La excorresponsal del ‘Financial Times’ en Moscú ha escrito el libro definitivo sobre el ascenso de Putin y la captura del poder y la riqueza rusas por un grupo de oligarcas y agentes secretos
La editorial
HarperCollins tuvo que gastarse casi 1,8 millones de euros en abogados para
proteger el libro, y la autora tuvo que adoptar medidas extraordinarias de
seguridad. La excorresponsal en Moscú, desde 2007 a 2013, para el Financial
Times, señaló detalladamente en su trabajo cómo detrás de Putin había una red
de exmiembros del KGB, igual que el propio presidente ruso, dispuestos a
apropiarse y controlar los recursos económicos de una Unión Soviética en ruinas
para desestabilizar a Occidente.
Pregunta.- Vladímir
Putin aparece ante Occidente como un autócrata, pero usted sostiene que es
parte de un círculo más amplio de poder.
Respuesta.- Creo que es el líder
de un círculo que se ha vuelto cada vez más reducido. Es probable que el grupo
en torno al KGB fuera algo más amplio cuando llegó al poder. Y contaba con
gente como Serguéi Ivanov, que fue ministro de Defensa y procedía también del
KGB de Leningrado [el actual San Petersburgo]. Siempre ha habido dos
constantes. Una de ellas es Nikolái Pátrushev, el actual secretario del Consejo
de Seguridad de Rusia, quien era el jefe del FSB [Servicio Federal de
Seguridad, organización sucesora del KGB] cuando Putin accedió al poder. Es un
año mayor que Putin, y siempre ha tenido ascendencia sobre él.
P.- Ha sido hace poco
cuando hemos comenzado a saber de él.
R.- Se lo puede ver en
la famosa reunión del Consejo de Seguridad de hace unas semanas, cuando están
hablando de reconocer la independencia de las ciudades de Donetsk y Lugansk, en
Ucrania. Podemos ver a Pátrushev asumiendo todavía el papel de hombre de Estado
con autoridad. Prácticamente, indicaba a Putin lo que debía pensar acerca de
Estados Unidos, y acusaba a ese país de estar utilizando Ucrania como una
plataforma para desestabilizar Rusia. Se ve a un hombre que mantiene una gran
seguridad y confianza en sí mismo, mientras el resto de los participantes de la
reunión están nerviosos.
P.- ¿Y el segundo
hombre?
R.- La segunda constante
es Ígor Sechin, más joven que Putin y que ha estado cerca de él desde que fue
vicealcalde de San Petersburgo. Ha sido su sombra durante este tiempo. En
aquella ciudad fue su jefe de gabinete. Desde entonces, ha tenido mayores
ambiciones y ha ocupado puestos de más importancia en el ámbito estatal.
Finalmente, tienes a empresarios aliados de Putin con muy buenas conexiones con
el KGB como Yuri Kovalchuk, quien muchos consideran que sigue teniendo gran
acceso e influencia sobre el presidente de Rusia. O, en menor medida, Gennadi
Timchenko, el negociante de petróleo del Kremlin. Pero sin duda es Nikolái
Pátrushev quien ha demostrado constantemente que ocupa la figura de un “gran
cardenal” que todavía mueve los hilos detrás de la escena. Y, al principio,
Putin fue el líder visible de todo este grupo. Con el tiempo, él se ha vuelto
más autócrata y su régimen se ha vuelto más autócrata.
“Los regímenes
totalitarios buscan barnizar su imagen en Occidente comprando clubes. El
Chelsea fue el primero”
P.- ¿Tenían entonces
un plan todos estos operativos del KGB, cuando se hundió la Unión Soviética,
para retener el control?
R.- No creo que tuvieran
un plan de largo alcance. Simplemente, en ese momento intentaron hacerse con el
control de todo el poder y de los recursos y activos que pudieron. A principios
de los noventa, la mayoría de las exportaciones seguían bajo el control de
exmiembros del KGB, y eso les permitía mantener sus redes de influencia en el
exterior. Cuando, durante la era Yeltsin, se privatizó la industria petrolera y
pasó a manos de los oligarcas, los hombres del KGB se quedaron sin ingresos.
