10 de enero de 2021

INTELIGENCIA ARTIFICIAL. La IA de plegamiento de proteínas de Google resolvió en 2020 un histórico desafío de la biología

 AlphaFold predice estructuras proteicas con una precisión nunca vista, un hito que los biólogos llevaban décadas persiguiendo. Distintos expertos coinciden en que esta inteligencia artificial ayudará a crear nuevos medicamentos, comprender mejor las enfermedades y desarrollar proteínas sintéticas útiles para crear por ejemplo nuevas vacunas.

En diciembre de 2020, DeepMind y los organizadores de la tradicional competición Evaluación crítica de las técnicas para la predicción de la estructura de proteínas (CASP) han presentado una IA que debería tener el gran impacto que el cofundador de la compañía, Demis Hassabis, siempre ha estado buscando. 

La última versión de AlphaFold de DeepMind, el sistema de aprendizaje profundo capaz de predecir con precisión la estructura de las proteínas en el ancho de un átomo, ha resuelto uno de los grandes desafíos de la biología. "Es la primera aplicación de la IA para resolver un grave problema ", afirma el jefe del equipo que organiza CASP, John Moult, de la Universidad de Maryland (EE. UU.).

Una proteína se compone de una cadena de aminoácidos que se repliega con muchos giros, vueltas y complejos enredos. Esta estructura determina su función. Y descubrir qué hace cada proteína es clave para comprender los mecanismos básicos de la vida, cuándo funcionan y cuándo no.

Los esfuerzos para desarrollar vacunas contra la COVID-19 se han centrado en la proteína espiga del virus, por ejemplo. La manera en la que el coronavirus se engancha en las células humanas depende de la forma de esta proteína y de la de las que hay en el exterior de esas células. La espiga es solo una proteína entre miles de millones de ellas en todos los seres vivos; solo dentro del cuerpo humano hay decenas de miles de diferentes tipos de proteínas.

En la CASP de este año, AlphaFold predijo la estructura de docenas de proteínas con un margen de error de solo 1,6 ángstroms (es decir, 0,16 nanómetros o, más o menos, el tamaño de un átomo). Se trata de una capacidad muy superior a todos los demás métodos computacionales y, por primera vez, coincide con la exactitud de las técnicas experimentales para trazar la estructura de proteínas en el laboratorio, tales como la criomicroscopía electrónica, resonancia magnética nuclear y cristalografía de rayos x. Estas técnicas son costosas y lentas: pueden costar cientos de miles de euros y necesitan años de prueba y error para cada proteína. AlphaFold es capaz de encontrar la forma de una proteína en solo unos días.

Este descubrimiento podría ayudar a los investigadores a crear nuevos medicamentos y comprender mejor las enfermedades. A largo plazo, predecir la estructura de las proteínas también ayudará a diseñar proteínas sintéticas, como las enzimas que descomponen desechos o producen biocombustibles. Los investigadores también están explorando maneras de introducir proteínas sintéticas para aumentar el rendimiento de los cultivos y hacer que las plantas sean más nutritivas.

"Es un avance muy sustancial. Es algo que simplemente no esperaba que sucediera tan rápido. Es impactante, en cierto modo", opina el biólogo de sistemas de la Universidad de Columbia (EE. UU.) Mohammed AlQuraishi, que ha desarrollado su propio software para predecir la estructura de las proteínas.

"Tiene una gran importancia. Es un logro asombroso, igual que el que consiguieron con el juego de Go", asegura el director del Instituto de Diseño de Proteínas de la Universidad de Washington (EE. UU.), David Bakery, líder del equipo responsable de Rosetta, el grupo de herramientas de análisis de proteínas.

Números astronómicos

Identificar la estructura de una proteína es muy difícil. Para la mayoría de las proteínas, los investigadores tienen la secuencia de aminoácidos de la cadena, pero no la forma doblada al plegarse. Y normalmente hay un número astronómico de posibles formas para cada secuencia. Los investigadores llevan luchando con este problema al menos desde la década de 1970, cuando Christian Anfinsen ganó el premio Nobel por demostrar que las secuencias determinaban la estructura.

El lanzamiento de CASP en 1994 dio un impulso a este campo. Cada dos años, los organizadores publican unas 100 secuencias de aminoácidos de proteínas cuyas formas identificaron en el laboratorio, pero aún no se han publicado. Luego, decenas de equipos de todo el mundo compiten para encontrar la forma correcta de plegarlas mediante software. Los investigadores médicos ya utilizan muchas de las herramientas desarrolladas para CASP. Pero el progreso seguía siendo lento, con dos décadas de avances paulatinos que no conseguían producir un atajo para el minucioso trabajo de laboratorio.

CASP encontró el impacto que buscaba cuando DeepMind participó en 2018 con su primera versión de AlphaFold. Todavía no podía igualar la precisión de un laboratorio, pero dejó atrás a otras técnicas computacionales. Los investigadores tomaron nota: muchos de ellos adaptaron sus propios sistemas para parecerse más a AlphaFold.

Este año, más de la mitad de los participantes han utilizado alguna forma de aprendizaje profundo, resalta Moult. Como resultado, la precisión general fue mayor. El nuevo sistema de Baker, llamado Rosetta, usa algunas de las ideas de DeepMind de 2018. Pero, aun así, solo quedó en un "segundo lugar muy lejos del primero", admite.

