Dice el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, que el arma económica más poderosa contra Putin y sus veleidades bélicas, es perseguir las fortunas de los oligarcas rusos en el extranjero, que suponen el 85% del PIB del país y permiten que siga en el poder a perpetuidad, como toda democracia que se precie de serlo.
Y también resulta evidente, que la respuesta de Occidente a la brutal agresión de Putin, a un país soberano como es Ucrania, consistirá en sanciones, principalmente financieras y económicas.
¿Pueden ser efectivas dichas sanciones?
La respuesta es que si pueden serlo y mucho, si
Occidente asume su propia corrupción, antes de estar dispuesto a eliminar la de los demás.
Según criterios
convencionales, el régimen de Putin no parece muy vulnerable, al menos a corto
plazo, aunque a medio y largo plazo acabará pagando un alto precio, pues no
habrá más acuerdos sobre gasoductos ni apenas inversiones extranjeras directas.
Las sanciones
financieras, reducirían la capacidad de Rusia de reunir y mover dinero en el
extranjero. Los efectos serán limitados a menos que Rusia sea excluida de
Swift, el sistema de pagos interbancarios con sede en Bélgica, que vendría a significar
la interrupción del suministro de gas, petróleo y minerales, procedente de Rusia, pero es el precio
a pagar por la continuación de la Democracia en Europa.
Sin embargo, las
democracias avanzadas del mundo cuentan con otra poderosa arma financiera
frente al régimen de Putin, si están dispuestas a utilizarla, cual es,
Perseguir las
inmensas fortunas en el extranjero de los oligarcas rusos que rodean a Putin y
le ayudan a mantenerse en el poder.
Tanto los gigantescos
yates de estos personajes, como sus multimillonarias franquicias deportivas, así
como sus palaciegas mansiones en múltiples países, son ejemplos de la
suntuosidad de estos oligarcas rusos, que curiosamente tienen en común, que nadie sabe de donde
sacaron el capital inicial para sus negocios. En Reino Unido hay tanto dinero
ruso a la vista de todos, que algunos lo llaman Londongrado.
Filip Novokment,
Thomas Piketty y Grabriel Zucman han señalado que Rusia ha registrado enormes
superávits comerciales anuales desde principios de la década de los 90, lo cual
debería haber dado lugar a grandes acumulaciones de activos en el extranjero.
Sin embargo, según las estadísticas oficiales, los activos de Rusia fuera de
sus fronteras solo superan moderadamente al pasivo. ¿Cómo es posible? La
explicación obvia es que los rusos ricos han ido llevándose cuantiosas fortunas de la Federación de Rusia y depositándolas en otros países.
Las cifras en
cuestión son asombrosas.
Novokment y coautores estiman que, en 2015, las fortunas ocultas en el extranjero de los rusos ricos
equivalían a alrededor del 85% del PIB de su país, lo cual implica que si en 2020 el PIB de Rusia era 1,5 billones de dólares, tendrían depositados en el extranjero
1,275 billones de dólares.
La visibilidad de la
élite rusa en el exterior no tiene precedentes en la historia, y crea una
enorme vulnerabilidad que Occidente puede y debe explotar.
Ahora bien, ¿pueden
los gobiernos democráticos perseguir estos activos?
Pues sí. La base
legal ya existe, por ejemplo, en la Ley para Contrarrestar a los Adversarios de
Estados Unidos mediante Sanciones, y también la capacidad técnica. De hecho,
Gran Bretaña congeló los activos de tres prominentes compinches de Putin a
principios de esta semana, y podría dar el mismo trato a otros muchos, al igual
que supongo la Unión Europea.
Así pues, tenemos los
medios para someter a una enorme presión financiera al régimen de Putin (y no a
la economía rusa), pero, ¿estamos dispuestos a hacerlo? Esa es la pregunta del
millón.
Llegados a este punto
se presentan dos aspectos, digamos políticamente incorrectos:
- El primero es que hay bastantes personas influyentes involucradas en estos tejemenejes, tanto del mundo de los negocios, como del mundo de la política, que se benefician del blanqueo de capitales procedentes de Rusia.
- El segundo es que será difícil perseguir el dinero ruso blanqueado sin complicarles la vida a todos los que practican el susodicho blanqueo, sean de donde sean.
Lo cual significa, que
adoptar medidas eficaces contra la mayor vulnerabilidad del sistema económico
de Putin exigiría enfrentarse a la propia corrupción de Occidente y derrotarla.
¿Puede el mundo democrático estar a la altura de este desafío o permitirá que el autócrata líder ruso siga ganando esta macabra partida de ajedrez?
EDITORIAL
Occidente debe aislar a Rusia y no debemos hacer negocios con quienes invaden y cometen crímenes de lesa humanidad en Ucrania, porque no es el primer país en sufrirlo, pero tampoco será el último.
Europa debe levantar las defensas porque las democracias europeas están siendo amenazadas, y como bien dijo Publio Flavio Vegecio, en el siglo IV a.C. " Si vis pacem, para bellum" o "si quieres la paz, prepárate para la guerra" .
Fuente: El
Pais.com