Estaban acostumbrados a controlar las exportaciones de petróleo, y era el modo
de financiar sus operaciones. Cuando Putin llegó al poder, se centraron en la
industria petrolífera porque era la vía para recuperar el flujo estratégico de
ingresos del país. Para ellos era fundamental, debían reafirmar su poder y
deshacerse de cualquiera que los desafiara desde la independencia.
P.- Hay quien sugiere
que el verdadero poder está dentro del Kremlin, en Rusia, y que las sanciones
contra los oligarcas no sirven de gran cosa.
R.- Las sanciones son
populistas, en cierto modo. Muchos oligarcas se han quejado de que se trata
simplemente de medidas para que Occidente se sienta mejor consigo mismo, para
que parezca que se está dando una respuesta, aunque no sirva para nada. Yo no
estoy de acuerdo con eso. Muchos de los oligarcas señalados son
multimillonarios de la era de Boris Yeltsin que se hicieron ricos antes de que
Putin entrara en escena. Pero bajo el paradigma de poder de Putin, han sido
sumisos al Kremlin. Han seguido sus órdenes a cambio de mantener sus fortunas.
Son parte del sistema de Putin, no sus víctimas. Al adaptarse a su régimen
también se beneficiaron de él. Renunciaron a ser políticamente independientes,
como lo fue Mijaíl Jodorkovski.
P.- Aquello lo cambió
todo.
R.- Aquel fue el punto
de inflexión, cuando Jodorkovski, que era el hombre más rico de Rusia, acabó
encarcelado y vio cómo su compañía era desmantelada y expropiada por el
Gobierno. Era la víctima ideal [para los hombres del KGB] porque era el más
independiente de todos los empresarios, e incluso se había atrevido a desafiar
políticamente a Putin. Decidieron acabar con él y lograr infundir miedo en el
resto de oligarcas. Todos los de la era de Yeltsin tuvieron que acatar la
disciplina del Kremlin desde ese momento. Como me dijo uno de ellos: “Si ahora
me llaman del Kremlin para pedirme que destine 1.000 o 2.000 millones a tal o
cual proyecto estratégico, no me queda más remedio que obedecer. No puedes
negarte”. Así que, desde esta perspectiva, dejar a todos estos oligarcas sin
sanciones, permitir que sigan manejando libremente miles de millones, supondría
que, en cualquier momento, el Kremlin podría ordenarles que proveyeran de
suministros para la guerra, para la propaganda de guerra o para socavar la
unidad de Europa en su respuesta contra la guerra. Así que, sí, es muy
importante que noten las consecuencias del contraataque de Occidente. No solo
para evitar el acceso a sus patrimonios, sino porque son cómplices del sistema
impuesto por Putin, y sin presión exterior, ese régimen no cambiará nunca.
P.- ¿Quién es
Abramóvich? ¿Es el hombre de Putin?
R.- Su relación con
Putin es una mezcla. Ahora podemos decir claramente que es su hombre por el
papel que ha asumido en las negociaciones de paz. El pasado fin de semana, The
Wall Street Journal publicó una cita del principal negociador ucranio diciendo
a Abramóvich; “Por favor, dile a tu jefe…”, en clara referencia a Putin. Así
que, sí, Abramóvich es su subordinado. Y, en cierto modo, es su hombre en
Occidente. Con la compra del club de fútbol inglés Chelsea logró un montón de
influencia en el establishment del Reino Unido. Se ajusta a ese modelo que
hemos contemplado en los últimos años, en los que regímenes totalitarios buscan
barnizar su imagen en Occidente a través de la adquisición de clubes
deportivos. Abramóvich fue el primero, pero ahora tenemos a Arabia Saudí
comprando el Newcastle United, por ejemplo. Así que, por un lado, Abramóvich
intentará hacer favores al Kremlin y mantener el favor de Putin, pero también
va a procurar preservar sus propios intereses. De ese modo, la frontera nunca
está del todo clara.
