La extrema derecha populista bebe del manual
político del presidente saliente de Estados Unidos: crispación y redes sociales para socavar la
democracia. Así que, en mi opinión, al trumpismo lo veo más como complemento del populismo, que en compentencia entre ambos, aunque conjuntamente son el doble de dañinos para la democracia.
No es casualidad que la ultraderecha
española fuera la última en pronunciarse sobre el asalto al Capitolio alentado
por el presidente de EEUU, Donald Trump. Vox, el satélite ibérico del
trumpismo, tuvo que medir muy bien las palabras que su líder, Santiago Abascal,
vertió en Twitter sobre el asunto. No podía decir cualquier cosa, porque su
manual político bebe directamente del todavía mandatario estadounidense. El
jefe de Vox es la veleta que sigue la dirección del actual inquilino de la Casa
Blanca.
Me
extraña que a la izquierda progre le parezca tan mal el asalto al Capitolio.
Aquí
tenemos a un vicepresidente que llamaba a asaltar el Congreso.
Aquí
tenemos a una Generalidad gobernada por los que asaltaron el parlamento
catalán.
HILO ⬇️
—
Santiago Abascal 🇪🇸 (@Santi_ABASCAL) January 6, 2021
El viento que conecta a Trump con
Abascal se llama Steve Bannon. El asesor estadounidense, urdidor de la
estrategia que llevó al magnate de la construcción al despacho oval, se reunió
con los ultras españoles en 2017. Desde entonces, los giros discursivos de Vox
son un reflejo de lo que se escucha en la avenida de Pensilvania, la vía que
une la mesa de Trump con el Capitolio.
El problema es que la política del
odio y de la crispación tiene consecuencias. Este miércoles se vieron en
Estados Unidos las consecuencias de cuatro años de política para dividir. Las
imágenes, difíciles de olvidar, pasarán a la historia de la democracia moderna
más antigua del planeta porque el instigador del asalto a la Cámara legislativa
fue el propio presidente, quien calentó el ambiente con continuas alusiones al
“fraude electoral” en las elecciones.
Vox, en España, se ha esforzado cada
vez que ha podido en calificar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, —y al
resto del Ejecutivo— como “ilegítimo”, “fake”, “estafador” y responsable de “un
repugnante fraude electoral” tras el 10-N. Hasta llamó a un “levantamiento
popular contra el Gobierno traidor”. ¿Le suena?
📰 @Santi_ABASCAL hace un llamamiento a
la movilización el 12 de enero en toda España ante el repugnante fraude
electoral de Sánchez.
📢 Levantamiento popular contra el
Gobierno traidor, ilegítimo y enemigo de la soberanía nacional #EspañaExiste 🇪🇸https://t.co/ouEmAxmFqw
— VOX 🇪🇸 (@vox_es) January 5, 2020
“Vox calcó de Trump una estrategia de
comunicación con un uso de las redes sociales que, básicamente, cortocircuita
la mediación de los medios de comunicación tradicionales. Lo que hace, a través
de la cuenta de Twitter sobre todo, pero también de Instagram y Facebook, es
conectar directamente a las bases y al líder”, explica Marcos Reguera,
investigador de la historia y la política de los Estados Unidos en la
Universidad del País Vasco.
El jefe de la ultraderecha española
buscó un enemigo interno para unir a sus votantes bajo una misma papeleta tal y
como hizo Trump. “Abascal se presentó —y se presenta— como el salvador de los
valores abandonados por la derecha tradicional que estarían en asalto por parte
de la izquierda en el Gobierno. Algunos opinadores, como Federico Jiménez
Losantos, han magnificado el relato de la antiEspaña y de la verdadera España”,
detalla Reguera.
