La presidenta madrileña se impone como figura cada vez con más peso en el PP con un discurso frentista y nacionalista
Isabel Díaz Ayuso acudió a la plaza
redonda y castiza de Chinchón el 31 de diciembre de 2019. Bajo uno de sus 234
soportales de madera, ofreció a los madrileños su primer discurso de Navidad.
“Buenas noches, españoles que vivís en Madrid”, observó, “así es como me gusta
dirigirme a los madrileños”. Ya no hizo más menciones a los ciudadanos de la
región que gobierna. “Tenía un discurso en el que pretendía exponerles un
balance de mis primeros cuatro meses”, continuó, “pero en estos días de
preocupación compartida por el destino de España, he decidido no dar este
discurso de año nuevo […] y en su lugar adherirme a las palabras de su
majestad, confiemos en España”. Y deseó felices fiestas y un próspero 2020. Su
año.
Varios miembros del equipo de la
presidenta reconocen que durante los primeros 100 días de mandato, donde la
pandemia todavía no había llamado a las puertas y donde la gestión política se
resumía en tiranteces diarias con su socio de Gobierno, la presidenta aún no
tenía un rumbo fijo. Sus mensajes no calaban. Sus salidas de tono duraban más
de lo esperado. Su gabinete de comunicación no hilvanaba. La inexperiencia en
el mando era evidente a la vista de todos. Tanto, que ella misma decidió
prescindir de parte de su equipo de confianza con tal de virar el barco. Entre
agosto de 2019 —que llegó al poder— hasta enero de 2020, se deshizo de un
director de comunicación y de un director de gabinete. Dos figuras clave en
cualquier navío que surca una legislatura en minoría y con marejada.
Ayuso, consciente de que las cosas no
iban bien, se apoyó como candidata del PP a la región varias veces en la figura
de Miguel Ángel Rodríguez. Él fue su jefe de campaña en las elecciones de 2019.
“Ella abría los ojos cuando él le contaba las batallas con Aznar”, cuenta una
periodista que cubrió su contienda electoral. Casi todas las tardes de la
campaña se reunían en el jardín de la casa que Rodríguez tiene en Majadahonda.
La presidenta añoraba aquellos tiempos. En las navidades de 2019, antes de su discurso
en los soportales de la plaza de Chinchón, lo llamó de nuevo. Le dijo que lo
quería a pocos metros de su despacho y como jefe de gabinete. Dos décadas
después de llevar los mensajes de Aznar en La Moncloa, el exdirector de
comunicación del primer Gobierno del PP en España aterrizaba por primera vez en
el edificio principal de la Puerta del Sol. Un año después, la imagen de Ayuso
como figura del PP ha entrado en todas las casas de España y en algunos de los
diarios más importantes de Europa a golpe de frases e imágenes polémicas,
enfrentamientos políticos a escala nacional y barrabasadas: la escuela
Rodríguez.
“Fichar a Miguel Ángel fue una
decisión muy acertada”, asegura un estrecho colaborador de la presidenta. En la
otra ala de Gobierno, sin embargo, pronunciar su nombre es casi cometer un
pecado. “Ayuso está rodeada de hooligans que le dicen que lo está haciendo todo
fenomenal. Vive en una burbuja”, asegura sin mencionarlo un consejero de
Ciudadanos.
En marzo, dos meses después del nuevo
giro de Ayuso, todo voló por los aires. La pandemia entró silenciosa por todos
los recovecos de Madrid. La presidenta, siempre crítica con el Gobierno de
Sánchez por la imprevisión de aquellos días, tampoco la vio venir. “Es más
peligroso el miedo que el virus”, confesó en una entrevista en Antena 3 el
pasado 26 de febrero para, 12 días después, ordenar el cierre de todos los
colegios de la Comunidad ante el miedo que daban los datos que ella misma
manejaba. El resto, ya está escrito. Más de 11.000 muertos en 9 meses; 1.100 al
mes, casi 40 al día. “Lo peor fue un día que no teníamos ataúdes”, aseguran en
el entorno de la presidenta. Fue el 28 de marzo. Fallecieron 591 personas en la
capital. De golpe.
