La compañía de Mark Zuckerberg, que lleva años litigando con Bruselas para que no le ponga trabas en la transferencia de datos a EE UU, se plantea llevarse Facebook e Instagram de Europa. Si lo hiciera, su negocio se vendría abajo
La amenaza velada de
Meta de abandonar el Viejo Continente, lanzada esta semana en un documento
remitido a la SEC, el regulador de los mercados en EE UU, se enmarca en esta
última batalla. Ni siquiera es la primera vez que Zuckerberg recurre a este
dramático ultimátum: lo hizo ya en 2020, cuando el Tribunal de Justicia de la
Unión Europea (TJUE) resolvió que el mecanismo de transferencia de datos
digitales entre Europa y EE UU no era válido. Todos los datos recopilados por
las plataformas de Meta se mandan a los servidores de EE UU para almacenarlos y
procesarlos. El negocio de la compañía, de hecho, consiste en transformar la
información que recoge de sus usuarios en pistas relevantes de cara a los
anunciantes para que puedan personalizar su publicidad.
El nuevo órdago
pretende influir en otra decisión judicial que está al caer: la autoridad de
protección de datos irlandesa, país en el que tiene Meta su sede europea, debe
decidir si el marco que se ha usado desde 2020 hasta hoy para la transferencia
transatlántica de datos (las Cláusulas Contractuales Estándar, CCE) cumple o no
con la normativa comunitaria. En caso negativo, Meta podría seguir enviando
datos a EE UU, pero debería establecer mecanismos adicionales que garanticen la
seguridad de esos datos. Es decir: se encarecería notablemente ese trasvase.
“Cuando tienes un
negocio basado en un flujo constante de la información entre sus distintas
compañías afiliadas y además a escala mundial, cualquier añadido en la
transferencia de datos les dificulta el día a día”, señala Alejandra Matas,
directora del área New Law de la división jurídica de PwC Tax. Según esta abogada,
otras compañías como Amazon o Google, que se enfrentan a la misma situación, ya
trabajan en ello. “Están viendo si en algunos casos es posible alojar los datos
en Europa para ahorrarse el problema o viendo qué garantías adicionales pueden
incluir en los contratos”.
Meta no atraviesa su
mejor momento. La semana pasada se supo que, por primera vez en la historia,
Facebook cayó en número de usuarios diarios: pasó de 1.930 millones a 1.929. La
cifra sigue siendo enorme, inalcanzable para sus competidoras, pero los
analistas ya hablan de que la red social estrella de Mark Zuckerberg puede
haber tocado techo. La compañía cayó un 26% en Bolsa el día en que se hicieron
públicas esas cifras, lo que debido a su mastodóntico tamaño supuso unas
pérdidas de 251.000 millones de dólares. Teniendo en cuenta que los ingresos de
Meta se basan en mantener una amplia base de usuarios de los que poder procesar
datos relevantes para los anunciantes, renunciar a Europa significaría recortar
voluntariamente una parte importante de su negocio.
De ahí que pocos le
den credibilidad al anuncio de una eventual de retirada de la UE. “El problema
es que simplemente no respetan la ley. Estoy seguro de que si Meta se va otros
ocuparán rápidamente su espacio con un producto legal. Esto parece una amenaza
ridícula lanzada por una multinacional increíblemente arrogante”, comenta a EL
PAÍS el jurista austriaco Max Schrems. Este joven abogado no es alguien
cualquiera en esta historia. Fue él quien prendió la chispa que puso en marcha
la maquinaria jurídica comunitaria que ha tensado las cuerdas a Facebook (ahora
Meta).
La autopista
transatlántica de datos
En EE UU, a
diferencia de en la UE, no hay ninguna ley federal que regule la gestión de los
datos privados de las personas. Eso no solo significa que las empresas pueden
intercambiarlos, comerciar con ellos y explotarlos a su antojo, sino que las
agencias gubernamentales (como la CIA, el FBI o la NSA) pueden intervenirlos
cuando quieran. La norma que ordena esas cuestiones en Europa es desde 2018 el
Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), pero antes que esta hubo
otras. Uno de los principios fundamentales del RGPD es que el usuario debe
saber para qué se usan sus datos y dar consentimiento de lo que se vaya a hacer
con ellos.
