Marvin Minsky estaba convencido de que
el cerebro humano no es más que «una máquina hecha de carne». Por eso, no tenía
ninguna duda de que, antes o después, un ordenador sería capaz de replicar todos
los mecanismos de nuestro cableado cerebral. «¿Qué somos las personas sino
máquinas muy evolucionadas?», se preguntaba hace dos años en Madrid, cuando
recibió el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA, uno de los
muchos prestigiosos galardones que recibió a lo largo de su carrera. El pasado
domingo, la maquinaria corporal de este científico visionario, considerado el
padre de la Inteligencia Artificial, se apagó para siempre a los 88 años a consecuencia de un derrame cerebral.
Minsky escribió "La sociedad de la mente", libro que publicó en 1985 y que se sigue considerando una obra de referencia para comprender el funcionamiento del cerebro y la posibilidad de desarrollar máquinas pensantes. Según este gran pionero del Massachussetts Institute of Technology (MIT), la clave para lograr ordenadores que superasen en inteligencia al ser humano era descifrar nuestro cerebro para tratar de imitar los procesos neuronales de ese extraordinario «sentido común» que nos permite adquirir conocimiento basado en nuestra experiencia y realizar todas las tareas ordinarias de nuestra vida cotidiana, evitando que nos tiremos por la ventana o nos pinchemos el ojo con el tenedor.
Nacido en Nueva York en 1927, desde
niño a Minsky siempre le fascinaron la ciencia y la electrónica. Sus padres -el
cirujano Henry Minsky, jefe de Oftalmología del Hospital Monte Sinai, y la
activista social Fannie Reiser- le educaron en un colegio privado de élite, el
Ethical Culture School, donde también se formó Robert Oppenheimer, el creador
de la primera bomba atómica. Tras servir en la Marina durante la II Guerra
Mundial, se licenció en Matemáticas por la Universidad de Harvard en 1946.
Posteriormente obtuvo su doctorado en Princeton, donde decía que se inspiró en
la «gente brillante» que le rodeaba, hasta ingresar como profesor en el MIT de
Boston en 1958. Allí conoció a su colega John McCarthy, con el que fundó el
Laboratorio de Inteligencia Artificial, un centro de vanguardia que sentó las
bases de este nuevo y revolucionario campo de investigación.
Minsky siempre tuvo claro que no existía ninguna diferencia fundamental entre los humanos y las máquinas. Por eso, desde su punto de vista la fabricación de un ordenador que realizara las mismas funciones que nuestro cerebro sólo era cuestión de tiempo y recursos. Ésta es precisamente la idea que le transmitió a Stanley Kubrick, cuando el cineasta recurrió a él para que le ayudara a diseñar el omnipotente ordenador HAL 9000 que aparece en 2001: una Odisea del Espacio, la mítica película de ciencia ficción estrenada en 1968.
Los trabajos pioneros que impulsó su
Laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT pusieron las semillas de muchos
aspectos de los sistemas informáticos, el software y la robótica que
disfrutamos en el siglo XXI. De hecho, fue el propio Minsky quien creó el
primer prototipo de una máquina capaz de aprender de manera autónoma (Snarc),
diseñó las primeras manos mecánicas con sensores táctiles, participó en la
invención del primer cursor para ejecutar funciones en una pantalla de
ordenador, y formó parte del equipo que diseñó ARPAnet, el primer embrión de
Internet. En 1985, fue además unos de los fundadores del Media Lab del MIT, que
hoy sigue siendo uno de los centros de innovación tecnológica más importantes
del mundo.
«Marvin Minsky contribuyó a crear la Inteligencia Artificial tal y como entendemos hoy este concepto. Los desafíos que él planteó siguen impulsando nuestra búsqueda de máquinas inteligentes e inspirando a los investigadores a traspasar nuevas fronteras en las ciencias de la computación», decía ayer Daniela Rus, actual directora del Laboratorio de Inteligencia Artificial el MIT.
Sin embargo, a pesar de todos sus
éxitos, Minsky se quejaba de que la Inteligencia Artificial no hubiera logrado
llegar todo lo lejos que le hubiera gustado, por falta de dinero. Cuando hace
dos años en Madrid, se le preguntó cuándo llegaría el día en que existieran
máquinas realmente capaces de pensar como un ser humano en una jornada de
debate organizada por la Fundación BBVA, se lamentó de que «ahora mismo no hay
ni recursos ni investigadores suficientes, porque la financiación se enfoca más
en aplicaciones de corto plazo que en ciencia básica».
Pero en todo caso, pese a que Minsky admitía que la ciencia aún estaba muy lejos de poder fabricar ordenadores inteligentes como el rebelde HAL que él mismo había ayudado a concebir, siempre insistió en que la idea no era descabellada. «Hoy por hoy», aseguró al recibir el Premio Fronteras, «sólo hay una cosa cierta: todo el que diga que hay diferencias básicas entre la mente de los hombres y de las máquinas del futuro se equivoca. Si no se ha logrado ya, esto únicamente se debe a la falta de medios económicos y humanos».
Fuente: El Mundo.es