La gestión del coronavirus ha puesto
el contador de la legislatura de nuevo al cero. Nueve meses después, la mayoría
de los expertos en comunicación consultados consideran que los ciudadanos
votarán en las próximas elecciones pensando en la economía. De ahí que la
presidenta sea el adalid del liberalismo patrio en cuanto a la gestión de la
crisis. Y de ahí que, siendo la región con más casos de coronavirus de toda
Europa en septiembre, los restaurantes y los comercios siguieran abiertos. Una
decisión que le ha provocado graves enfrentamientos con su socio de Gobierno, al
que ella misma considera su compañero de viaje y, también, una piedra en el
zapato. De hecho, confiesa un colaborador de Ayuso, el botón del adelanto
electoral estuvo muy cerca de pulsarse este año. Hoy, pese a que aseguran que
manejan encuestas internas que rozan la mayoría absoluta, prácticamente está
descartado. “¿Y si no sale bien?”, confiesa otra persona de su equipo.
Ciudadanos, pese a todo, tampoco romperá la coalición. Asume abiertamente que
las turbulencias entre los dos socios seguirán hasta el final de la
legislatura.
Ayuso, de 41 años y periodista de
formación, ha manejado muy bien los tiempos informativos tanto en la primera
como en la segunda ola. Gobierna de manera personalista. Al contrario de
aquellos primeros meses, ahora sabe dónde y en qué lugar hay que decir los
mensajes. Se dirige a la audiencia de cada televisión, periódico o radio. Mima
muy bien a los medios afines. Ha logrado monopolizar la conversación durante la
pandemia a golpe de fotos, mensajes y enfrentamientos con el Gobierno de
Sánchez. Está más segura de sí misma. La consigna de su equipo era muy clara.
Desviar el foco del zarpazo de la pandemia en la región, la más devastada de
España con miles de fallecidos en las residencias y en hospitales.
Su imagen vestida de negro simulando
una virgen para una entrevista con el diario El Mundo fue otro ejemplo de
distracción. Nadie se acuerda de las respuestas, solo de la fotografía, que
generó decenas de miles de mensajes en grupos de WhatsApp y redes sociales. 24
horas después, ella misma se disculpó. A ese polémico retrato se suma la idea
del menú infantil de Telepizza para familias y niños necesitados que ella misma
acabó desechando. El anuncio del primer avión con material sanitario en España
que al final llegó con semanas de retraso. La tarjeta de vacunación que anunció
en agosto y desechó a las 24 horas.
Y cuatro viajes a Cataluña para atacar
a los nacionalistas, el multitudinario cierre de Ifema con un acto repartiendo
bocatas de calamares, el gasto de, al menos, 125 millones de euros para el
primer hospital de pandemias de Europa al norte de Madrid, muy criticado por
toda la sanidad madrileña, sin un documento que explique qué científicos o
expertos de salud pública lo han recomendado, sin quirófanos, con una
inauguración que incluyó a más de 80 medios de comunicación y con una
entrevista en la que no supo contestar con cuántos médicos o enfermeros iba a
comenzar a funcionar el hospital. “No es una pregunta para una presidenta”,
dijo. O la última, de hace solo unos días, cuando se quejaba de las pocas
vacunas que Madrid había recibido. La realidad es que cada comunidad recibe lo
que le corresponde proporcionalmente a su población.
A esta idea se ha sumado también el
líder del partido, Pablo Casado. La relación entre la presidenta y el gestor de
Génova es muy buena, según reconocen en ambos entornos. La elección de Ayuso
como candidata en enero de 2019 descolocó a los grandes dirigentes
conservadores por lo arriesgado de la apuesta para gestionar un presupuesto, el
de la Comunidad de Madrid, de 20.500 millones de euros. Salvo una breve etapa
como viceconsejera de Justicia, su experiencia política se limitaba al área de
comunicación y redes sociales.
Un año después, Ayuso lidera el
auténtico PP sin complejos, el estilo de Cayetana Álvarez de Toledo que tanto
gusta en la derecha más escorada. Su figura se ha multiplicado
exponencialmente. Tanto, que en la gestión de la pandemia ha ensombrecido al
propio Casado. En Génova, conscientes de lo que eso supone, quieren limitar los
poderes en la batalla interna que se celebrará a finales de 2021. El control
del partido en Madrid está ahora en manos de una gestora, liderada por Pío
García Escudero. Llevar el timón del PP regional supone asumir más escaparate
público y el poder de gestionar las listas electorales. Casado y el alcalde
José Luis Martínez Almeida apuestan por una tercera vía. Ayuso, sin embargo,
por guardar silencio y no mostrar todas las cartas. “Está centrada en el
Gobierno regional”, dicen en su entorno.
Mientras tanto, la comunidad comenzará
el año como terminó 2020: con unos presupuestos de 2019, sin sacar adelante ni
una nueva ley y con una Asamblea donde retumba la palabra España. Ya lo dijo la
nueva baronesa nacional del PP: “Madrid es España”.
Fuente: El Pais.com