Desde principios de
siglo, el país norteamericano y la UE se basaron en el acuerdo Safe Harbor
(Puerto Seguro) para articular el tratamiento adecuado en suelo estadounidense
de los datos de ciudadanos europeos. Schrems consiguió en 2015 tras una serie
de demandas interpuestas precisamente contra Facebook que el TJUE congelara ese
acuerdo al considerar que si las agencias de seguridad de EE UU podían acceder
a todos los datos que estuvieran en su territorio, incluyendo los de ciudadanos
europeos que se almacenan en servidores americanos, estos no tenían las mismas
garantías que en Europa. La sentencia se conoció como Schrems I.
Como respuesta, la
Comisión Europea aprobó el acuerdo Privacy Shield (Escudo de Privacidad), que
trataba de permitir con nuevas salvaguardas el intercambio transatlántico de
datos. Tras ser recurrido de nuevo, el TJUE lo declaró inválido en 2020
(Schrems II). Los datos de los europeos deberían permanecer en suelo europeo
para que se le apliquen las normativas comunitarias de protección de datos.
En diciembre del año
pasado, la asociación NOYB (acrónimo de None Of Your Business, No es asunto
tuyo), fundada y dirigida por Schrems, difundió unos documentos internos de
Facebook en los que los abogados de la compañía dan a entender que no se
consideran en la obligación de mantener en servidores europeos los datos privados
de sus usuarios de la UE. Es decir, consideran que las dos sentencias del TJUE
no les afectan, a pesar de que en ambos casos fueron la respuesta a demandas
contra Facebook.
Qué puede pasar ahora
En agosto de 2020,
Meta recibió una decisión preliminar de la autoridad de protección de datos
irlandesa (IDPC) según la cual las transferencias de datos realizadas entre
Facebook Irlanda (la matriz europea de la compañía) y la sede central de Menlo
Park no cumplían todas las garantías del RGPD. “Creemos que la decisión final
se tomará en la primera mitad de 2022″, señala la compañía en el documento
remitido al regulador estadounidense. “Si no se adopta un nuevo marco de
transferencia de datos (...) no estaremos capacitados para ofrecer nuestros
productos más importantes en Europa, incluyendo Facebook e Instagram”, concluye
el aviso. “No tenemos ningún deseo ni planeamos retirarnos de Europa”, se
apresuró a matizar ayer un portavoz, “pero la simple realidad es que Meta
depende de la transferencia de datos entre la UE y EE UU para operar sus
servicios”.
No se puede decir que
haya cundido el pánico en Europa. “Llevo cuatro años sin Facebook ni Twitter y
la vida ha sido fantástica”, comentó a unos periodistas el ministro alemán de
Economía, Robert Habeck, en unas declaraciones recogidas por Bloomberg tras coincidir
en un evento en París con su homólogo francés, Bruno Le Maire. “Puedo confirmar
que viviríamos muy bien sin Facebook”, añadió este último. “Los gigantes
digitales deben entender que Europa resistirá y reafirmará su soberanía”. La
comisaria europea de Competencia, Margrethe Vestager, ha hecho hoy unas
declaraciones en el mismo sentido. “Estoy en Instagram. Si deja de funcionar
ganaré 10 o 20 minutos al día”, ha dicho a Bloomberg TV.
La UE prepara de
hecho dos normativas con las que materializar ese control. Se trata de la Ley
de Servicios Digitales, que fija la responsabilidad de las plataformas en caso
de que se publiquen contenidos ilegales, y la Ley de Mercados Digitales,
diseñada para facilitar la libre competencia en las plataformas. Ambas están
pendientes de ser discutidas y aprobadas por el Parlamento Europeo.
Fuente: El Pais.com