La realidad es que ya existía esa
retórica antes de la irrupción de Vox. La ultraderecha solo ha seguido la deriva
populista que abrió una parte del PP, jaleada desde ciertos medios de
comunicación. “Esa idea se ha materializado en el imaginario de la derecha,
sobre todo tras los intentos del independentismo catalán. Y se ha radicalizado
tanto que para muchos electores el PP ya no es un garante suficiente de la
integridad territorial de España. Abascal pesca en esa dicotomía de la
verdadera España y la antiEspaña y, a través de las redes, se erige en salvador
nacional. En cierta medida replicó lo que ya hizo Trumpt, porque en el caso de
Estados Unidos, el mensaje trumpista fue el mismo. Él recogió el guante de la
amenaza a los valores americanos que la administración Bush vio en el enemigo
exterior, en el terrorista, el yihadista… y lo volcó en la lógica del enemigo
interior. Para Trump, el enemigo interior que quiere destruir la esencia de
América en su país es el liberal, el ‘terrorista de las costas’. Y Trump
también se erigió en el salvador dispuesto a evitarlo”, analiza el investigador
de la Universidad del País Vasco.
El asalto del Capitolio pone en un
aprieto a Vox, porque tiene que dilucidar si seguir su estela y tensar tanto.
“En España, el espejo de los Republicanos es Vox. Ambos partidos son muy
parecidos, tanto en política social como en política económica”, explica José
Antonio Gupergui, catedrático de estudios norteamericanos de la Universidad de
Alcalá y el Instituto Franklin. La clave para este experto es la economía: “Es
necesario distinguir entre política social y económica porque son
posicionamientos distintivos. Vox recurre a los elementos trumpistas: España
primero y racismo”, zanja. Pero también comparten calculadora.
Tanto Abascal como Trump lanzan cantos
de sirena a las clases trabajadoras. Y su programa económico es una oda a la
agenda neoliberal: liberalización de la economía y reducción de impuestos, los
mantras que instalaron los exmandatarios Ronald Reagan y Margaret Thatcher y
que la pandemia del coronavirus puede estar dando carpetazo.
El caso es que ambos mezclan el
rabioso liberalismo económico con el rechazo a la globalización; los dos
abrazan el proteccionismo hacia el exterior y defienden a la vez cero reglas
para el mercado interior. La receta de mensajes políticos de Trump y Abascal es
muy parecida: crispación, división, deslegitimación del adversario y
autocondescendencia, porque los dos solo ven conspiraciones en su contra. Y
todo aderezado con un toque populista que se propaga muy bien a través de las
redes sociales.
“Las formas populistas han servido a
los de Abascal para penetrar en un nicho electoral similar al que en su día
entró el propio Trump”
La distinguida lingüista Ruth Wodak,
catedrática de análisis del discurso en la universidad británica de Lancaster,
identificó cuatro ingredientes de la ideología que subyace en los partidos
populistas de extrema derecha como Vox y que siguen la huella de Trump.
El primero es el fuerte chovinismo
nacional que construyen con el lenguaje. No por casualidad, los asaltantes del
Capitolio irrumpieron en la Cámara al grito de “¡USA, USA!”. De la misma manera
que ‘España’ y ‘españoles’ son las palabras que más pronuncia Santiago Abascal
y que más replican los suyos, megáfono en mano, en las manifestaciones de la
ultraderecha.
El segundo es tener un grupo de
extraños al que convertir en chivo expiatorio de los problemas de la nación.
Esto, apunta la lingüista, les permite construir “una narración fácil para
cuestiones muy complejas”. Además, también les sirve para instalar “las teorías
de conspiración en la agenda”. Soros, Qanon...
Lo cierto es que no han sido pocas las
veces que Vox ha recurrido a las conspiraciones para mitigar la frustración de
sus votantes. La mayoría coinciden en encumbrar al multimillonario George Soros
como urdidor de un plan diseñado para matar la esencia de las naciones
occidentales. Estos disparates, según los expertos, funcionan porque dan
explicaciones sencillas a problemas extremadamente complejos que al cerebro
humano le cuesta asimilar.
Sea cual sea el desenlace de las elecciones
americanas, de nuevo podemos constatar la ignorancia y la manipulación de
medios, polítologos, encuestadores y opinadores.
Otra vez han quedado sus mentiras al
descubierto. Trump puede sentirse ganador, por seguir en pie contra todos.
— Santiago Abascal 🇪🇸 (@Santi_ABASCAL) November 4, 2020
El tercer ingrediente es un marcado antielitismo. La nueva ola populista se dirige contra el ‘establishment’, es
decir, contra empresarios, líderes de opinión, periodistas, medios de
comunicación, intelectuales... “Todas las personas que supuestamente no
escuchan ‘al nosotros’ y que tendrían intereses muy diferentes de los de ’las
personas verdaderas”, explica Wodak. En los discursos de Santiago Abascal el
objetivo es “el progre”. Y, en los de Trump, todo aquel que tenga instalada la
app de The New York Times y viva en alguna de las costas del país.
