La capacidad de cálculo del nuevo ordenador de la empresa estadounidense duplica a la del chino Zuchongzhi, el más poderoso hasta la fecha.
El nuevo procesador
de IBM tiene la capacidad de pulverizar esa marca. “Eagle es un hito porque
supera la barrera de los 100 qubits. Ha llegado ya al límite en el que ya no se
puede simular su potencia de cálculo con procesadores clásicos”, dice por
videollamada Zaira Nazario, responsable técnica de Teoría y Aplicaciones de
Computación Cuántica de la empresa. Según la propia compañía, el número de bits
clásicos necesarios para igualar la potencia de cálculo del procesador de 127
qubits supera el número total de átomos en los más de 7.500 millones de personas
vivas en la actualidad.
El avance es
importante, pero todavía estamos lejos de que los ordenadores cuánticos lleven
a la informática hasta un nivel desconocido. Para eso hará falta que su
potencia ronde el millón de qubits. “La llegada del procesador Eagle es un paso
importante hacia el día en que las computadoras cuánticas puedan superar a las
computadoras clásicas en niveles significativos”, contextualiza el español
Darío Gil, vicepresidente de IBM y director de investigación, en un comunicado.
La tecnológica pretende tener listo el año que viene un nuevo procesador de 433
qubits y, para 2023, otro de 1.121.
IBM y Google lideran
la carrera por producir el primer ordenador cuántico de uso comercial,
competición en la que también participan otras empresas como Microsoft o Intel.
Eso en el plano empresarial, porque en el geopolítico el partido lo juegan EE
UU y China con Europa como observadora. Siguiendo con esta lectura, EE UU se
puede anotar un tanto, aunque tiene todas las papeletas de perder el encuentro.
Las cifras son tozudas cuando hablamos de inversión en I+D. Y el desembolso de
China no tiene rival: entre 2017 y 2020 aportó unos 10.000 millones de dólares
a los programas de computación cuántica de sus centros de investigación. EE UU
quiere dedicar 1.200 millones hasta 2023, mientras que la UE pondrá 1.000
millones hasta 2026.
Física teórica
convertida en tecnología
Como su nombre
indica, la computación cuántica aprovecha la naturaleza cuántica fundamental de
la materia a niveles subatómicos para ofrecer la posibilidad de una potencia de
cálculo enormemente mayor. Los ordenadores convencionales trabajan con un
sistema binario: el de los dígitos 0 y 1 (de ahí el término digital). Esos 0 y
1, los bits, se traducen en el mundo físico en pequeñas corrientes eléctricas
que se producen en los transistores. En un chip moderno de última generación
hay miles de millones de transistores, capaces de realizar complejas
operaciones en segundos. Pero, por más que avance la miniaturización, llegará
un momento en el que no se puedan meter más transistores en un solo chip.
La computación
cuántica derriba esas barreras físicas con una propuesta que desafía al
entendimiento: en vez de usar transistores que puedan generar estados 0 o 1,
utiliza los llamados bits cuánticos, o qubits, que pueden estar en 0 o 1 y
también en una superposición de ambos estados. Esa superposición de estados,
así como otras propiedades como el entrelazamiento cuántico, es lo que
posibilita una capacidad de computación exponencialmente mayor (el número de
operaciones crece de forma exponencial, dos elevado a n). Con dos qubits se
pueden hacer cuatro operaciones; con 10, 1.024, y así sucesivamente.
El desarrollo de la
infraestructura necesaria para alojar y explotar los qubits es complejísimo. Emplean
microondas, trampas de iones o anillos superconductores. Los ingenieros han
tenido que afrontar problemas como la refrigeración del procesador (los qubits
necesitan operar en temperaturas cercanas al cero absoluto, -273 grados) o el
aislamiento total de su entorno, en tanto que cualquier interacción (como el
ruido) puede desestabilizarlos.
Es difícil saber
hasta dónde llegarán estos nuevos ordenadores si se siguen perfeccionando. Por
lo pronto, se espera de ellos que impulsen significativamente la investigación
de nuevos materiales, el desarrollo de medicamentos, la exploración del
universo o que resuelvan problemas relacionados con el aprendizaje automático
(machine learning), la técnica de inteligencia artificial más prometedora del
momento.
La criptografía que
se usa hoy en día quedaría al descubierto cuando la computación cuántica
alcance cierto estado de madurez. “Si creas una tecnología revolucionaria
también tienes la responsabilidad de mitigar los riesgos que trae consigo”,
opina Nazario. “En este caso se han desarrollado otros mecanismos
criptográficos que la computación cuántica no puede romper. Las instituciones
que quieran mantener a salvo sus datos durante décadas deberían apostar ya por
esos métodos”.
Fuente: El Pais.com