias Sr. Rajoy y gracias Sra. Merkel.
¿Pero qué tienen en común los países donde el coronavirus más se ha extendido?
 Un analfabetismo del riesgo, eso es lo que les une. La incapacidad de valorar el riesgo correctamente. En España y en Italia estábamos convencidos a principios de febrero que aquí no habría ningún Wuhan. Que, si llegaba algún caso aislado, nuestro sistema sanitario, tan elogiado en los discursos y tan recortado en los presupuestos, lo controlaría. En aquel momento aún no sabíamos que quienes contraen la infección pueden contagiar a otros antes de tener síntomas, al igual que los asintomáticos. Y pensábamos que el nuevo coronavirus se comportaría como el del SARS, que sólo se transmite después de que hayan aparecido los síntomas. Pero no pongamos excusas. Nos equivocamos. Aprendimos la lección por la vía dura.
Otros países se resisten aún a aprenderla.
¿Qué tienen en común Rusia, Brasil y EE.UU. para haberse convertido ahora en grandes campos de expansión de la Covid-19? El negacionismo de sus líderes. Vladímir Putin rectificó tarde, porque quería celebrar las elecciones del 26 de abril que debían cronificarle en el poder; cuando se dio cuenta de que debía suspenderlas, el virus ya había tomado Moscú. Donald Trump y Jair Bolsonaro no han rectificado. Y del mismo modo que negar el cambio climático lo agrava, porque impide tomar medidas para combatirlo, negar la gravedad del coronavirus favorece su propagación.
No sólo en Estados Unidos y en Brasil. También en España.
En cualquier lugar donde haya un líder político que subestime el coronavirus, que quiera precipitarse en la desescalada en nombre de la economía, lo estará ayudando a encontrar nuevas víctimas. Porque, si algo hemos aprendido de este virus, es que ataca a traición. No es un orco como el virus del ébola, que viene de frente mostrando toda su agresividad. El coronavirus es un Gollum. Ataca a quienes lo subestiman y se dejan abusar.
EDITORIAL
Así que cuidado con las concentraciones del Barrio Salamanca en Madrid, y las manifestaciones en mercedes de Vox, que dentro de 15 días sabremos las consecuencias, que no se yo si van a ayudar mucho a pasar a la fase I, más bien lo contrario, pero bueno, los expertos están en el Gobierno de la Comunidad de Madrid y en su Ayuntamiento, que si mal no recuerdo, son los mismos que llamaban asesino al Presidente del Gobierno Pedro Sánchez, por consentir las manifestaciones por los derechos de la mujer del 8M, porque claro, como es bien sabido, la extrema derecha no contagia coronavirus, sino que difunde efluvios de amor, por supuesto.
    Otra pequeña duda, ¿la Ley no es igual para todos? Pues si lo es, ¿porque  entonces la policía no ha identificado a todos estos manifestantes que incumplen el "Estado de Alarma" en fase 0 y les han puesto una denuncia como Dios manda? ¿Cumplen órdenes del Alcalde de Madrid tal vez? 
Por cierto, creo que el personal sanitario de toda España y especialmente los de Madrid, están muy interesados en darles las gracias a todos ustedes, de una manera bastante efusiva, según me han comentado.
Fuente: laVanguardia.com

PANDEMIA. Propagación «silenciosa» del coronavirus. ¿Por qué?

