Theodore Berger lleva 35 años investigando cómo evitar que los
recuerdos se borren. Su proyecto es tan ambicioso y parecía tan irreal que él
mismo reconoce haber sido tachado de loco por sus colegas científicos en muchas
ocasiones.
Pero este ingeniero biomédico de la universidad del Sur de California es inasequible al desaliento. Berger ha pasado la mayor parte de su vida tratando de entender cómo funcionan las neuronas del hipocampo, la parte de nuestro cerebro encargada de convertir los recuerdos a corto plazo en recuerdos a largo plazo. Reconoce que no ha sido capaz de descifrarlo por completo, pero no está dispuesto a detenerse porque, aseguraba en una entrevista, “un técnico no necesita saber cómo funciona la música para reparar tu reproductor de Cds”.
“No tienes que hacer todo lo que hace el cerebro, ¿pero puedes al
menos imitar algunas de las cosas que hace un cerebro real?”, se pregunta. “¿Lo
puedes modelar y ponerlo en un dispositivo? ¿Puedes conseguir que ese
dispositivo funcione en cualquier cerebro? Esas tres cosas son las que hacen
que la gente piense que estoy loco”. El equipo de Berger ha conseguido
desentrañar algo de la compleja actividad neuronal que se produce en el hipocampo
y entender parte del proceso que nos lleva a fijar los recuerdos a largo plazo.
Un paso de gigante que permitiría resolver pérdidas de memoria mediante la instalación de microchips en el cerebro. Sus teorías ya han sido mostradas en varios experimentos con animales y confía en ver los resultados en humanos dentro de algunos años. Un proyecto que podría terminar con enfermedades como el Alzheimer. Bendita locura.