En CASP, los resultados se puntúan mediante la prueba de distancia global (GDT, por sus siglas en inglés), que mide en una escala de 0 a 100 lo que se acerca una estructura predicha a la forma real de una proteína identificada en los experimentos de laboratorio. La última versión de AlphaFold obtuvo una buena puntuación para todas las proteínas del desafío. Pero recibió una puntuación GDT superior a 90 para alrededor de dos tercios de ellas. Su valor de GDT para las proteínas más difíciles fue 25 puntos más alto que el del siguiente mejor equipo, afirma el jefe del equipo AlphaFold en DeepMind, John Jumper. En 2018, la ventaja rondaba los seis puntos.

Una puntuación superior a 90 significa que cualquier diferencia entre la estructura predicha y la real podría deberse a errores experimentales en el laboratorio en vez de a un fallo en el software. También podría significar que la estructura predicha es una configuración alternativa válida a la identificada en el laboratorio, dentro del rango de una variación natural.

Según Jumper, había cuatro proteínas en la competición en las que los jueces independientes no habían terminado de trabajar en el laboratorio y las predicciones de AlphaFold señalaron las estructuras correctas.

AlQuraishi pensó que los investigadores tardarían 10 años en pasar de los resultados de AlphaFold de 2018 a los de este año. Esto está cerca del límite físico de la precisión que se puede obtener, explica. "Estas estructuras son flexibles. No tiene sentido hablar de soluciones por debajo de eso", añade.

Piezas de rompecabezas

AlphaFold se basa en el trabajo de cientos de investigadores de todo el mundo. DeepMind también recurrió a una amplia gama de expertos, formando un equipo de biólogos, físicos e informáticos. Los detalles de cómo funciona están presentando esta semana en CASP y en un artículo revisado por pares en una edición especial de la revista Proteins que saldrá el próximo año.

De momento, sabemos que utiliza una forma de red de atención, la técnica de aprendizaje profundo que permite que una IA se entrene centrándose en las partes de un problema mayor. Jumper compara este enfoque a un rompecabezas: primero se juntan las piezas por separado antes de colocarlas en un todo.

DeepMind entrenó a AlphaFold con alrededor de 170.000 proteínas extraídas del banco de datos de proteínas, del depósito público de secuencias y estructuras. Comparó múltiples secuencias del banco de datos y buscó los pares de aminoácidos que a menudo terminaban juntos en las estructuras plegadas. Luego usó estos datos para adivinar la distancia entre los pares de aminoácidos en las estructuras aún desconocidas. También es capaz de calcular la precisión de estas conjeturas. El entrenamiento tardó solo "unas semanas", con una potencia informática equivalente a entre 100 y 200 GPU.

La profesora y científica del Instituto Europeo de Bioinformática de Cambridge (Reino Unido) Dame Janet Thornton lleva 50 años trabajando en la estructura y función de las proteínas. En una rueda de prensa de la semana pasada afirmó: "Estaba empezando a pensar que era algo que no se resolvería mientras yo viviera".

Muchos fármacos se diseñan simulando su estructura molecular en 3D y buscando formas de encajar estas moléculas en las proteínas objetivo. Está claro que esto solo se puede conseguir si se conoce la estructura de esas proteínas. Esto ocurre en solo una cuarta parte de las aproximadamente 20.000 proteínas humanas, explica Thornton. Así quedan 15.000 objetivos de fármacos inexplorados. "AlphaFold abrirá una nueva área de investigación", añade.

DeepMind afirma que planea estudiar la leishmaniasis, la enfermedad del sueño y la malaria. Estas tres enfermedades tropicales causadas por parásitos están vinculadas a muchas estructuras proteicas desconocidas.

Un inconveniente de AlphaFold es que tarda más que las técnicas rivales. El sistema de AlQuraishi, que utiliza un algoritmo denominado red geométrica recurrente (RGN, por sus siglas en inglés), puede encontrar estructuras de proteínas un millón de veces más rápido y ofrecer sus resultados en segundos en vez de días. Sus predicciones son menos precisas, pero la velocidad es más importante para algunas aplicaciones, según el experto.

Los investigadores esperan descubrir cómo funciona exactamente AlphaFold. Baker afirma: "Después de describir al mundo cómo lo hacen, florecerán mil flores. La gente lo usará para todo tipo de cosas diferentes, para algo que no podemos ni imaginar actualmente".

Incluso un resultado menos preciso habría sido una buena noticia para las personas que trabajan con enzimas o bacterias, concluye AlQuraishi: "Pero, ahora tenemos algo aún mejor, con una relevancia inmediata para las aplicaciones farmacéuticas".

Fuente: technologyreview.es

CORONAVIRUS. Lecciones sobre el cambio climático que nos deja la pandemia.

 Aunque los confinamientos del 2020 podrían marcar un punto de inflexión en la emergencia climática, las emisiones volverán a subir y los cambios radicales que requiere nuestra economía no se están produciendo a velocidad suficiente. Y lo que es peor, la mayoría de la población sigue sin ser consciente del enorme peligro que nos acecha.

A pesar de todos los sacrificios y las tragedias que causó, hay razones para pensar que 2020 podría marcar un punto de inflexión en cuanto el cambio climático. Es posible que en 2019 la demanda mundial de petróleo y las emisiones de gases de efecto invernadero  alcanzaran su punto máximo, y que la pandemia ralentice el crecimiento económico durante años, acelere la desaparición del carbón y provoque reducciones a largo plazo en la demanda energética si todavía se mantienen algunos de sus efectos, como el teletrabajo continuado.

Además, cada vez más grandes empresas y países, incluido China, se han comprometido a reducir a cero sus emisiones para mediados de este siglo. La victoria de Joe Biden significa que habrá un presidente en la Casa Blanca comprometido a tomar medidas audaces contra el cambio climático. Las tecnologías limpias como la solar, la eólica, las baterías y los vehículos eléctricos son cada vez más baratas y están ganando terreno en el mercado.