Un estudio de la Universidad de Princeton analiza si la diseminación asintomática puede ser una estrategia evolutiva exitosa del nuevo virus SARS-CoV-2
Un asilo de ancianos de Washington se infectó con coronavirus. Se confirmaron 167 positivos de Covid-19, entre los que había 101 residentes, 50 miembros del personal sanitario y 16 visitantes del centro. Murieron 34 ancianos, si bien 7 no mostraron ningún síntoma a pesar de contraer el virus. Algo parecido ocurrió cuando se hicieron pruebas a 397 personas de un refugio para gente sin hogar en Boston: después de hacer test a los asintomáticos, las pruebas mostraron que había un 36% de positivos en SARS-CoV-2 aparentemente sanos. Un porcentaje similar revelaron las pruebas que se realizaron a los ciudadanos japoneses evacuados desde Wuhan: alrededor del 30% de los infectados no mostraban síntomas. Y un estudio italiano preliminar señala que este porcentaje se podría elevar hasta el 43% de los positivos en términos generales. Los pacientes asintomáticos son, a la vez, alivio y preocupación en las estrategias contra la pandemia global del coronavirus. Pero, ¿qué significan a nivel microscópico? ¿Puede ser el propio plan evolutivo del Covid-19 para expandirse más y mejor entre la población humana?
Esta es la teoría que barajan investigadores de la Universidad de Princeton (EE. UU.), que acaban de publicar los resultados en la revista « Proceedings of the National Academy of Sciences». En concreto, expusieron pros y contras de la propagación «silenciosa» del coronavirus en base a dos teorías: ¿la transmisión asintomática permite que el virus infecte a un mayor número de personas? ¿O es la falta de síntomas la que, eventualmente, disminuye la propagación y reduce la supervivencia del SARS-CoV-2 a largo plazo?
«Por varias razones, una etapa asintomática podría proporcionar ciertos beneficios al patógeno», explica Bryan Grenfell, biólogo de Princeton y uno de los autores de la investigación. «Con la crisis de Covid-19, la importancia de esta fase asintomática se ha vuelto extremadamente relevante». Sobre todo, de cara a evaluar las posibles medidas para acabar con este patógeno.
La naturaleza se abre paso
Igual que ocurre con organismos más complejos, los virus pueden evolucionar por selección natural. La mutación genera nuevas variantes y, si estos cambios benefician la transmisión del patógeno, entonces esa cepa del virus se extenderá. De hecho, las enfermedades más virulentas a menudo son menos mortales, ya que el fallecimiento del huésped de manera rápida y sin posibilidad de contagiar a mucha gente no favorece su expansión.
«La evolución viral implica una compensación entre el aumento de la tasa de transmisión y el mantenimiento del huésped como base de propagación», afirma Simon Levin, profesor de Princeton en Ecología y Biología Evolutiva. «Las especies que utilizan esta compensación de manera más efectiva desplazarán a otras en la población».
El «juego» entre patógeno y huésped
Para comprenderlo, hay que pensar en una suerte de «juego» entre patógeno y huésped, en el que la supervivencia es la meta final y la evolución la herramienta para hacerse con la victoria. Así, los asintomáticos serían una ventaja a corto plazo para el virus, ya que las estrategias de la sociedad huésped a la que infectan (en este caso, la especie humana) son difíciles de implementar: las personas infecciosas que carecen de síntomas tienden a seguir con normalidad su vida, entrando en contacto con mucha gente susceptible de ser contagiada. En contraste, una persona que desarrolla fiebre y tos puede ser más propensa a aislarse, por ejemplo, al quedarse en casa y no ir al trabajo.
Pero también hay inconvenientes: las personas sin síntomas pueden generar menos partículas infecciosas y, por lo tanto, contagiar de forma más limitada con un estornudo violento o una tos fuerte. Esto significa que la transmisión general podría reducirse con el tiempo.
Los investigadores utilizaron modelos de enfermedades para explorar las compensaciones entre estos escenarios. De hecho, esta investigación se realizó antes de que el nuevo coronavirus apareciera en escena. Chadi Saad-Roy, primer autor de la investigación, usó la gripe como modelo de una infección que puede no mostrar síntomas y que además tuviera una incidencia significativa. «Me preguntaba por qué la gripe asintomática surgía en la evolución y es así como formulamos un modelo simple para tratar de entender por qué la evolución favorecería ese comportamiento», afirma Saad-Roy.
Síntomas variables e inexistentes
Los patógenos pueden exhibir una variedad de comportamientos que contribuyen a su propagación. Algunos virus, como el VIH, se extienden antes de mostrar síntomas. Otros se transmiten a la vez que aparecen los síntomas, como la viruela. La mayoría probablemente emplean una combinación de ambas, como se ha demostrado con la gripe o el nuevo coronavirus.
Para estudiar el efecto de la transmisión asintomática, el equipo realizó modificaciones a un modelo matemático estándar de cómo una enfermedad se propaga a través de una población. El modelo divide a la población en individuos susceptibles, infectados y recuperados. Además, a los infectados los dividieron a su vez en dos etapas: en la primera, los investigadores podrían variar el nivel de los síntomas en ninguno, algunos y significativos. En la segunda, los individuos son completamente sintomáticos. El equipo se centró no solo en el efecto de la variación de los síntomas en la propagación de la enfermedad, sino también en las consecuencias evolutivas de mostrar niveles variables de síntomas en la primera etapa.
Fuente: Abc.es