“Nikolái Pátrushev ha
demostrado que ocupa la figura de un gran cardenal que mueve los hilos detrás
de la escena”
P.- Se está viendo
ahora, con su papel en la invasión de Ucrania.
R.- Sí, ocurre con su
actuación en las negociaciones de paz. Busca reservarse un papel que le permita
evitar las sanciones económicas de Estados Unidos y promover su imagen de
hombre de paz en Ucrania. Y a la vez, Putin quiere tener a alguien allí de modo
extraoficial en las conversaciones para mantener los hilos con la delegación de
Ucrania y poder sortear los canales oficiales. Porque Abramóvich tiene línea
directa con Putin.
P.- Cuando Putin
ofreció ayuda incondicional a Estados Unidos, después de los atentados del
11-S, pareció que la Guerra Fría estaba definitivamente enterrada.
R.- Es evidente que, en
ese momento, realizó ese tipo de apertura, y que esperaba obtener algo a
cambio. Y está claro que se irritó enormemente cuando, en vez de recibir
recompensación y respeto por parte de Estados Unidos, lo que obtuvo fue un
puñetazo en la cara. Fue cuando Washington se retiró del Tratado de Misiles
Antibalísticos, justo después de que Putin concediera acceso al espacio aéreo
de Asia Central para que los estadounidenses pudieran abastecer de suministros
sus operaciones en Afganistán [después de los atentados del 11-S]. Acabó
realmente decepcionado con Occidente. Es posible que comenzara su etapa
presidencial con dos rostros. Preservaba, de algún modo, la inspiración de su
mentor en San Petersburgo, Anatoli Sobchak [ex alcalde de la ciudad y coautor
de la Constitución de la Federación Rusa]. Pero estaba rodeado a la vez de
todos estos exmiembros del KGB, como Pátrushev, que mantenían una visión del
mundo procedente de la Guerra Fría. Y a medida que Occidente le decepcionó más
y más, se aproximó a este segundo grupo, porque llegó a la conclusión de que
tenían razón.
P.- ¿Es ingenuo por
parte de Occidente pensar que Putin tiene oposición interna en Rusia?
R.- Putin sigue siendo
muy fuerte. Pero incluso dentro de los servicios de seguridad rusos, que se ven
a sí mismos como los guardianes del Estado, los sectores más progresistas
consideran que lo que ha hecho Putin es muy destructivo. Muy destructivo contra
30 años de trabajo para establecer redes de conexión con Occidente y capacidad
de influencia. Repentinamente, todo esto ha acabado destrozado por esta
terrible guerra. Solo un círculo muy reducido sabía lo que iba a ocurrir.
Aunque también lo sabían los servicios de inteligencia de Estados Unidos, algo
que ha debido de alimentar aún más la paranoia de Putin. Pero está claro que no
lo sabían la mayoría de sus ministros, y, sobre todo, no lo sabía el bloque
económico del Gobierno, que no estaba preparado para hacer frente a esta dura
batería de sanciones. Cuando hablo con mis fuentes en Moscú, se muestran
conmocionados. No querían nada de todo esto, que está resultando muy
destructivo. Lo que significa que, en algún momento, Putin sufrirá una
respuesta negativa, aunque todo dependerá de cómo evolucione su estrategia
militar en Ucrania. Si consigue presentarlo como una victoria completa,
aumentarán las posibilidades de que consolide aún más su poder.
P.- Pero no parece
que sea así…
R.- No lo parece, no. Su
Ejército ha mostrado estar exhausto, y poco preparado. Está claro que los hay
que piensan que todo esto va a ser su particular Waterloo, el principio del fin
de su régimen, porque ha intentado abarcar más de lo que podía.
Fuente: El Pais.com