Y en los últimos días del año, el Congreso de EE. UU. logró autorizar (aunque aún no asignar) decenas de miles de millones de euros a proyectos de energía limpia dentro de una amplia ley de alivio del coronavirus. El paquete también estableció unos límites estrictos para los hidrofluorocarbonos, unos gases de efecto invernadero muy potentes que se utilizan en los frigoríficos y aparatos de aire acondicionado. 

Pero, el hecho de que por fin hayamos llegado a ese punto de inflexión, décadas después de que los científicos comenzaran a advertirnos de los peligros, importa menos que la rapidez y la constancia con la que reduzcamos las emisiones en el otro lado. Y ahí es donde preocupan  las señales más oscuras de 2020.

Demasiado lento

Incluso aunque hayamos alcanzado las emisiones máximas, no significa que el problema no vaya a peor al ritmo actual de crecimiento anual, e irá a peor.

Pues el dióxido de carbono se mantiene cientos de años en la atmósfera, así que cada tonelada adicional que emitimos intensifica aún más el cambio climático, prometiendo más o peores olas de calor, sequías, incendios forestales, hambrunas e inundaciones.

No debemos aplanar las emisiones, sino eliminarlas lo más rápido posible. Incluso entonces, tendremos que lidiar con el daño permanente que ya hemos causado.

Algunos argumentan que los cambios radicales en el comportamiento y las prácticas que entraron en vigor a medida que el coronavirus se extendía por todo el planeta son una prometedora señal de nuestra capacidad colectiva de abordar el cambio climático, lo cual no es en absoluto exacto. 

Puesto que ese tiempo, también el crecimiento económico se desplomó. Cientos de millones de trabajadores perdieron sus empleos. Centenares de miles de empresas han cerrado para siempre. La gente pasa hambre. Y el mundo se está volviendo mucho más pobre, lo cual no refleja un modus operandi aceptable para  frenar el cambio climático. 

Además, toda esa devastación solo sirvió para reducir alrededor del 6 % de las emisiones de gases de efecto invernadero en Estados Unidos en 2020, según las estimaciones de BloombergNEF. Las previsiones para el resto del mundo son más o menos similares. Esas reducciones de la contaminación tuvieron un enorme coste económico, entre 2.610 euros y 4.405 euros por tonelada de carbono, según los cálculos anteriores del Rhodium Group.

Necesitaríamos recortes sostenidos de esa magnitud, año tras año durante décadas, para evitar niveles de calentamiento mucho más peligrosos de los que ya estamos viendo. No obstante, es probable que las emisiones se acerquen de nuevo a los niveles de 2019 tan pronto como la economía se recupere.

Tenemos que transformar la economía, no detenerla. Y esa transformación está ocurriendo demasiado despacio.

Política polarizada

Que las tecnologías limpias se están volviendo más baratas y competitivas es una noticia fabulosa. El problema consiste en que todavía representan una pequeña fracción del mercado: los vehículos eléctricos son solo aproximadamente el 3 % de las ventas de coches nuevos en todo el mundo, mientras que las energías renovables generaron un poco más del 10 % de la electricidad mundial el año pasado.

Además, apenas hemos comenzado la transición de los sectores industriales más difíciles de limpiar, como el carbón, el cemento, el acero, el transporte marítimo, la agricultura y la aviación. Y la parte "neta" de los planes nacionales y corporativos de cero emisiones depende de los enormes niveles de eliminación de carbono y esfuerzos de compensación que no hemos demostrado ni remotamente que podamos llevar a cabo de manera fiable, asequible, permanente y a escala.

Según un estudio de la Universidad de Princeton (EE. UU.) publicado el mes pasado, poner a EE. UU. en el camino correcto para eliminar las emisiones en toda su economía requerirá inversiones masivas, que deben comenzar ya. Solo en la próxima década, EE. UU. tendrá que invertir más de dos billones de euros, poner 50 millones de vehículos eléctricos en las carreteras, cuadriplicar los recursos solares y eólicos y aumentar la capacidad de las líneas de transmisión de alta tensión en un 60 %, entre muchas otras cosas.

El análisis encontró que la nación también necesita dedicar de inmediato mucho más dinero a la investigación y al desarrollo si queremos empezar a escalar distintas tecnologías emergentes más allá de 2030, como la captura y eliminación de carbono, los combustibles neutrales en carbono y los procesos industriales más limpios.

Desde luego que la elección de Biden es una buena noticia para el cambio climático. Pero resulta difícil imaginar, dados los resultados de las elecciones del Congreso de EE. UU. y el clima político tan polarizado, si será capaz de impulsar el tipo de las estrictas políticas climáticas que hacen falta para que las cosas se muevan a la velocidad necesaria, como el elevado precio del carbono o normas que exigen rápidas reducciones de las emisiones.

Sembrar la discordia

Pero lo que más asusta sobre lo ocurrido en 2020 es que aunque los investigadores y los activistas llevan mucho tiempo suponiendo, o esperando, que la gente empezaría a tomarse en serio el cambio climático cuando comenzara a causar daños reales, lo que hemos visto en la pandemia no lo corrobora. 

Incluso después de casi dos millones de personas hayan muerto por la COVID-19, una gran parte de la población sigue negando esta amenaza a la salud y se niega a cumplir las medidas básicas de salud pública, como usar mascarilla y cancelar los viajes para los días festivos de Navidad.

