El experto en alfabetización digital Michael Caulfield diseña un método en cuatro pasos para identificar fuentes fiables usado por más de cien universidades
Michael Caulfield (Boston, de 51 años), experto en el nuevo campo de la alfabetización digital en la Washington State University (EE UU), empezó a fijarse en qué estaba ocurriendo. El problema no eran tanto las mentiras que circulaban, sino en qué se fijaba la gente. De repente un bien escaso como la información había pasado a ser casi infinito. Ya no había que “prestar atención” para entender algo sino que millones de páginas web, vídeos o infografías querían “llamar la atención”. La mentira y la exageración eran solo dos caminos para reclamar nuestro interés.
1. No empieces con el pensamiento crítico
Caulfield empieza por desandar una tradición que se imponía hasta ahora.
“No sirve el pensamiento crítico tradicional que enseñamos”, dice. “Pedimos a
los estudiantes que cojan un documento o una foto o unos datos y les decimos
que el camino más directo a la verdad es mirarlo con mucha atención, que se
sumerjan en él”, añade.
Pero no. No es que eso esté mal por sí mismo. Es que es insuficiente:
“Primero tienes que saber qué estás mirando”. Una vez alguien ha captado tu
atención con algo, hacer el esfuerzo de analizarlo es darle ventaja. Una página
racista o antivacunas aspira a que dudes de lo que has oído hasta entonces. Su
eficacia reside sobre todo en que el lector no sepa que esa web, que parece
seria, es en realidad obra de un colectivo nazi o promotor de la homeopatía.
2. Cribar, un método en cuatro pasos
Caulfield diseñó un método para evitar emplear el pensamiento crítico en
páginas poco fiables. Lo llamó SIFT, por sus siglas en inglés, una palabra que
también significa “cribar” en español.
- Para de leer.
- Investiga la fuente.
- Busca una cobertura más fiable.
- Traza el contexto original, sobre todo en el caso de fotos, vídeos o citas.
El método se basa en un recurso muy sencillo: antes de leer la página
hacia abajo, en vertical, abre otra pestaña e investiga la fuente, en
horizontal. En español ha sido traducido en parte por la plataforma de
verificación de información Verificat. Ese concepto se llama “lectura
lateral” y lo ideó Sam Wineburg, profesor en la Universidad de Stanford, y
sobre el que Caulfield se basó para crear su método.
En febrero Wineburg y un grupo de profesores publicaron un artículo
científico con un experimento de lectura lateral. Antes de explicarles nada,
pidieron a un grupo de 87 jóvenes que identificaran como aceptable o no la credibilidad
de una página. Solo 3 de ellos abrieron otra pestaña para comprobar la
financiación o el currículum de sus autores. El resto intentó desentrañar la
respuesta analizando la página, con el tradicional pensamiento crítico. Los
métodos eran casi aleatorios, sin ningún fundamento: ¿es un dominio .com o
.org? ¿Tiene muchos links? ¿Tiene muchos anuncios? ¿Qué dicen en “sobre
nosotros”?
Después de cuatro sesiones sobre lectura lateral, 67 de los 87 buscaron
información fuera de esa página. Con el primer método, solo dos de los tres que
hicieron lectura lateral acertaron acerca de la dudosa credibilidad con razones
fundamentadas. Los otros 84 se centraron “exclusivamente en características que
eran irrelevantes o podían ser manipuladas” por los autores. Tras las sesiones,
36 de los jóvenes encontraron la información sobre la dudosa financiación de la
página.
3. Las dudas llevan al cinismo
El objetivo del método de Caulfied es centrar las preguntas y reducir
así el tiempo necesario para obtener algo parecido a una respuesta. “La gente
recibe tantos puntos de vista opuestos que para saber si algo es verdad o
mentira deben mirarlo en profundidad, analizar los datos, descargar incluso una
hoja de Excel”, explica. “Sienten que descubrir la verdad será un camino arduo,
con lo que levantan las manos y dicen quién sabe”, y de ahí al cinismo.
“El riesgo del cinismo es creer que nadie dice la verdad, que todos
mienten igual”, añade Caulfield. Su objetivo por tanto es eliminar una parte de
ese cinismo.
