Entre las megamenazas que pronostica están, la peor crisis de deuda jamás conocida, el colapso demográfico, la emergencia climática, el impacto de la inteligencia artificial o la normalización de las pandemias.
En en su nuevo libro nos muestra las 10 megamenazas que de cumplirse pondrían en peligro el futuro de la Humanidad, llegando más allá del simple diagnóstico
apocalíptico, al aportar soluciones para evitar la catástrofe. Menos mal.
Seguidamente presento la última entrevista concedida a la prensa, gentileza
del diario “el Mundo.es”
Pregunta. El mundo ya habla de las amenazas de la inflación o de una
escalada bélica en Ucrania. ¿Qué requisitos debe cumplir un problema para que
alcance la categoría de 'megamenaza'?
Respuesta. Me refiero a las amenazas que tienen un impacto
significativo en el crecimiento, en la inflación y en el valor de los ahorros y
la riqueza de los seres humanos, así como su bienestar social y económico.
Aunque soy especialista en amenazas económicas, me he dado cuenta de que es
imprescindible entender también los riesgos políticos, ambientales,
tecnológicos, sanitarios, así como la perturbación del comercio y la
globalización. Todos están relacionados.
P. ¿Cuál es la 'megamenaza' más peligrosa a corto plazo?
R. Me centraría en las de mayor impacto económico,
como un aumento de la inflación con riesgos de volver a la estanflación de los
años 70: es decir, una combinación de recesión e inflación elevada. En esta
situación han influido muchos factores: la relajación monetaria, fiscal y
crediticia; el impacto inicial de la pandemia en la oferta de bienes y las
cadenas de suministro; la guerra de Ucrania y, hasta hace unas semanas, las
políticas de covid cero de China. A todo esto hay que sumar las grandes
cantidades de deuda tanto pública como privada.
P. Su libro es pesimista si lo valoramos desde una perspectiva
generacional, no histórica. En su conjunto, los últimos 75 años han sido muy
prósperos para la humanidad, sin apenas guerras, hambrunas y pandemias. En el
fondo es como si retomásemos el pulso de la Historia.
R. Nací en 1958 y entonces el riesgo de una guerra
directa entre EEUU y URSS no era alto. También vi a Nixon viajar a China y
nadie hablaba del cambio climático porque las temperaturas de los años 60 y 70
apenas fueron levemente más altas en la era preindustrial. La última gran
pandemia, la de la gripe de 1918, quedaba muy lejos. Tampoco existía
preocupación por el impacto de la inteligencia artificial en el trabajo...
P. Son muchos cambios.
R. Sí. El ratio de deuda era bajo y el crecimiento económico, elevado.
El sistema financiero estaba bien regulado, no había financiación tóxica, ni
apalancamiento ni la apuesta por los derivados de nuestros días. Había más
jóvenes que viejos, así que la atención sanitaria era sostenible. Cierto que
vivimos una estanflación en los años 70, como decía, pero después vinieron 30
años de moderación. Además, la mayoría de los países de Occidente eran
democracias liberales y no se enfrentaban al peligro del populismo.
P. De todos estos cambios para usted la deuda es una trampa mortal.
R. Nos dirigimos hacia un punto de inflexión que
alterará la vida de prestamistas y prestatarios, ya sean públicos o privados,
comedidos o derrochadores. En una década podríamos enfrentarnos a la madre de
todas las crisis de deuda.
P. Explíquese, por favor: la mayoría de los lectores de esta entrevista
viven en un país cuya deuda pública alcanza el 116% del valor del PIB...
R. España, como la mayoría de los países europeos,
tiene una gran deuda pública y un importante stock de deuda privada. Los ratios
de endeudamiento del sector de la construcción y de los bancos son menores que
cuando estalló la burbuja inmobiliaria. Las Administraciones Públicas están
endeudadas y, como en muchos países, también hay un aumento de la deuda de las
empresas y de la banca en la sombra [las entidades sin regular que dan créditos
sin formar parte de la banca tradicional]. Un país como España tiene también un
pasivo implícito por el envejecimiento de su población y que pronto exigirá una
reforma contundente de las pensiones. Como ustedes celebrarán elecciones
generales este año no espero un ajuste fiscal significativo por parte de su
gobierno, al menos a corto plazo.