Eso es aterrador por sí solo, pero es especialmente preocupante para el cambio climático.

En un ensayo publicado en agosto, cuando los fallecimientos por la COVID-19 en todo el mundo llegaban a alrededor de 600.000, Bill Gates señaló que las muertes por el cambio climático podrían alcanzar ese nivel en 2060, pero a nivel anual. A finales de este siglo, el número de muertos podría ser cinco veces mayor.

Los políticos aún pueden encontrar algunas formas de minimizar los peligros y aprovechar este problema para sembrar la división, en lugar de buscar una causa común. Y es posible que simplemente aprendamos a vivir con los riesgos elevados, especialmente porque dañarán de manera desproporcionada a las personas en las partes más pobres y cálidas del mundo que tuvieron menos que ver con causar el cambio climático.

Pero, temo que todavía no reconocemos completamente que estamos a punto de fracasar de una manera muy trágica. Teniendo en cuenta en qué punto están nuestras emisiones y dónde deberían estar, es casi imposible ver cómo vamos a movernos lo suficientemente rápido en este sentido para evitar la subida en 2˚C del calentamiento global. Y eso conllevará unos niveles asombrosos de muertes, sufrimiento y destrucción ecológica que se podían haber prevenido.

EDITORIAL

En España sabemos algo de desastres naturales, pues es bastante probable que la actual pandemia, junto a la mayor tormenta en 50 años que estamos viviendo esta semana o los huracanes que se acercan a nuestras costas en los últimos años, tengan algo que ver con el cambio climático.

En cualquier caso, el tiempo dará y quitará razones, pero también es probable que ya sea demasiado tarde.

Fuente: technologyreview.es

PANDEMIA. "Una persona vacunada aún podría transmitir el coronavirus"

 La experta en el impacto de la tecnología en la sociedad Nita Farahany rechaza los pasaportes de vacunación por su potencial para erosionar la confianza en la ciencia y aumentar las desigualdades de la pandemia, y cree que todavía es pronto para obligar a la población a vacunarse

A medida que las distintas vacunas contra el coronavirus (COVID-19) empiezan a administrarse, los expertos han abierto un debate sobre los aspectos a favor y en contra de los pasaportes de vacunación contra la COVID-19 y otros tipos de certificados. A primera vista, a idea parece simple: aquellos que puedan demostrar que han sido vacunados tendrían permiso para acudir a distintos lugares y realizar algunas actividades que las personas no vacunadas no podrían.

Existen pruebas preliminares de que las primeras vacunas autorizadas para su uso en emergencia son altamente efectivas. Las empresas de tecnología y salud están presentando propuestas para que la vacunación se convierta en un requisito para participar en diversas actividades públicas, pero, esa idea plantea una serie de preguntas sobre la salud de la comunidad, la equidad y de lo que sabemos realmente sobre la inmunidad contra la COVID-19.

La profesora de Derecho y Filosofía en la Universidad de Duke (EE. UU.), donde también ejerce como directora de la Iniciativa para la Ciencia y la Tecnología, Nita Farahany, es una destacada experta en cómo la tecnología y las biociencias afectan a la sociedad. De 2010 a 2017, formó parte del Comité Presidencial de Bioética de EE. UU.

¿Tenemos suficiente conocimiento científico sobre la COVID-19 como para poder usar un sistema de pasaportes de vacunación con la confianza de que evitará la propagación?

Los datos que tenemos de los estudios de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y AstraZeneca y de los de Moderna son realmente limitados. Sugieren una posible reducción en la transmisión, pero no una eliminación de la propagación. Una persona puede vacunarse y no sufrir una carga grave de enfermedad si se contagia; de hecho, es posible que sea completamente asintomática, pero, aun así, podría transmitir el virus a otras personas.

Tenemos información básica sobre cómo se van a empiezar a distribuir las vacunas. ¿Cómo podría un pasaporte de vacunación generar desigualdad?

Si la vuelta la normalidad se basa en el momento en el que se recibe la vacuna, eso podría reforzar aún más las desigualdades que ya han surgido. La confianza de las poblaciones minoritarias en la atención médica y en las instituciones sanitarias es muy baja en este momento. Condicionar su reincorporación a la sociedad en función de si reciban o no la vacuna es profundamente problemático cuando ya tienen esos niveles tan altos de desconfianza pública. Creo que eso erosiona la confianza aún más. Podría entorpecer el plan de vacunación, la asistencia sanitaria y la confianza en la sanidad y en la ciencia incluso más de lo que ya lo ha hecho.

Las personas que están dispuestas a vacunarse y que tienen niveles más altos de confianza o que pueden acceder antes a la vacuna, serán las primeras en conseguir trabajo cuando las empresas reabran. Tendrían el acceso directo a las escuelas y a cada una de estas diferentes actividades o entradas para eventos.  Al final, las profundas desigualdades que han surgido como parte de la pandemia tendrían mucho más impacto a largo plazo.

¿Existen precedentes históricos de limitar el acceso a los servicios como algunos proponen?

Se me ocurren las pruebas de alfabetización que alguna gente en el pasado ha intentado implementar como forma de eliminar el derecho al voto de toda una parte de la sociedad. Eso favorece aún más a aquellas personas que ya tenían acceso a mayores recursos para recibir una mejor educación. Ese tipo de pruebas de alfabetización al final fueron descartadas debido a la estratificación y a la exclusión que presentaban.

¿No podríamos simplemente exigir a las personas que se vacunen?

