La experta en el impacto de la tecnología en la sociedad Nita Farahany rechaza los pasaportes de vacunación por su potencial para erosionar la confianza en la ciencia y aumentar las desigualdades de la pandemia, y cree que todavía es pronto para obligar a la población a vacunarse
A medida que las distintas vacunas
contra el coronavirus (COVID-19) empiezan a administrarse, los expertos han
abierto un debate sobre los aspectos a favor y en contra de los pasaportes de
vacunación contra la COVID-19 y otros tipos de certificados. A primera vista, a
idea parece simple: aquellos que puedan demostrar que han sido vacunados
tendrían permiso para acudir a distintos lugares y realizar algunas actividades
que las personas no vacunadas no podrían.
Existen pruebas preliminares de que
las primeras vacunas autorizadas para su uso en emergencia son altamente
efectivas. Las empresas de tecnología y salud están presentando propuestas para
que la vacunación se convierta en un requisito para participar en diversas
actividades públicas, pero, esa idea plantea una serie de preguntas sobre la
salud de la comunidad, la equidad y de lo que sabemos realmente sobre la
inmunidad contra la COVID-19.
La profesora de Derecho y Filosofía en
la Universidad de Duke (EE. UU.), donde también ejerce como directora de la
Iniciativa para la Ciencia y la Tecnología, Nita Farahany, es una destacada
experta en cómo la tecnología y las biociencias afectan a la sociedad. De 2010
a 2017, formó parte del Comité Presidencial de Bioética de EE. UU.
¿Tenemos suficiente conocimiento
científico sobre la COVID-19 como para poder usar un sistema de pasaportes de
vacunación con la confianza de que evitará la propagación?
Los datos que tenemos de los estudios
de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y AstraZeneca y de los de Moderna son
realmente limitados. Sugieren una posible reducción en la transmisión, pero no
una eliminación de la propagación. Una persona puede vacunarse y no sufrir una
carga grave de enfermedad si se contagia; de hecho, es posible que sea
completamente asintomática, pero, aun así, podría transmitir el virus a otras
personas.
Tenemos información básica sobre cómo
se van a empiezar a distribuir las vacunas. ¿Cómo podría un pasaporte de
vacunación generar desigualdad?
Si la vuelta la normalidad se basa en
el momento en el que se recibe la vacuna, eso podría reforzar aún más las
desigualdades que ya han surgido. La confianza de las poblaciones minoritarias
en la atención médica y en las instituciones sanitarias es muy baja en este
momento. Condicionar su reincorporación a la sociedad en función de si reciban
o no la vacuna es profundamente problemático cuando ya tienen esos niveles tan
altos de desconfianza pública. Creo que eso erosiona la confianza aún más.
Podría entorpecer el plan de vacunación, la asistencia sanitaria y la confianza
en la sanidad y en la ciencia incluso más de lo que ya lo ha hecho.
Las personas que están dispuestas a
vacunarse y que tienen niveles más altos de confianza o que pueden acceder
antes a la vacuna, serán las primeras en conseguir trabajo cuando las empresas
reabran. Tendrían el acceso directo a las escuelas y a cada una de estas
diferentes actividades o entradas para eventos.
Al final, las profundas desigualdades que han surgido como parte de la
pandemia tendrían mucho más impacto a largo plazo.
¿Existen precedentes históricos de
limitar el acceso a los servicios como algunos proponen?
Se me ocurren las pruebas de
alfabetización que alguna gente en el pasado ha intentado implementar como
forma de eliminar el derecho al voto de toda una parte de la sociedad. Eso
favorece aún más a aquellas personas que ya tenían acceso a mayores recursos
para recibir una mejor educación. Ese tipo de pruebas de alfabetización al
final fueron descartadas debido a la estratificación y a la exclusión que
presentaban.
¿No podríamos simplemente exigir a las
personas que se vacunen?