Con la información ocurre igual. Ya no es un vendedor, sino miles de
fotos, mensajes, tuits, vídeos. “Todo el mundo trata de atraerte pero tú debes
alejarte y volver a la pregunta que te estabas haciendo al principio. Y
decirte: ¿en un mundo ideal quién podría contestarme? Así, igual evitas acabar,
18 clics después, en un pozo donde se afirma que un grupo de reptilianos dirige
el mundo”, añade.
4. La verdad no está en crisis, sino la reputación
El método de Caulfield no es para proteger a los medios. Al contrario.
Es para ponerlos en su lugar, como la menos mala de las soluciones en algunos
casos. Cuando hablamos de desinformación o noticias sesgadas, “lo que se pierde
en la conversación es la reputación relativa”. La cuestión es si lees una artículo en el
periódico, ¿es más probable que tengas una visión rigurosa de lo que está
ocurriendo que si lo investigas por tu cuenta en la misma cantidad de tiempo?”,
dice.
Esa es, según Caulfield, la pregunta que debería hacerse un consumidor
de información: cuál es la mejor elección para tener un resumen rápido de la
situación, porque por ejemplo un periodista de salud lleva 10 años en el
sector, entiende las cuestiones, sabe quiénes son los expertos, les pregunta,
hace un resumen y lo publica, lo más probable es que esté mas cerca de la verdad que si el tío Fred cuelga dicha
información en Facebook. Eso no implica que el periodista de salud acierte siempre.
Debemos mirar estas cosas teniendo en cuentas las alternativas y no solo en
cómo es una fuente en particular”, dice.
No se trata solo de pensar en noticias falsas vinculadas a partidos
políticos, que también, sino a encontrar respuestas razonables a preguntas
sobre nutrición, clima, vacunas o enfermedades.
5. Los jóvenes no saben más
Otra conclusión obtenida por Caulfield es el mito de las habilidades
digitales de los jóvenes: existen, pero no como creemos. “Puede defenderse
que una parte de ellos son algo más hábiles para algunas cosas, pero cuando les
pones a mirar en el mundo real noticias sesgadas no lo hacen mejor que
generaciones precedentes”, dice. Y tienen aún algún problema nuevo: no
reconocen las cabeceras de los periódicos fiables. “Si les pides que nombre un
periódico no dirán el New York Times”, añade.
El método de Caulfield se ha mostrado eficaz además en áreas tanto
conservadoras como progresistas y ha llegado a la conclusión de que la gente
que cuelga desinformación adrede es menos de la que creemos: “Sobrevaloramos la
cantidad de gente así porque quienes más gritan en internet son los más
comprometidos, los que postean en Facebook 15 veces al día. La impresión puede
ser que haya montones de gente así pero no”, dice.
6. La vuelta del contexto
Internet ha eliminado el contexto de mucha información. Antes estaba
claro de dónde salía: una enciclopedia, un telediario, un vecino. Cada cual le
daba el peso que creía. Ahora la confusión es extraordinaria: un blog
partidista puede parecerse a un medio tradicional, un diccionario sesgado copia
a la Wikipedia o un post anti vacunas imita el lenguaje de un artículo
científico.
Por nuestra formación histórica, damos peso a esa información que nos
llega de manera aparentemente seria. Ya no es suficiente.
El método de Caulfield se centra en los usuarios. “Es mi trabajo”, dice.
Pero las plataformas también tienen una responsabilidad. En el móvil es menos
ágil abrir otra pestaña en el navegador y teclear una nueva búsqueda. “Hemos
tratado de convencer a quienes elaboran esas aplicaciones para que faciliten el
proceso. WhatsApp está experimentando con incorporar algunas herramientas en
sus mensajes y quizá acaben ligados a enlaces”, dice.
Caulfield cree que la lucha contra la desinformación debe ser como la
educación vial: el uso del intermitente o el reconocimiento de las señales no
evita que empresas y autoridades no pongan de su parte. “Los fabricantes de
coches incluye cinturones, airbags o detectores de colisiones y la gente que
idea las carreteras busca la manera de proteger a peatones y ciclistas. Todos
deben trabajar juntos”, dice. “No puedes resolver el problema solo pidiendo a
la gente que sea mejor o cambiando de plataformas. Hay que hacer un ecosistema
más seguro a la vez que enseñar mejores herramientas”, añade.
Fuente: El
Pais.com