La Autorización de Uso en Emergencia no es lo mismo que una aprobación regulatoria completa de un medicamento, dispositivo o vacuna, que solo se puede obtener después de que ese medicamento se haya estudiado durante un período más largo. Si la gente quiere optar por esperar y ver más datos, especialmente en un momento en el que la desconfianza pública es máxima y la confianza en los organismos sanitarios públicos se ha visto realmente desafiada durante esta pandemia, creo que deberíamos permitir que la gente espere sin sufrir las consecuencias de exclusión de la sociedad por su decisión.

Me imagino que una vez que lleguemos al punto en el que la vacuna contra la COVID-19 esté ampliamente disponible y tengamos muy buenos datos sobre su uso, es posible que necesitemos ponerla como un requisito. No estoy abogando por una prohibición absoluta del estado de vacunación. Sostengo que no debería ser una práctica generalizada. Aún no. Ahora no.

¿Cuándo deberíamos considerar abandonar las tecnologías o sistemas emergentes que anteriormente pensamos que podrían ser una solución?

Necesitamos una directiva que diga que no se puede usar el estado de vacunación como base para discriminar a las personas en su participación en el empleo, en las escuelas, en las actividades de ocio, hasta nuevo aviso. Se podría actualizar ese aviso adicional en cuanto tengamos mejores datos, cuando [las vacunas] obtengan la aprobación regulatoria completa, cuando estén distribuidas y completamente disponibles.

[En Estados Unidos] la Secretaría de Sanidad y Servicios Sociales puede definir los términos en los que la sociedad recibe o no la vacuna en este momento. Podrían emitir directrices para que no se pueda condicionar la participación en la sociedad en función del estado de vacunación, o un enfoque más específico al respecto: sería posible hacer algo así si se trata de las siguientes situaciones, y las restricciones están justificadas en esas circunstancias.

Entonces, ¿cómo podemos equilibrar el regreso seguro a la vida antes de la COVID-19 protegiendo las libertades civiles?

Creo que los legisladores y políticos deberían pensar en cómo restaurar la confianza de los ciudadanos en la ciencia pública. Cuanta más confianza haya, más probabilidades hay de que la gente adopte el distanciamiento social, las mascarillas y otros procedimientos que pueden ayudarnos a llegar al otro lado de esta pandemia global. Las vacunas son una parte de eso, pero no son la respuesta completa. Trabajar para recuperar la fe pública de manera que las personas puedan respetar esos mecanismos multifacéticos para protegerse a sí mismas y a los demás significará que saldremos de esto mucho más rápido.

¿Qué les diría a aquellos que están dispuestos a ponerse la vacuna y tienen la posibilidad para recibirla y no ven un problema en requerir la vacunación para la participación cuando todo se vuelva a abrir de nuevo?

El tipo de sociedad en la que vivimos, el tipo de normas que se desarrollan y ese tipo de justicia de la sociedad es algo que realmente nos afecta a todos. Independientemente de si alguien esté o no en el grupo privilegiado esta vez, es posible que en la próxima no lo esté. Al principio de la pandemia, mucha gente decía cosas como, simplemente, hay que exigir a las personas más vulnerables que se queden en casa, y el resto de nosotros deberíamos poder seguir con nuestra vida tan contentos. Pero, resultó que todo el mundo estaba relacionado o conocía a alguien vulnerable, y que el virus no era tan discriminatorio como la gente esperaba o creía que era.

Nos estamos acercando mucho al punto en el que todos conocen a alguien afectado y nos damos cuenta de que no se trata de cuánto dinero tenga una persona ni de su nivel de educación. El hecho de que este tipo de tragedia pueda ocurrirnos a nosotros mismos o a alguien a quien amamos, debería animarnos a todos a entender que estamos juntos en esto. La única forma de salir de esto es si salimos todos juntos.

Fuente: technologyreview.es

POPULISMO VERSUS TRUMPISMO. ¿Qué tiene Vox de Trump?

 La extrema derecha populista bebe del manual político del presidente saliente de Estados Unidos: crispación y redes sociales para socavar la democracia. Así que, en mi opinión, al trumpismo lo veo más como complemento del populismo, que en compentencia entre ambos, aunque conjuntamente son el doble de dañinos para la democracia.

No es casualidad que la ultraderecha española fuera la última en pronunciarse sobre el asalto al Capitolio alentado por el presidente de EEUU, Donald Trump. Vox, el satélite ibérico del trumpismo, tuvo que medir muy bien las palabras que su líder, Santiago Abascal, vertió en Twitter sobre el asunto. No podía decir cualquier cosa, porque su manual político bebe directamente del todavía mandatario estadounidense. El jefe de Vox es la veleta que sigue la dirección del actual inquilino de la Casa Blanca.

Me extraña que a la izquierda progre le parezca tan mal el asalto al Capitolio.

Aquí tenemos a un vicepresidente que llamaba a asaltar el Congreso.

Aquí tenemos a una Generalidad gobernada por los que asaltaron el parlamento catalán.

HILO

— Santiago Abascal 🇪🇸 (@Santi_ABASCAL) January 6, 2021

El viento que conecta a Trump con Abascal se llama Steve Bannon. El asesor estadounidense, urdidor de la estrategia que llevó al magnate de la construcción al despacho oval, se reunió con los ultras españoles en 2017. Desde entonces, los giros discursivos de Vox son un reflejo de lo que se escucha en la avenida de Pensilvania, la vía que une la mesa de Trump con el Capitolio.

