Con la fase de vacunación, es muy importante
averiguar cómo los diferentes aspectos de la respuesta inmune se correlacionan
con la protección y cuál es la mejor manera de medirlos
¿Cómo reacciona el sistema
inmunológico a la COVID-19?
El sistema inmunológico se compone de
varias partes, incluyendo una primera respuesta en la que participan las
células inmunológicas, las cuales alertan al cuerpo de un ataque y se adhieren
a las células infectadas. Esta respuesta lleva a la activación de lo que se
conoce como el sistema inmunológico "adaptativo", muy importante para
una futura inmunidad.
"El sistema inmunológico
adaptativo presenta un rasgo particular: tiene memoria y las vacunas aprovechan
esta característica", dice el profesor Danny Altmann, experto en
inmunología de enfermedades infecciosas en el Imperial College de Londres.
Dos tipos principales de glóbulos
blancos sanguíneos, conocidos como linfocitos, participan en el sistema
inmunológico. Las células B producen proteínas que actúan como anticuerpos y se
adhieren al virus para impedir que penetre en las células. Las células T matan
a las células infectadas por el virus y producen proteínas llamadas citoquinas.
Estas citoquinas ayudan a convertir a las células B en células sanguíneas de
larga vida que generan anticuerpos mucho mejores y en células sanguíneas B con
memoria capaces de desarrollar anticuerpos especializados si el cuerpo se
expone nuevamente al virus.
"Normalmente, la inmunidad de las
células T, la inmunidad de las células B, y su producto, los anticuerpos,
actúan mano a mano para derrotar a un virus", señala Altmann.
Pero los estudios han hallado que
mientras muchas de las personas infectadas por la COVID-19 tienen tanto células
T como anticuerpos para el virus, otras sólo parecen tener uno de los dos
elementos. "Es difícil saber lo que eso significa", añade el experto.
Además, las respuestas del sistema
inmunológico no son siempre útiles, algunas de las investigaciones más
recientes sugieren que algunos anticuerpos juegan un papel en determinadas
enfermedades como la COVID larga, donde los síntomas persisten durante muchas
semanas o meses después de la infección, ya que las proteínas causan estragos
que van desde la alteración de los mecanismos de defensa hasta el ataque a los
órganos.
¿Qué ocurre una vez que se supera la
infección?
Después de la infección, los niveles
de anticuerpos empiezan a disminuir, mientras que las células B y T de memoria
tienden a quedarse más tiempo. Un estudio científico publicado en julio sugería
que los niveles de anticuerpos de la COVID-19 disminuyen considerablemente en
un período de tres meses, hasta el punto de volverse indetectables en algunos
casos.
Algunas investigaciones sugieren
además que la velocidad y la escala de este descenso puede variar entre hombres
y mujeres. El nivel de anticuerpos producidos y el tiempo que permanecen en el
cuerpo parece estar directamente relacionado con la gravedad de la enfermedad.
Otra investigación que aún no ha
pasado el proceso de revisión por pares sugiere, sin embargo, que los
anticuerpos de la COVID-19 muestran sólo pequeñas disminuciones en un período
de seis meses después de la infección. El mismo estudio concluyó que los
niveles de células T caen a la mitad en un período de entre tres a cinco meses,
pero se estabilizan a los seis meses y que las células B de memoria se vuelven
más abundantes.
Dado que el COVID-19 es una enfermedad
nueva, tiene que pasar más tiempo antes de conocer con exactitud la trayectoria
a largo plazo de cada uno de estos componentes después de la infección. Deborah
Dunn-Walters, profesora de inmunología en la Universidad de Surrey, es
optimista: "El mero hecho de que esas células sigan ahí y que no las
veamos disminuir rápidamente hasta desaparecer, significa que podemos esperar
verlas reaparecer más tarde".
¿Qué significa todo esto para la
inmunidad?
Un estudio reciente concluyó que en un
brote de COVID-19 detectado en agosto a bordo de un barco pesquero, ninguno de
los tripulantes que ya tenía anticuerpos se infectó. "Si alguien ya tiene
los anticuerpos neutralizadores pertinentes, y en un nivel suficientemente
elevado, yo apuesto mi casa a que va estar protegido contra el virus",
dice Altmann.
Pero, ¿qué ocurre con las células de
memoria B y con las células T? Algunos estudios han informado que otros
coronavirus, incluyendo a aquellos característicos de algunos resfriados
comunes, habitualmente sabotean la producción de células de memoria B, lo que
significa que, por más que estas células sigan presentes, son menos efectivas
de lo que podría esperarse de ellas.
"Hay documentos científicos muy
buenos publicados que señalan que esa es la razón por la cual estos coronavirus
son tan inteligentes y, por ejemplo, puedes coger un resfriado invierno tras
invierno y la memoria de las células no te ayuda", dice Altmann.
