En EEUU, 1,1 millones de personas trabajan en Amazon. En España, de momento solo unas 15.000, según el periodista estadounidense Alec MacGillis. “Revisé cuándo estuvo Amazon en un punto similar en EEUU y en realidad no fue hace tanto tiempo, su crecimiento ha sido muy extremo”, dice. MacGillis viene del futuro para advertir cómo puede acabar Europa si toma la senda única de confiar en Amazon.
Esas crecientes
diferencias le llevaron a estudiar la tendencia. Amazon fue la empresa escogida
por sus enormes tentáculos, pero su libro es sobre cómo la nueva era digital
está dejando atrás a millones de personas. La concentración de riqueza en manos
de la gente que lidera o vive dentro de esa nueva burbuja ha provocado por
ejemplo la elección de Donald Trump, según MacGillis.
Estados Unidos ya era
antes de Amazon un país muy distinto de Europa. Los centros de las ciudades
llevaban años degradados, los suburbios eran el corazón del país, los
sindicatos tenían un papel menor. Pero el nivel ahora es completamente
distinto.
Un pequeño sindicato
es un éxito histórico
Las diferencias con
Europa son tan enormes que cuando, hace un par de semanas, un solo centro
logístico de Amazon en Staten Island (Nueva York) votó a favor de crear un
sindicato, un veterano reportero de temas laborales lo bautizó como “de lejos
el mayor éxito laboral de los últimos 25 años en EEUU”. “Sé que parece una
locura”, dice MacGillis. “Pero así de mal están las cosas para los sindicatos.
Estamos en el 6% en el país. Ningún sindicato había ganado jamás en Amazon.
¿Qué puede lograr
ahora un sindicato que empieza en unas condiciones tan precarias? “Su mayor
desafío es la rotación”, dice MacGillis. “Lo primero que deben hacer es
simplemente lograr que la gente permanezca en el trabajo por más tiempo. La
propia Amazon fomenta una alta rotación. Se están quedando sin gente en algunos
lugares”, añade. Hay centros de Amazon que cambia todo su personal cada año,
dice MacGillis. Con esa velocidad de cambios, nadie encuentra suficiente
camaradería entre sus colegas para confiar en un proyecto como un sindicato.
El segundo gran
frente es la batalla contra la deshumanización del puesto de trabajo. Amazon
tiene fama de controlar la productividad al segundo, vigilar los minutos de
pausas para el baño. Su carrera para conseguir robots está muy limitada por la
falta de éxito para lograr algo la perfección de la mano humana. “De momento un
robot no puede imitar la versatilidad de la mano, que puede adaptarse a objetos
de tamaño y pesos distintos, nos salva nuestra mano”, dice MacGillis.
Eso hace que la
batalla por las condiciones sea prioritaria: “No sentir que estás reducido a
unas increíbles expectativas de productividad, tener más descansos sin sentir
que te están observando constantemente”, añade.
La advertencia para
Europa
“He pensado mucho
sobre las diferencias entre EEUU y Europa y tengo pensamientos
contradictorios”, añade. “Por un lado, veo el increíble vigor todavía de los
centros urbanos europeos, que me encantan, también la tradición de las
costumbres, de la cultura, de gente que quiere seguir estando junta y salir a
la calle”, dice. EE UU ya había abandonado en parte esas reuniones en calles en
favor del centro comercial.
MacGillis, que es de
madre alemana, vivió en Alemania el pasado otoño para escribir un reportaje
sobre el fin del carbón. Allí detectó peligros. “Vi muchos camiones en la
autopista y cierres de grandes tiendas de ciudades en Alemania. También hablé
con parientes jóvenes míos, alguno verde, que ahora compra todo en Amazon
porque tiene niños pequeños, es más fácil y no siente reparos. Vive en los
suburbios y se avergüenza mucho de las cosas americanas”, explica.
Así que, de otra
manera, está preocupado de que Europa solo vaya retrasada respecto a EEUU. A
pesar de su mejor posición de salida: “En EEUU son tan grandes que es casi demasiado
tarde. Para Europa, la visión optimista es que la ciudad y sus centros son una
defensa contra el estilo de vida Amazon. Pero la visión pesimista es que eso
solo significa que hay más que perder”, advierte.
¿Era Amazon
inevitable?
Cuando MacGillis preguntaba
en Amazon, la respuesta que le daban para cerrar el debate es que si no eran
ellos serían otros, que su aparición y éxito es inevitable: “Venían a decirme
algo como que sabían que sus trabajos son horribles, que no se ve bien, que su
dominio no es tan bueno. Pero, añadían entonces, esto no va de nosotros”,
explica.
MacGillis cree, al
contrario, que ese fatalismo es una defensa barata. Hay cosas que Amazon podría
dejar de hacer, a pesar del convencimiento de su fundador Jeff Bezos que bajar
el gas a fondo despeñaría a la empresa: “siempre es como el primer día” es uno
de sus lemas de la compañía. Para MacGillis pueden ser menos agresivos evitando
pagar los impuestos que les tocan o pidiendo subsidios públicos de gobiernos
locales para construir nuevos centros logísticos en una región o apretar tanto
a sus trabajadores.
Moralina, no
MacGillis no es
miembro de Prime, el servicio de suscripción de Amazon. Pero sí compra en
Amazon de vez en cuando.”No pretendo llamar a ningún boicot”, dice. Ni tampoco
aspira a suprimir el comercio electrónico en general. Pero cree que hay una
línea intermedia donde los gobiernos sean capaces de reducir el tamaño de
Amazon, por ejemplo separando Amazon Web Services (el servicio de centros de
datos de Amazon) del comercio electrónico. También cree que los consumidores
tienen más opciones que correr a comprar con un clic o a buscar empresas más
locales o menos concentradas.
Hay que tener en
cuenta que el gran éxito de Amazon hoy no son los productos propios que vende,
sino los empresarios que usan su plataforma para vender, con una comisión para
Amazon, y para comprar anuncios a Amazon. Además, Amazon extrae información de
esas ventas de terceros para crear sus propios productos.
Fuente: El Pais.com