Una publicación
reciente sugería que el SARS-CoV-2 había mutado a una forma “más agresiva”. La
palabra “mutación” es un clásico de terror en cualquier enfermedad infecciosa:
la cepa mutante, la amenaza de Andrómeda.
Los virus mutan
constantemente y la inmensa mayoría de estas mutaciones son inocuas. El
material genético del coronavirus es RNA. Cuando los virus RNA realizan copias
de su propio material genético (proceso denominado replicación) carecen de un
sistema de corrección de errores y por ello producen virus defectuosos. Son los
virus mutantes. La mayoría de estas mutaciones son indiferentes o causan
desventajas con respecto al virus original. Los virus con mutaciones
indiferentes pueden circular sin producir apenas cambios en el tipo de
infección que causan. Si las mutaciones son perjudiciales, estos virus dejarán
de circular fácilmente y con el tiempo serán eliminados por selección natural. El
SARS-CoV-2 es bastante estable: más de 13.000 virus analizados y apenas dos
mutaciones al mes desde marzo. La lentitud en mutar es en este caso una
característica favorable para nosotros.
Aunque la mutación
refuerce al virus para sobrevivir o para transmitirse mejor, es poco probable
que produzca variaciones radicales en el curso de una epidemia. La capacidad de
infectar más o menos y la gravedad de la enfermedad están bajo el control de
múltiples genes. El coronavirus responsable del SARS causa una enfermedad grave
que obliga a los pacientes a permanecer en cama hospitalizados, y por ello se
transmite menos eficazmente de persona a persona. En el otro extremo tenemos
los coronavirus responsables del resfriado común, que apenas causan síntomas o
estos son muy leves, por lo que no alteran especialmente el patrón de contacto
entre personas infectadas y no infectadas, transmitiéndose fácilmente.
Hay varios tipos de
SARS-CoV-2 circulando. Los tres principales se denominan A, B y C. Los tipos A
y C se observan más en Europa y América. El tipo B es más frecuente en Asia. Se
pueden identificar subgrupos de virus que en ocasiones permiten seguir la pista
a su origen y relacionarlo con una epidemia concreta, como las de Wuhan (China)
o Lombardía (Italia).
Otro estudio genético
del SARS-CoV-2 indica que muy probablemente ya circulaba desde finales del 2019
y que, tras los casos iniciales en China, se extendió muy rápidamente por todo
el mundo sin que fuese detectado a tiempo.
Fuente: laVanguardia.com