El problema es que la política del odio y de la crispación tiene consecuencias. Este miércoles se vieron en Estados Unidos las consecuencias de cuatro años de política para dividir. Las imágenes, difíciles de olvidar, pasarán a la historia de la democracia moderna más antigua del planeta porque el instigador del asalto a la Cámara legislativa fue el propio presidente, quien calentó el ambiente con continuas alusiones al “fraude electoral” en las elecciones.

Vox, en España, se ha esforzado cada vez que ha podido en calificar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, —y al resto del Ejecutivo— como “ilegítimo”, “fake”, “estafador” y responsable de “un repugnante fraude electoral” tras el 10-N. Hasta llamó a un “levantamiento popular contra el Gobierno traidor”. ¿Le suena?

📰 @Santi_ABASCAL hace un llamamiento a la movilización el 12 de enero en toda España ante el repugnante fraude electoral de Sánchez.

📢 Levantamiento popular contra el Gobierno traidor, ilegítimo y enemigo de la soberanía nacional #EspañaExiste 🇪🇸https://t.co/ouEmAxmFqw

— VOX 🇪🇸 (@vox_es) January 5, 2020

“Vox calcó de Trump una estrategia de comunicación con un uso de las redes sociales que, básicamente, cortocircuita la mediación de los medios de comunicación tradicionales. Lo que hace, a través de la cuenta de Twitter sobre todo, pero también de Instagram y Facebook, es conectar directamente a las bases y al líder”, explica Marcos Reguera, investigador de la historia y la política de los Estados Unidos en la Universidad del País Vasco.

El jefe de la ultraderecha española buscó un enemigo interno para unir a sus votantes bajo una misma papeleta tal y como hizo Trump. “Abascal se presentó —y se presenta— como el salvador de los valores abandonados por la derecha tradicional que estarían en asalto por parte de la izquierda en el Gobierno. Algunos opinadores, como Federico Jiménez Losantos, han magnificado el relato de la antiEspaña y de la verdadera España”, detalla Reguera.

La realidad es que ya existía esa retórica antes de la irrupción de Vox. La ultraderecha solo ha seguido la deriva populista que abrió una parte del PP, jaleada desde ciertos medios de comunicación. “Esa idea se ha materializado en el imaginario de la derecha, sobre todo tras los intentos del independentismo catalán. Y se ha radicalizado tanto que para muchos electores el PP ya no es un garante suficiente de la integridad territorial de España. Abascal pesca en esa dicotomía de la verdadera España y la antiEspaña y, a través de las redes, se erige en salvador nacional. En cierta medida replicó lo que ya hizo Trumpt, porque en el caso de Estados Unidos, el mensaje trumpista fue el mismo. Él recogió el guante de la amenaza a los valores americanos que la administración Bush vio en el enemigo exterior, en el terrorista, el yihadista… y lo volcó en la lógica del enemigo interior. Para Trump, el enemigo interior que quiere destruir la esencia de América en su país es el liberal, el ‘terrorista de las costas’. Y Trump también se erigió en el salvador dispuesto a evitarlo”, analiza el investigador de la Universidad del País Vasco.

El asalto del Capitolio pone en un aprieto a Vox, porque tiene que dilucidar si seguir su estela y tensar tanto. “En España, el espejo de los Republicanos es Vox. Ambos partidos son muy parecidos, tanto en política social como en política económica”, explica José Antonio Gupergui, catedrático de estudios norteamericanos de la Universidad de Alcalá y el Instituto Franklin. La clave para este experto es la economía: “Es necesario distinguir entre política social y económica porque son posicionamientos distintivos. Vox recurre a los elementos trumpistas: España primero y racismo”, zanja. Pero también comparten calculadora.

Tanto Abascal como Trump lanzan cantos de sirena a las clases trabajadoras. Y su programa económico es una oda a la agenda neoliberal: liberalización de la economía y reducción de impuestos, los mantras que instalaron los exmandatarios Ronald Reagan y Margaret Thatcher y que la pandemia del coronavirus puede estar dando carpetazo.

El caso es que ambos mezclan el rabioso liberalismo económico con el rechazo a la globalización; los dos abrazan el proteccionismo hacia el exterior y defienden a la vez cero reglas para el mercado interior. La receta de mensajes políticos de Trump y Abascal es muy parecida: crispación, división, deslegitimación del adversario y autocondescendencia, porque los dos solo ven conspiraciones en su contra. Y todo aderezado con un toque populista que se propaga muy bien a través de las redes sociales.

“Las formas populistas han servido a los de Abascal para penetrar en un nicho electoral similar al que en su día entró el propio Trump”

La distinguida lingüista Ruth Wodak, catedrática de análisis del discurso en la universidad británica de Lancaster, identificó cuatro ingredientes de la ideología que subyace en los partidos populistas de extrema derecha como Vox y que siguen la huella de Trump.

El primero es el fuerte chovinismo nacional que construyen con el lenguaje. No por casualidad, los asaltantes del Capitolio irrumpieron en la Cámara al grito de “¡USA, USA!”. De la misma manera que ‘España’ y ‘españoles’ son las palabras que más pronuncia Santiago Abascal y que más replican los suyos, megáfono en mano, en las manifestaciones de la ultraderecha.

El segundo es tener un grupo de extraños al que convertir en chivo expiatorio de los problemas de la nación. Esto, apunta la lingüista, les permite construir “una narración fácil para cuestiones muy complejas”. Además, también les sirve para instalar “las teorías de conspiración en la agenda”. Soros, Qanon...

Lo cierto es que no han sido pocas las veces que Vox ha recurrido a las conspiraciones para mitigar la frustración de sus votantes. La mayoría coinciden en encumbrar al multimillonario George Soros como urdidor de un plan diseñado para matar la esencia de las naciones occidentales. Estos disparates, según los expertos, funcionan porque dan explicaciones sencillas a problemas extremadamente complejos que al cerebro humano le cuesta asimilar.