También quedan preguntas sin responder
sobre la respuesta de las células T y si estas son suficientes para ofrecer
protección por sí mismas. Aunque un estudio –que aún no ha sido revisado por
pares– ha concluido que las personas con mayores niveles de células T tienen
menos probabilidades de infectarse, más de la mitad de estas personas también
tenían anticuerpos contra el virus.
"El hecho de que la gente se
vuelva a infectar regularmente a lo largo de sus vidas con coronavirus
estacionales sugiere que la inmunidad, ya sea por anticuerpos o por células T o
no T, probablemente no sea muy duradera", ha dicho anteriormente Wendy
Barclay, profesora de virología de la gripe en el Imperial College de Londres.
Esto parece estar respaldado por cada
vez más informaciones de casos de reinfección. Sebastian Johnston, profesor de
medicina respiratoria y alergias en la misma universidad, explica que si se
produce una reinfección, era probable que fuera menos grave que la primera vez,
o incluso asintomática, aunque no siempre es así.
La posibilidad de reinfección es la
razón por la que Boris Johnson, contagiado en primavera, tuvo que aislarse
después de entrar en contacto con otra persona contagiada, y una de las razones
por las que la idea de la "inmunidad de rebaño" natural es problemática.
"Alguien podría ser inmune a
enfermarse y al mismo tiempo difundir el virus", sostiene Dunn-Walters.
"Incluso si en una persona la inmunidad dura de dos a tres años, eso no
significa que dure lo mismo en el resto de personas. Los niveles de respuesta
en la memoria de las células puede ser diferente".
¿Podríamos contar ya con alguna
protección ganada gracias a células T generadas por otros coronavirus comunes?
Es posible. En el estudio de células T
mencionado anteriormente, el 45% de los participantes con niveles elevados de
este tipo de células parecían estar protegidos frente al COVID-19, pero no
tenían anticuerpos contra el virus. Esto plantea una serie de posibilidades.
Una es que este grupo contaba ya con células T protectoras que habían sido
generadas anteriormente por la exposición a otros coronavirus distintos al
actual, algo que se conoce como "reactividad cruzada" protectora.
Altmann señala que otros estudios
sugieren que entre un 30% y un 40% de muestras de sangre previas a la pandemia
registraban una respuesta de las células T en virtud de dicha reactividad
cruzada. Pero el experto afirma que eso no significaba necesariamente que estas
células preexistentes ofrezcan una protección efectiva contra el coronavirus
actual.
"No está claro por qué las células
T del resfriado común deberían protegernos de la COVID-19 cuando ni siquiera
nos protegen cada invierno de coger un resfriado común", dice. Johnston
indica que la protección generada previamente por otros coronavirus podría
ayudar a explicar por qué tantas infecciones por coronavirus son asintomáticas.
"No es posible que el 70% de las personas con resultados positivos digan
que no tienen síntomas a menos que tengan un grado significativo de
inmunidad".
¿Qué nos puede decir todo esto acerca
de la protección que podemos obtener de la vacuna?
La buena noticia es que ha quedado
demostrado que las vacunas de Moderna, Pfizer/BioNTech y Oxford/AstraZeneca
generan una respuesta inmune y ofrecen protección contra el desarrollo de la
COVID-10. Además, mientras la gripe estacional requiere ponerse una vacuna
diferente cada año porque su virus muta rápidamente, todavía hay pocas señales
de que este sea el caso con la COVID-19.
Altmann dice que es poco probable que
la nueva variante de la COVID-19 detectada en Inglaterra cause problemas para
la eficacia de la vacuna, y señala que los anticuerpos neutralizantes inducidos
por la vacunación se unen a muchas partes diferentes de la llamada proteína de
pico, que es la parte del virus que lo ayuda a ingresar a las células. "Se
predice que la mutación hará un cambio bastante pequeño en una parte del
pico", dijo.
Sigue sin confirmarse cuánto tiempo
durará la protección inducida por la vacunación, y si las vacunas nos protegen
de la infección y la transmisión, además de hacerlo de la enfermedad. "Las
vacunas podrían funcionar mejor que la inmunidad natural, pero no lo sabremos
hasta que hayamos estudiado ambas a largo plazo", afirma Johnston.
Dunn-Walters explica que ahora es
importante averiguar cómo los diferentes aspectos de la respuesta inmune se
correlacionan con la protección y cuál es la mejor manera de medirlos, de modo
que sea posible evaluar mejor los niveles de inmunidad en las personas y
determinar la frecuencia con la que se necesitaría la vacunación. Esta,
reafirmó, "es un área de investigación en curso"
Fuente: El Diario.es