Cualquier invento que sirva para luchar contra la pandemia es bienvenido. La tardanza en aprobarlos o difundirlos puede hacer que lleguen cuando lo peor haya pasado
El mundo no estaba preparado para la
pandemia del coronavirus, pero, sin embargo, desde el principio de la pandemia se
han desarrollado numerosas innovaciones científicas, prometedoras, que podrían
colaborar en la reducción del número de muertes al menos hasta que todo el
mundo pueda vacunarse. ¿Por qué no están disponibles?
Un prueba para saber si estás
contagiado a través del teléfono
A finales de septiembre,
investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, en sus siglas
en inglés) anunciaron que habían desarrollado un algoritmo capaz de detectar
los contagios de manera precisa y que funciona a través del teléfono móvil. El
MIT afirma que cuando los participantes del estudio se forzaron a toser, el
algoritmo detectó con éxito el 98,5% de las infecciones de COVID-19 de las
personas que tenían tos y el 100% en el caso de las personas sin síntomas.
Si se lanzara como aplicación, este
desarrollo tecnológico podría significar la posibilidad de detectar los
contagios en cualquier momento y lugar. Esto explicaron en un artículo
científico revisado de manera independiente: "La tecnología de
Inteligencia Artificial puede distribuirse al instante y permitir un examen
gratuito, no invasivo, en tiempo real, en cualquier momento y a gran escala de
los casos asintomáticos que permite mejorar el enfoque actual a la hora de
contener la expansión de la COVID-19. En la práctica, podría usarse para
examinar a diario a estudiantes, trabajadores y ciudadanía en general, en
escuelas, centros de trabajo o transporte público. También podrían realizarse
pruebas agregadas en grupos que permitan alertar rápidamente cuando se produce
un brote en ciertos colectivos".
El impacto de esta tecnología sería inmenso.
Hoy, los resultados pueden tardar en procesarse hasta una semana. Los retrasos
y la escasez de las pruebas de detección se deben a motivos como rupturas en la
cadena de suministro de hisopos y componentes químicos o a la presión que
sufren los técnicos de laboratorio, que procesan un gran número de pruebas. El
examen solo puede informar de casos ya positivos en el momento de su
realización. No de si hay un contagio después. Esto, por tanto, podría llevar a
una sensación de seguridad falsa.
Una prueba instantánea de detección de
la COVID-19 realizada desde el teléfono móvil cambiaría el estado actual de las
cosas y salvaría innumerables vidas. Los desarrolladores dicen que tienen
intención de que la tecnología esté disponible como aplicación en espera de la
aprobación por parte de las autoridades pero no está claro cuál es el
calendario con el que se prevé que esté al alcance del público. (El equipo no
respondió a las peticiones de entrevista).
Una mascarilla N95 reutilizable
Las mascarillas N95, las de mayor
protección ante la COVID-19, han escaseado y eso ha supuesto la muerte de
incontables doctores y personal de enfermería. Pero, ¿cuál es el motivo de esta
escasez? La sobrecarga en la cadena de producción del material necesario para
fabricar las mascarillas, que necesita de maquinaria muy cara.
En julio, un grupo de investigadores
del MIT y del hospital Brigham and Women’s recibieron mucha atención por parte
de los medios después de inventar una mascarilla N95 de silicona reutilizable,
la cual resistía a repetidas esterilizaciones a alta temperatura y con lejía.
Eso la haría ideal para contextos hospitalarios. Dicha mascarilla, que requiere
de mucho menos material que la N95 estándar, podría fabricarse sin problema en
Estados Unidos. Y, a diferencia de lo que sucede con la N95 normal, podría reutilizarse
100 veces.
A finales de 2020, la compañía
estadounidense 3M había fabricado 2.000 millones de mascarillas N95 para
atender a la demanda. Este hecho sólo sirve para incrementar la crisis de la
contaminación por plástico. Una mascarilla reutilizable contribuiría a evitar
la montaña de desperdicios que termina en el océano o en el aire en los casos
en los que se incinera.
Según Adam Wentworth, ingeniero e investigador que trabaja para mejorar esta mascarilla, aún están en fase de recaudación de fondos para crear el prototipo final. Cuando logren su meta económica, tendrían que someterla a la aprobación de las autoridades competentes. Ese proceso, incluso si se declarara prioritario, podría alargarse hasta seis meses. Puede que haya mucha gente vacunada antes de que llegue la mascarilla. Cuando esté aprobada, es posible que la pandemia haya terminado.
Aguas residuales
Sabemos que las personas infectadas
por coronavirus pueden ser asintomáticas hasta dos semanas antes de saber que
están enfermas. Eso significa que los métodos para la detección temprana son
fundamentales para frenar la expansión del virus.
En mayo de 2020, el medio de
información científica Stat News informó de que las pruebas en aguas residuales
ofrecían un mecanismo esperanzador para detectar rápidamente casos de COVID-19.
Poco después, Alemania, Finlandia y los Países Bajos anunciaron que comenzarían
a revisar estas aguas para localizar casos de COVID-19. En Estados Unidos, la
senadora Dianne Feinstein pidió en julio al Departamento de Salud que pusiera
en marcha esta tecnología a escala nacional, pero su adopción ha sido lenta.
Varias universidades, entre las que se
incluye el MIT, ya están utilizando sistemas de prueba en aguas residuales para
adelantarse a los brotes en el campus. Este método ya resultó útil para detener
un brote en una residencia de la Universidad de Arizona en agosto, pero la
mayor parte del país aún no se beneficia de un sistema de detección temprana
efectiva que ya ha demostrado su utilidad.
Sabemos que nos adentramos en la fase
más mortal de la pandemia, con más casos y fallecimientos que los registrados
en picos previos la primavera pasada. Las vacunas ya comienzan a circular en el
Reino Unido, China, Estados Unidos y algunos países más a gran velocidad. La
cuestión ahora es saber si alguna de estas tecnologías se emplearán cuando más
necesarias son, es decir, justo ahora, o si se extenderán sólo cuando salgamos
de esta pandemia. Uno espera que la "velocidad de la luz" no se
limite a la vacuna sino también a otras tecnologías. Pero no tiene buena pinta.
Fuente: El Diario.es