Sea cual sea el desenlace de las elecciones americanas, de nuevo podemos constatar la ignorancia y la manipulación de medios, polítologos, encuestadores y opinadores.

Otra vez han quedado sus mentiras al descubierto. Trump puede sentirse ganador, por seguir en pie contra todos.

— Santiago Abascal 🇪🇸 (@Santi_ABASCAL) November 4, 2020

El tercer ingrediente es un marcado antielitismo. La nueva ola populista se dirige contra el ‘establishment’, es decir, contra empresarios, líderes de opinión, periodistas, medios de comunicación, intelectuales... “Todas las personas que supuestamente no escuchan ‘al nosotros’ y que tendrían intereses muy diferentes de los de ’las personas verdaderas”, explica Wodak. En los discursos de Santiago Abascal el objetivo es “el progre”. Y, en los de Trump, todo aquel que tenga instalada la app de The New York Times y viva en alguna de las costas del país.

El cuarto ingrediente, según Wodak, es el foco en la ley y el orden: “Una agenda para proteger a esta gente verdadera”. ¿Y cómo lo garantizan? A través de la estructura jerárquica del partido: “Esta estructura con frecuencia culmina en un líder carismático que encierra el espíritu de la ‘gente verdadera’ y rechaza al ‘otro’. El líder salvará al verdadero estadounidense o al verdadero austriaco o al verdadero pueblo británico de todos esos peligros. Ellos resolverán los problemas, protegerán a la gente y prometen esperanza”.

No es raro que Santiago Abascal se refiera a su partido como “un instrumento al servicio de España”, que ofrece directamente a los españoles para salvar la nación. “La España viva tiene su genio, tiene su pueblo y tiene a su rey. Y hoy España tiene también a Vox”, lanzó el jefe de la ultraderecha hace poco más de dos años en el primer mitin de Vistalegre antes de las elecciones andaluzas.

Plagio descarado

Quizá el ejemplo más claro de cómo Abascal ha calcado eslóganes trumpistas se vio durante su fracasada moción de censura. El líder de Vox atacó desde la tribuna a la Unión Europea, al multilateralismo, a la Organización Mundial de la Salud y a China. Y lo hizo con un tono poco habitual. “China debe pagar”, llegó a exclamar Abascal.

Y es que si hay una copia descarada de la estrategia comunicativa de Trump por parte de la ultraderecha española, es la expresión ‘virus chino’ para referirse al SARS-CoV2. Esas dos palabras han calado en las filas de Vox. No importa que casi nadie se refiera así al coronavirus. Si Trump dice ‘virus chino’, Abascal y los suyos dirán ‘virus chino’.

Estas formas populistas están sirviendo a los de Abascal para intentar penetrar en un nicho electoral similar al que en su día entró Trump y que le aupó a la presidencia: personas defraudadas, frustradas y cabreadas con el sistema cuyo voto equivale a protesta, indignación y resistencia frente a un entorno laboral y personal que perciben amenazador. La mayoría de estudios ponen rostro a estas personas. Son los perdedores de la globalización, quienes por las deslocalizaciones empresariales terminaron en la cola del paro o con un salario por debajo de sus capacidades.

“Ambos mezclan el rabioso liberalismo con el rechazo a la globalización; el abrazo al proteccionismo económico hacia el exterior con casi cero reglas para el mercado interior”

La pregunta que solo el tiempo responderá es cómo digerirá la ultraderecha española el abrupto final de la etapa de Trump. ”Van a seguir una línea parecida porque han tomado referentes de comunicación política. Espinosa de los Monteros reivindicó hace unos días la figura de Trump para que le dieran el Nobel de la paz. Después de esto habrá una parte del discurso de Vox que cambiará, sobre todo en lo referido a esa reivindicación de la figura de Donald Trump. Pero, en el fondo, como el fundamento del discurso de Vox se basa en una lógica política y discursiva del populismo que ya existía en España, construida por el PP, la ultraderecha entonces ya tiene el modelo de comunicación y su relación con las bases tomada del trumpismo, así que irá abandonando de manera sutil las referencias cuando empiecen los procesos contra él. Harán una huida hacia delante con el mismo discurso de la antiEspaña que a Trump le funcionó tan bien”, vaticina el investigador de la Universidad del País Vasco.

Abascal reniega de la violencia, pero llegó a asegurar que si su gente fuera violenta alguna vez, sería un día terrible “para la chusma comunista y separatista”.

Nuestra gente no es ni de lejos tan violenta como la chusma comunista y separatista, pero si alguna vez lo fuera, sería un día terrible para ellos.

@Santi_ABASCAL 💪🇪🇸 pic.twitter.com/1ZlDnliMCv

— VOX 🇪🇸 (@vox_es) July 4, 2020

Fuente: Huffingtonpost.es

APP. Aplicación que detecta 98,5% de contagios por COVID-19 aún no está disponible

 Cualquier invento que sirva para luchar contra la pandemia es bienvenido. La tardanza en aprobarlos o difundirlos puede hacer que lleguen cuando lo peor haya pasado

El mundo no estaba preparado para la pandemia del coronavirus, pero, sin embargo, desde el principio de la pandemia se han desarrollado numerosas innovaciones científicas, prometedoras, que podrían colaborar en la reducción del número de muertes al menos hasta que todo el mundo pueda vacunarse. ¿Por qué no están disponibles?

