El respeto a derechos, valores y libertades, de manera indisoluble, siempre deben formar parte de los principios constitutivos e intrinsecos, en la democracia de cualquier país que se precie de serlo.
Ayer murió el exalcalde de Marbella, Julián Muñoz (D.E.P.) y cuando lo estaban anunciando por TV en un programa de noticias, un tertuliano que estaba participando en el mismo, no se le ocurrió nada mejor que decir sobre el luctuoso asunto, que la muerte no blanquea lo malo que se haya hecho en vida.
Pero centrándome en el PP, he perdido toda
esperanza a que vuelvan a ser un partido de Estado, si es que lo fueron alguna vez.
Por ahora tendremos que conformarnos con toda la bazofia
que sale por la boquita de estos vendidos al neofascismo, dejando escapar una leve sonrisa, al tratar de adivinar para que utilizarán entonces, aquella parte del
cuerpo que la madre naturaleza había destinado para tal propósito.
Para mi sorpresa, después de ver a diario vomitar en
el Congreso de Diputados toda la basura que tienen interiorizada estos políticos neoliberales (a los que pagamos el sueldo) y si se les pregunta sobre derechos, valores y libertades, causan temor e inquietud, ver que sus cerebros muestran síntomas de entrar en combustión, ya que
parecen incapaces de procesar nada relacionado con la democracia, pues no le tienen
entrenado para eso. Son demasiados años a la sombra del franquismo, autoconvenciéndose
de que ello no les impediría reconvertirse en demócratas.
Pero ha bastado que Abascal (Vox) y Alvise Pérez de “Se
acabó la fiesta” (SALF), les insinuasen que el fascismo es el camino a seguir, para
aceptar el desafío y emprender una cruzada por tierras, mares y aires, tanto
nacionales como internacionales, recuperando viejas alianzas, en España con la
extrema derecha, y en Europa, con pronazis alemanes y con profascistas italianos. Saltando
el charco, son íntimos del Presidente argentino actual, que muy zurdo precisamente no es, y si no me
creen, pregúntenle a Ayuso o Abascal.
Por que primero tocó estudiar el manual de Joseph Goebbels, y una vez que se lo aprendieron de memoria, empezó la fase de implementación (puesta en marcha)
Que se iniciaría al sacar las fragatas para hundir los
cayucos que llegan a las costas españolas, llenos de peligrosos inmigrantes desnutridos y de menores no acompañados; seguido de la expulsión de España de aquellos que no tuviesen permiso de residencia. Tras lo cual llegaría la exención total del
pago de impuestos a los ricos y del pago a trabajadores de sueldos de
esclavitud duplicando el numero de horas diarias trabajadas. Para continuar dejando
sin contenido la ley de Memoria Histórica en las autonomías donde gobierna el PP, negando la
violencia de género y permitiendo la expansión de los alquileres turísticos en
ciudades especialmente tensionadas, por la falta de alquileres para los ciudadanos en general y los
trabajadores en particular. Para finalizar derogando la Constitución.
Sin olvidarse de rendir pleitesía al gobierno sionista
de ultraderecha de Israel por el genocidio palestino y ahora también por el exterminio del
pueblo libanés.
Ese es el camino a seguir del PP (de Aznar, Ayuso y Feijóo) o del Vox de Abascal, o del SALF de Alvise Pérez, pero también del Junts de Puigdemont, que no
está lejos el día que voten todos juntos en el Congreso (de momento solo falta
Alvise, si no entra antes en la cárcel) para rechazar los Presupuestos Generales del Estado, con el propósito
de provocar elecciones anticipadas en España.
Si ese fuera el caso, espero que todo Junts haya adquirido segunda residencia en Suiza, por si las moscas.
Fuente:
Redacción
ANEXO
Neoliberalismo, terreno fértil para los neofascismos
Una consecuencia de las políticas neoliberales socioeconómicas, es el colapso del orden social, que lleva al caldo de cultivo del extremismo, violencia por odio, y la búsqueda de chivos expiatorios. Es un terreno fértil para que las figuras autoritarias adopten la postura de salvadores y ahí estamos en el camino hacia el neofascismo.