El cuarto ingrediente, según Wodak, es
el foco en la ley y el orden: “Una agenda para proteger a esta gente
verdadera”. ¿Y cómo lo garantizan? A través de la estructura jerárquica del
partido: “Esta estructura con frecuencia culmina en un líder carismático que
encierra el espíritu de la ‘gente verdadera’ y rechaza al ‘otro’. El líder
salvará al verdadero estadounidense o al verdadero austriaco o al verdadero
pueblo británico de todos esos peligros. Ellos resolverán los problemas,
protegerán a la gente y prometen esperanza”.
No es raro que Santiago Abascal se
refiera a su partido como “un instrumento al servicio de España”, que ofrece
directamente a los españoles para salvar la nación. “La España viva tiene su
genio, tiene su pueblo y tiene a su rey. Y hoy España tiene también a Vox”,
lanzó el jefe de la ultraderecha hace poco más de dos años en el primer mitin
de Vistalegre antes de las elecciones andaluzas.
Plagio descarado
Quizá el ejemplo más claro de cómo
Abascal ha calcado eslóganes trumpistas se vio durante su fracasada moción de
censura. El líder de Vox atacó desde la tribuna a la Unión Europea, al
multilateralismo, a la Organización Mundial de la Salud y a China. Y lo hizo
con un tono poco habitual. “China debe pagar”, llegó a exclamar Abascal.
Y es que si hay una copia descarada de
la estrategia comunicativa de Trump por parte de la ultraderecha española, es
la expresión ‘virus chino’ para referirse al SARS-CoV2. Esas dos palabras han
calado en las filas de Vox. No importa que casi nadie se refiera así al
coronavirus. Si Trump dice ‘virus chino’, Abascal y los suyos dirán ‘virus
chino’.
Estas formas populistas están
sirviendo a los de Abascal para intentar penetrar en un nicho electoral similar
al que en su día entró Trump y que le aupó a la presidencia: personas
defraudadas, frustradas y cabreadas con el sistema cuyo voto equivale a
protesta, indignación y resistencia frente a un entorno laboral y personal que
perciben amenazador. La mayoría de estudios ponen rostro a estas personas. Son
los perdedores de la globalización, quienes por las deslocalizaciones
empresariales terminaron en la cola del paro o con un salario por debajo de sus
capacidades.
“Ambos mezclan el rabioso liberalismo
con el rechazo a la globalización; el abrazo al proteccionismo económico hacia
el exterior con casi cero reglas para el mercado interior”
La pregunta que solo el tiempo
responderá es cómo digerirá la ultraderecha española el abrupto final de la
etapa de Trump. ”Van a seguir una línea parecida porque han tomado referentes
de comunicación política. Espinosa de los Monteros reivindicó hace unos días
la figura de Trump para que le dieran el Nobel de la paz. Después de esto
habrá una parte del discurso de Vox que cambiará, sobre todo en lo referido a
esa reivindicación de la figura de Donald Trump. Pero, en el fondo, como el fundamento
del discurso de Vox se basa en una lógica política y discursiva del populismo que
ya existía en España, construida por el PP, la ultraderecha entonces ya tiene
el modelo de comunicación y su relación con las bases tomada del trumpismo, así
que irá abandonando de manera sutil las referencias cuando empiecen los
procesos contra él. Harán una huida hacia delante con el mismo discurso de la
antiEspaña que a Trump le funcionó tan bien”, vaticina el investigador de la
Universidad del País Vasco.
Abascal reniega de la violencia, pero
llegó a asegurar que si su gente fuera violenta alguna vez, sería un día
terrible “para la chusma comunista y separatista”.
⚡ Nuestra gente no es ni de lejos tan
violenta como la chusma comunista y separatista, pero si alguna vez lo fuera,
sería un día terrible para ellos.
@Santi_ABASCAL 💪🇪🇸 pic.twitter.com/1ZlDnliMCv
— VOX 🇪🇸 (@vox_es) July 4, 2020
Fuente:
Huffingtonpost.es