Un prueba para saber si estás contagiado a través del teléfono

A finales de septiembre, investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, en sus siglas en inglés) anunciaron que habían desarrollado un algoritmo capaz de detectar los contagios de manera precisa y que funciona a través del teléfono móvil. El MIT afirma que cuando los participantes del estudio se forzaron a toser, el algoritmo detectó con éxito el 98,5% de las infecciones de COVID-19 de las personas que tenían tos y el 100% en el caso de las personas sin síntomas.

Si se lanzara como aplicación, este desarrollo tecnológico podría significar la posibilidad de detectar los contagios en cualquier momento y lugar. Esto explicaron en un artículo científico revisado de manera independiente: "La tecnología de Inteligencia Artificial puede distribuirse al instante y permitir un examen gratuito, no invasivo, en tiempo real, en cualquier momento y a gran escala de los casos asintomáticos que permite mejorar el enfoque actual a la hora de contener la expansión de la COVID-19. En la práctica, podría usarse para examinar a diario a estudiantes, trabajadores y ciudadanía en general, en escuelas, centros de trabajo o transporte público. También podrían realizarse pruebas agregadas en grupos que permitan alertar rápidamente cuando se produce un brote en ciertos colectivos".

El impacto de esta tecnología sería inmenso. Hoy, los resultados pueden tardar en procesarse hasta una semana. Los retrasos y la escasez de las pruebas de detección se deben a motivos como rupturas en la cadena de suministro de hisopos y componentes químicos o a la presión que sufren los técnicos de laboratorio, que procesan un gran número de pruebas. El examen solo puede informar de casos ya positivos en el momento de su realización. No de si hay un contagio después. Esto, por tanto, podría llevar a una sensación de seguridad falsa.

Una prueba instantánea de detección de la COVID-19 realizada desde el teléfono móvil cambiaría el estado actual de las cosas y salvaría innumerables vidas. Los desarrolladores dicen que tienen intención de que la tecnología esté disponible como aplicación en espera de la aprobación por parte de las autoridades pero no está claro cuál es el calendario con el que se prevé que esté al alcance del público. (El equipo no respondió a las peticiones de entrevista).

Una mascarilla N95 reutilizable

Las mascarillas N95, las de mayor protección ante la COVID-19, han escaseado y eso ha supuesto la muerte de incontables doctores y personal de enfermería. Pero, ¿cuál es el motivo de esta escasez? La sobrecarga en la cadena de producción del material necesario para fabricar las mascarillas, que necesita de maquinaria muy cara.

En julio, un grupo de investigadores del MIT y del hospital Brigham and Women’s recibieron mucha atención por parte de los medios después de inventar una mascarilla N95 de silicona reutilizable, la cual resistía a repetidas esterilizaciones a alta temperatura y con lejía. Eso la haría ideal para contextos hospitalarios. Dicha mascarilla, que requiere de mucho menos material que la N95 estándar, podría fabricarse sin problema en Estados Unidos. Y, a diferencia de lo que sucede con la N95 normal, podría reutilizarse 100 veces.

A finales de 2020, la compañía estadounidense 3M había fabricado 2.000 millones de mascarillas N95 para atender a la demanda. Este hecho sólo sirve para incrementar la crisis de la contaminación por plástico. Una mascarilla reutilizable contribuiría a evitar la montaña de desperdicios que termina en el océano o en el aire en los casos en los que se incinera.

Mascarilla N95 del MIT
Según Adam Wentworth, ingeniero e investigador que trabaja para mejorar esta mascarilla, aún están en fase de recaudación de fondos para crear el prototipo final. Cuando logren su meta económica, tendrían que someterla a la aprobación de las autoridades competentes. Ese proceso, incluso si se declarara prioritario, podría alargarse hasta seis meses. Puede que haya mucha gente vacunada antes de que llegue la mascarilla. Cuando esté aprobada, es posible que la pandemia haya terminado.

Aguas residuales

Sabemos que las personas infectadas por coronavirus pueden ser asintomáticas hasta dos semanas antes de saber que están enfermas. Eso significa que los métodos para la detección temprana son fundamentales para frenar la expansión del virus.

En mayo de 2020, el medio de información científica Stat News informó de que las pruebas en aguas residuales ofrecían un mecanismo esperanzador para detectar rápidamente casos de COVID-19. Poco después, Alemania, Finlandia y los Países Bajos anunciaron que comenzarían a revisar estas aguas para localizar casos de COVID-19. En Estados Unidos, la senadora Dianne Feinstein pidió en julio al Departamento de Salud que pusiera en marcha esta tecnología a escala nacional, pero su adopción ha sido lenta.

Varias universidades, entre las que se incluye el MIT, ya están utilizando sistemas de prueba en aguas residuales para adelantarse a los brotes en el campus. Este método ya resultó útil para detener un brote en una residencia de la Universidad de Arizona en agosto, pero la mayor parte del país aún no se beneficia de un sistema de detección temprana efectiva que ya ha demostrado su utilidad. 

Sabemos que nos adentramos en la fase más mortal de la pandemia, con más casos y fallecimientos que los registrados en picos previos la primavera pasada. Las vacunas ya comienzan a circular en el Reino Unido, China, Estados Unidos y algunos países más a gran velocidad. La cuestión ahora es saber si alguna de estas tecnologías se emplearán cuando más necesarias son, es decir, justo ahora, o si se extenderán sólo cuando salgamos de esta pandemia. Uno espera que la "velocidad de la luz" no se limite a la vacuna sino también a otras tecnologías. Pero no tiene buena pinta.

Fuente: El Diario.es