La Autorización de Uso en Emergencia
no es lo mismo que una aprobación regulatoria completa de un medicamento,
dispositivo o vacuna, que solo se puede obtener después de que ese medicamento
se haya estudiado durante un período más largo. Si la gente quiere optar por
esperar y ver más datos, especialmente en un momento en el que la desconfianza
pública es máxima y la confianza en los organismos sanitarios públicos se ha
visto realmente desafiada durante esta pandemia, creo que deberíamos permitir
que la gente espere sin sufrir las consecuencias de exclusión de la sociedad
por su decisión.
Me imagino que una vez que lleguemos
al punto en el que la vacuna contra la COVID-19 esté ampliamente disponible y
tengamos muy buenos datos sobre su uso, es posible que necesitemos ponerla como
un requisito. No estoy abogando por una prohibición absoluta del estado de
vacunación. Sostengo que no debería ser una práctica generalizada. Aún no.
Ahora no.
¿Cuándo deberíamos considerar
abandonar las tecnologías o sistemas emergentes que anteriormente pensamos que
podrían ser una solución?
Necesitamos una directiva que diga que
no se puede usar el estado de vacunación como base para discriminar a las
personas en su participación en el empleo, en las escuelas, en las actividades
de ocio, hasta nuevo aviso. Se podría actualizar ese aviso adicional en cuanto
tengamos mejores datos, cuando [las vacunas] obtengan la aprobación regulatoria
completa, cuando estén distribuidas y completamente disponibles.
[En Estados Unidos] la Secretaría de
Sanidad y Servicios Sociales puede definir los términos en los que la sociedad
recibe o no la vacuna en este momento. Podrían emitir directrices para que no
se pueda condicionar la participación en la sociedad en función del estado de
vacunación, o un enfoque más específico al respecto: sería posible hacer algo
así si se trata de las siguientes situaciones, y las restricciones están
justificadas en esas circunstancias.
Entonces, ¿cómo podemos equilibrar el
regreso seguro a la vida antes de la COVID-19 protegiendo las libertades
civiles?
Creo que los legisladores y políticos
deberían pensar en cómo restaurar la confianza de los ciudadanos en la ciencia
pública. Cuanta más confianza haya, más probabilidades hay de que la gente
adopte el distanciamiento social, las mascarillas y otros procedimientos que
pueden ayudarnos a llegar al otro lado de esta pandemia global. Las vacunas son
una parte de eso, pero no son la respuesta completa. Trabajar para recuperar la
fe pública de manera que las personas puedan respetar esos mecanismos
multifacéticos para protegerse a sí mismas y a los demás significará que
saldremos de esto mucho más rápido.
¿Qué les diría a aquellos que están
dispuestos a ponerse la vacuna y tienen la posibilidad para recibirla y no ven
un problema en requerir la vacunación para la participación cuando todo se
vuelva a abrir de nuevo?
El tipo de sociedad en la que vivimos,
el tipo de normas que se desarrollan y ese tipo de justicia de la sociedad es
algo que realmente nos afecta a todos. Independientemente de si alguien esté o
no en el grupo privilegiado esta vez, es posible que en la próxima no lo esté.
Al principio de la pandemia, mucha gente decía cosas como, simplemente, hay que
exigir a las personas más vulnerables que se queden en casa, y el resto de
nosotros deberíamos poder seguir con nuestra vida tan contentos. Pero, resultó
que todo el mundo estaba relacionado o conocía a alguien vulnerable, y que el
virus no era tan discriminatorio como la gente esperaba o creía que era.
Nos estamos acercando mucho al punto
en el que todos conocen a alguien afectado y nos damos cuenta de que no se
trata de cuánto dinero tenga una persona ni de su nivel de educación. El hecho
de que este tipo de tragedia pueda ocurrirnos a nosotros mismos o a alguien a
quien amamos, debería animarnos a todos a entender que estamos juntos en esto.
La única forma de salir de esto es si salimos todos juntos.
Fuente: technologyreview.es