P. La subida de tipos tampoco ayuda.
R. El BCE los seguirá subiendo, así que habrá un
aumento de la morosidad hipotecaria, además de intereses crecientes en los
préstamos en la compra de coches y en las tarjetas de crédito. Soy pesimista
ante el consenso de que habrá crecimiento económico en muchos países en 2023. Un
factor es la inflación: es fácil que baje del 10% al 5%, pero pasar del 5% al
2% es mucho más complicado. Además, la deuda en el sistema aumenta la
contracción económica y hace que crezca el riesgo de impagos y el estrés
financiero. Así entramos en un círculo vicioso entre la economía real y el
sector financiero. Hay que recordar que en la pasada crisis la inflación era
muy baja y se pudieron aplicar estímulos. Esta vez estamos entrando en recesión
a la vez que se endurece la política fiscal y la crediticia. Apenas hay margen
para actuar: ya hemos gastado la mayoría de nuestras armas fiscales. Somos más
frágiles.
P. Da la impresión de que subestima el papel de los políticos para
combatir las crisis.
R. La política implica sacrificios a corto plazo
para bienestar común a largo plazo. Da igual que vivas en una democracia o en
una autocracia: la economía política consiste en dar una patada al problema
como si fuera una lata que te encuentras por la calle. Un político democrático
no suele estar en el poder cuando llegan los beneficios de las medidas que toma
cuando gobierna.
P. ¿Falta coraje?
R. Es que los costes políticos son muy altos. Por
eso cuando hablo de soluciones a estos problemas también incluyo los problemas
que supone adoptarlas.
P. ¿El cambio climático es una de las 'megamenazas' que no se resuelve
por este problema, ¿no?
R. Exacto. Le voy a dar varias razones que explican
por qué no tomamos las medidas adecuadas. La primera es la división política:
sólo en EEUU hay muchos republicanos que no creen que el cambio climático sea
una consecuencia de la actividad humana, así que cuando gobierna este partido
no lo combate y provoca un conflicto generacional: serán los más jóvenes los
que sufrirán las consecuencias. Luego está el problema de que afrontamos una
amenaza global, no nacional, además de un conflicto entre países ricos y
pobres. Cuando se les dice a chinos e indios que reduzcan su contaminación,
ellos responden que el problema no es suyo, que fuimos nosotros los que lo
provocamos en 100 años de Revolución Industrial.
P. ¿Qué se puede hacer entonces?
R. Los países emergentes no van a tomar medidas
serias salvo que los sobornes con subsidios de miles de millones de dólares,
así que van a aumentar sus emisiones durante los próximos 20 años. China y EEUU
no están de acuerdo en las recetas para combatir el calentamiento global.
Siempre hay soluciones, pero no se aplican porque sus gobiernos son presos de
sus limitaciones nacionales e internacionales. Por eso hay mucha palabrería al
respecto, mucho lavado de conciencia verde que no vale para nada. Soy
pesimista. Hay un mundo que podría ser y otro que es el probable que sea.
P. Entre el cambio climático y la geopolítica está la emigración
climática. ¿Puede ser una solución para países ricos y envejecidos? ¿O
viviremos una terrible crisis social?
R. Europa, Estados Unidos y Japón necesitan gente
joven, de eso no hay duda, aunque la inteligencia artificial y la
automatización van a sustituir muchos empleos, incluidos la mayoría de los de
cuello blanco como el suyo o el mío. Pese a su envejecimiento, Japón pone
muchas restricciones a la inmigración. Ni siquiera en sus residencias de
ancianos se ven trabajadores filipinos o de otras nacionalidades en labores de
cuidadores. Los robots que cuidan a sus ancianos tienen ya tanta inteligencia emocional
o más que los humanos. Si los internos están tristes, ponen cara triste y si
están contentos, lo mismo. Así que no es cierta la idea de que hay trabajos que
las máquinas no pueden hacer porque se necesita contacto humano: los robots
sustituirán a los humanos. El problema es que un escenario climático muy severo
no implica a miles de personas, sino a muchos millones. Piense que sólo África
tendrá más de mil millones de habitantes a finales de siglo.