El académico estadounidense, Noam Chomsky, sostuvo que “una consecuencia de las políticas neoliberales socioeconómicas es el colapso del orden social que lleva al caldo de cultivo del extremismo”. Al mismo tiempo, y consultado por los proyectos socialistas en el mundo, el reconocido intelectual planteó que “el uso occidental que se da al término socialismo se ha convertido en algo así como asistencia social dentro de un Estado capitalista, que cubre una gama de opciones”.
El actual modelo político, abrió las puertas de par en par, a los amos de la economía, quienes también dominan al Estado, en busca de ganancias y poder con muy escasas restricciones. En pocas palabras: conduce a una guerra de clases sin freno.
Un
componente de las políticas es una forma de globalización que combina un
proteccionismo extremo hacia los amos, que buscan las peores y más baratas
condiciones de trabajo para tener las máximas ganancias posibles. El resultado son amplios cinturones de pobreza en sus países de origen. Estas son decisiones
que se toman de acuerdo con una política de negocios, no de necesidad
económica.
Otra consecuencia derivada del “neoliberalismo real existente” es la rápida “financiarización” de la economía, permitiendo que operaciones semifraudulentas, para obtener ganancias inmediatas, carecieran de riesgo.
Los riesgos desaparecen porque el Estado poderoso interviene radicalmente en el mercado para ofrecer extrema protección a los acuerdos comerciales y hace lo mismo al rescatar a los amos cuando algo les sale mal.
El resultado, comenzando por Reagan, es lo que los economistas
Robert Pollin y Gerald Epstein llamaron “la economía bajo fianza”, que
permite a la guerra de clases neoliberal proceder sin riesgo de un fracaso ante
los castigos de los mercados.
La
guerra de clases arrancó de manera muy natural, cuando se atacó a los
sindicatos, el principal medio de defensa de los trabajadores. Las primeras
leyes de Reagan y Thatcher fueron vigorosos asaltos a los sindicatos e
invitaciones al sector corporativo a unirse y moverse más allá, muchas veces de
maneras que son técnicamente ilegales, pero eso no es problema para los estados
neoliberales a los que dominaron.
La
guerra de clases neoliberal ha sido un gran éxito para quienes la diseñaron.
Los demócratas abandonaron a la clase trabajadora y la entregaron a manos del
enemigo en los 70, y se convirtieron al partido de profesionales acomodados y
donantes de Wall Street. En Inglaterra, Jeremy Corbyn estuvo cerca de revertir
el declive del Partido Laborista que se estaba convirtiendo en “Thatcher
Light”. El establishment británico a todos niveles movilizó a sus fuerzas y se
adentró aún más en la cloaca para aplastar su esfuerzo de crear un partido de
auténtica participación dedicado a los intereses de los trabajadores y los
pobres. Una afrenta intolerable para las buenas costumbres. En Estados Unidos,
a Bernie Sanders le ha ido un poco mejor, pero no ha sido capaz de romper el
yugo clintonita que controlaba al Partido Demócrata. En Europa, los partidos
tradicionales de izquierda prácticamente han desaparecido.
El
terreno está bien abonado para el resurgimiento del neofascismo que llene el
vacío dejado por la implacable guerra de clases y la capitulación de las
instituciones políticas convencionales que hubieran podido combatir a la plaga.
Con
la llegada de Donald Trump al poder, la supremacía blanca y el autoritarismo
regresaron a la política dominante, pero ¿acaso esto significa que Estados
Unidos nunca fue inmune al fascismo?
¿Qué entendemos por fascismo?
Debemos distinguir entre lo que vemos en las calles, con todo lujo de detalles, respecto lo que ocurre con la ideología y la política, que están más alejadas de nuestra percepción inmediata. El fascismo en las calles son los Camisas Negras de Mussolini y los Camisas Pardas de Hitler, violento, brutal y destructivo. Estados Unidos, aunque no iban con camisas pardas ni negras, considero que no han sido siempre inmunes al fascismo.
El
tema se vuelve discutible con el cambio desde el capitalismo regulado de las
décadas de la posguerra hasta el asalto neoliberal, que reinstauró forzadamente
la concepción de Adam Smith de que los amos de la economía son los principales
arquitectos de la policía gubernamental y la diseñaron para proteger sus
intereses. Cada vez más, durante el curso de la guerra de clases neoliberal,
hubo concentraciones no reportadas del poder privado con el fin de controlar
los dominios político y económico.