PANDEMIA. Virus mutantes versus Coronavirus mutantes

Una publicación reciente sugería que el SARS-CoV-2 había mutado a una forma “más agresiva”. La palabra “mutación” es un clásico de terror en cualquier enfermedad infecciosa: la cepa mutante, la amenaza de Andrómeda.
Los virus mutan constantemente y la inmensa mayoría de estas mutaciones son inocuas. El material genético del coronavirus es RNA. Cuando los virus RNA realizan copias de su propio material genético (proceso denominado replicación) carecen de un sistema de corrección de errores y por ello producen virus defectuosos. Son los virus mutantes. La mayoría de estas mutaciones son indiferentes o causan desventajas con respecto al virus original. Los virus con mutaciones indiferentes pueden circular sin producir apenas cambios en el tipo de infección que causan. Si las mutaciones son perjudiciales, estos virus dejarán de circular fácilmente y con el tiempo serán eliminados por selección natural. El SARS-CoV-2 es bastante estable: más de 13.000 virus analizados y apenas dos mutaciones al mes desde marzo. La lentitud en mutar es en este caso una característica favorable para nosotros.
Aunque la mutación refuerce al virus para sobrevivir o para transmitirse mejor, es poco probable que produzca variaciones radicales en el curso de una epidemia. La capacidad de infectar más o menos y la gravedad de la enfermedad están bajo el control de múltiples genes. El coronavirus responsable del SARS causa una enfermedad grave que obliga a los pacientes a permanecer en cama hospitalizados, y por ello se transmite menos eficazmente de persona a persona. En el otro extremo tenemos los coronavirus responsables del resfriado común, que apenas causan síntomas o estos son muy leves, por lo que no alteran especialmente el patrón de contacto entre personas infectadas y no infectadas, transmitiéndose fácilmente.
Hay varios tipos de SARS-CoV-2 circulando. Los tres principales se denominan A, B y C. Los tipos A y C se observan más en Europa y América. El tipo B es más frecuente en Asia. Se pueden identificar subgrupos de virus que en ocasiones permiten seguir la pista a su origen y relacionarlo con una epidemia concreta, como las de Wuhan (China) o Lombardía (Italia).
Otro estudio genético del SARS-CoV-2 indica que muy probablemente ya circulaba desde finales del 2019 y que, tras los casos iniciales en China, se extendió muy rápidamente por todo el mundo sin que fuese detectado a tiempo.
Fuente: laVanguardia.com

CORONAVIRUS. España registra un ascenso de fallecimientos hasta los 217 en las últimas 24 horas

España ha registrado 217 muertes con coronavirus en el último día. Es la primera vez que el dato sube de la barrera de los 200 fallecimientos tras cinco jornadas consecutivas por debajo de esa cifra. En total, 27.321 personas han muerto con COVID-19 desde el inicio de la pandemia.
El número de nuevos contagios confirmados por prueba PCR en las últimas 24 horas se eleva a 506, un número que también es superior a los de los días anteriores: el miércoles se registraron 439 casos nuevos y el martes, 426. Desde que llegó el coronavirus a España se han contabilizado 229.540 casos diagnosticados mediante esta prueba. Si se suman los confirmados con test de anticuerpos, el total asciende a 272.646
Tabla de datos
La tabla siguiente, además de mostrar los datos del coronavirus en España por Autonomías, presentan unos cálculos estadísticos, basados en la letalidad del SARS-COV-2 estimada entre 0,6% y 3,5% (según nuevo estudio publicado en Science de Stephen M. Kissler y su equipo de investigadores de la Harvard TH Chan School of Public Health), así como los referidos a una letalidad para la población en general entre 0,3% y 1% (procedente del Ministerio de Sanidad), que identifican los probables casos por coronavirus no detectados.
Además, añado una última fila con nuevo cálculo sumando al total de decesos en España, los 9.000 ancianos fallecidos, residentes en Geriátricos con síntomas COVID-19 sin confirmar.
Evidentemente los datos indicados no están validados por la comunidad científica, por lo que deben tomarse con la debida prudencia.
(*) Datos confirmados a las 21,00 horas del día anterior (Ministerio Sanidad)
Fuente: elDiario.es