P. Como ocurre con el cambio climático, ¿los subsidios (o sobornos) son
la única solución?
R. Ya se hace con Turquía, Egipto y Libia, a los que
se paga para que contener a ciudadanos del África subsahariana. Europa quiere
que se queden allí, pero si decenas de millones de personas se plantan en esas
costas tan cercanas en el Mediterráneo será imposible evitar su entrada salvo
que se les deje morir. Una crisis de refugiados climáticos sería terrible y hay
al menos 2.000 millones de personas que viven en lugares que pueden ser
devastados por la sequía o las inundaciones.
P. Para salvarnos del desastre su libro sugiere que debemos aprender a
vivir en alerta máxima, que necesitamos «suerte, cooperación mundial y un
crecimiento económico sin precedentes». Que se den estos tres factores parece
casi imposible...
R. Entramos en un bucle porque todo está
relacionado. Por eso mi libro plantea un capítulo distópico, en el que todo
sale mal, y luego uno utópico que requeriría avances tecnológicos
espectaculares, especialmente en materia de energía. Creo en las renovables,
pero no crecen suficiente para marcar la diferencia.
P. Aunque esté en una fase muy inicial, Estados Unidos logró en
diciembre un hito en la fusión nuclear: por primera vez logró generar más
energía de la que gastó en el proceso. ¿Se abre una puerta a la esperanza?
R. El desarrollo comercial de la fusión nuclear
puede necesitar unos 20 años y eso, a pesar del entusiasmo desatado en la
prensa, sigue siendo demasiado tiempo. Si sólo necesitara una década estaríamos
aún a tiempo.
P. Además de desarrollar tecnología, hay que asumir un coste económico
muy alto para realizar la transición ecológica.
R. Su país ha bajado los impuestos del combustible,
¿verdad?
P. El Gobierno dio una ayuda al consumidor.
R. Con las bajadas de impuestos se recorta el precio
de la energía para aliviar la carga del ciudadano, pero también se reduce el
incentivo de pasar del combustible fósil al ecológico. La política correcta
sería mantener altos los precios de la gasolina y luego transferir los ingresos
a las clases medias y bajas. Europa se equivoca: en vez de incentivar el
despegue de las renovables hace todo lo contrario.
P. Si hay una 'megamenaza' indiscutible es la guerra fría entre China y
EEUU. ¿Habrá un enfrentamiento directo?
R. Durante los últimos 500 años, en 12 de los 16
casos en los que una potencia emergente ha colisionado con una potencia
existente se produjo un enfrentamiento directo. China ha desafiado el orden
liberal que existía desde la Segunda Guerra Mundial, pero no está sola: países
como Rusia, Irán, Corea del Norte y hasta Pakistán también rechazan el sistema
económico y geopolítico nacido del orden liberal. Ya hay incluso una guerra
total entre Rusia y EEUU a través de un país interpuesto: Ucrania.
P. ¿No espera que Rusia eche marcha atrás?
R. Este conflicto es un verdadero desastre. Puede
que se congele en invierno, pero auguro una escalada en primavera. Vladimir
Putin va a redoblar su apuesta bélica en 2023, no se va a rendir. No sé cuál es
la probabilidad del uso de armas nucleares tácticas, pero no hay que
descartarlo.
P. Sobre la posible invasión china de Taiwán se ha dicho de todo...
R. Dije que era imposible que sucediera antes de
2024. Aquí lo importante es que Taiwán produce la mitad de semiconductores del
mundo y el pasado 7 de octubre EEUU declaró la guerra tecnológica total a
China. No olvidemos que EEUU prohibió las exportaciones de chatarra y petróleo
a Japón durante la Segunda Guerra Mundial y que el país asiático se sintió tan
amenazado que atacó Pearl Harbor. La próxima guerra entre superpotencias podría
empezar como convencional y escalar en no convencional porque todas están
armadas hasta los dientes con bombas nucleares. Es posible que la Tercera
Guerra Mundial haya empezado el pasado 7 de octubre... o incluso el 24 de
febrero, cuando Rusia invadió Ucrania.
Referencias:
Fuente: El Mundo.es