El
resultado fue, en sentido general, que el Gobierno no
nos servía solo a nosotros, sino que había alguien más. El sistema doctrinario, en gran parte
en manos de los mismos que concentraban el poder privado, distraía la atención
del poder laboral y abría la puerta a lo que dio en llamarse “teorías de
conspiración”, normalmente fundadas en algunas partículas de evidencia: estaba
la teoría del Gran Reemplazo, élites liberales, los judíos y otras mezcolanzas
ya conocidas. Esto, a su vez, engendró el “fascismo de la calle” que atrajo
venenosas subcorrientes que nunca se han acabado y a las que recurren, con
mucha facilidad, demagogos inescrupulosos. En el momento actual, la escala y el
carácter de éstos,´ no es una amenaza pequeña, para lo que prevalece como una
democracia funcional, después de la paliza recibida en tiempos recientes.
¿Por qué las protestas políticas se han vuelto más extendidas y más
frecuentes en el neoliberalismo actual? ¿Pueden comparerse estos movimientos
con los 60?
Las
protestas tienen diferentes raíces. La huelga de transportistas que casi
paralizó Brasil contra la derrota del neofascista (Jair) Bolsonaro en octubre del
2021, tiene similitudes con la del 6 de enero de 2021 en Washington y pudo
haber sido una imitación de la misma. Algunos sentían temor que el asalto al
Capitolio se imitase el 1º de enero, durante la toma de posesión del presidente
electo Lula da Silva, que ciertamente ocurrió algo similar, el 8 de enero de
2023 durante el asalto a la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia, cuando 67 partidarios del expresidente Jair
Bolsonaro, irrumpieron en la
sede del Congreso, como protesta por la victoria de Lula da Silva en las
elecciones generales de 2022.
Pero
protestas como éstas, no tienen nada en común con la excepcional insurrección
en Irán instigada por la muerte bajo custodia judicial de Mahsa Amini. Estas
movilizaciones están encabezadas por jóvenes, en su mayoría mujeres, lo que
hace que participen sectores mucho más amplios. Los manifestantes han obtenido
algunas victorias. El régimen indicó que la Policía Moral se ha disuelto, pese
a que algunos dudan de la veracidad del anuncio, que aunque sea cierto no
cumple por mucho las exigencias de la valerosa resistencia.
En
la medida de que hay un hilo conductor, esta es la primera ruptura en el orden
social en décadas, las similitudes con los movimientos de protesta de los 60 parecen escasas.
Cualquiera que sea la conexión entre el neoliberalismo y el descontento social es claro que el socialismo aún trata de ganar popularidad.
¿Es el legado del socialismo
real existente el que frena el progreso hacia el socialismo del futuro?
Al igual que con el fascismo, la primera pregunta sería que pretendemos decir con socialismo.
A grandes rasgos, el término socialismo se utiliza para referirnos a la propiedad social de los medios de producción, con el control del trabajador sobre los emprendimientos.
El socialismo actual existente, tácitamente, no tiene nada que ver con esos ideales. El uso occidental que se da al término socialismo se
ha convertido en algo así como asistencia social dentro de un Estado
capitalista, que cubre una gama de opciones.
Iniciativas
así han sido suprimidas por la violencia. El “terror rojo” es un ejemplo con
efectos perdurables. No mucho después, la Gran Depresión y la Guerra Mundial
evocaron olas de democracia radical en gran parte del mundo. La principal tarea
de los triunfadores fue eliminarlas, empezando con la invasión
estadunidense-británica de Italia, donde se desarticularon las iniciativas
socialistas encabezadas por partisanos, trabajadores y jornaleros, y se
restauró el orden tradicional en el que se incluyó a colaboradores fascistas.
Este patrón se siguió en otras partes de distintas maneras que algunas veces
incluyeron violencia extrema. Rusia impuso su mandato de hierro en sus propios
dominios. En el tercer mundo la represión de tendencias similares fue mucho más
brutal, sin excluir a las iniciativas surgidas de la Iglesia, aplastadas por la
violencia estadunidense en América Latina donde el ejército de EEUU se adjudicó
el crédito por haber ayudado a derrotar a la teología de la liberación.
¿Se vuelven impopulares las ideas básicas cuando se les extraen de las imágenes de la propaganda hostil?
Hay
buenas razones para sospechar que se encuentran muy cerca de la superficie, y pueden aflorar en cualquier momento, siempre y cuando se den las circunstancias, y éstas sean aprovechadas.
Fuente: El Siglo.cl