Este obituario forma
parte de Overlooked, un proyecto de que busca destacar las vidas de aquellas
personas que dejaron marcas indelebles en la historia pero fueron desatendidas
en nuestras páginas al fallecer.
El trabajo de Ada
Lovelace fue descubierto a mediados del siglo XX y motivó al Departamento de
Defensa de Estados Unidos a nombrar un lenguaje de programación en su honor.
Un siglo antes que
empezara la era de las computadoras, Ada Lovelace se imaginó cómo sería esa
máquina que en la actualidad es de uso general. En 1843, Lovelace escribió que
el aparato podría programarse para seguir instrucciones. No solo podría
realizar cálculos, sino que también tendría la capacidad de crear, ya que “teje
patrones algebraicos justo como el telar de Jacquard teje flores y hojas”.
La computadora sobre
la que escribía, la máquina analítica o máquina diferencial del inventor
británico Charles Babbage, nunca se construyó, pero sus escritos sobre
computación han provocado que Lovelace —quien murió de cáncer de útero en 1852,
a los 36 años— se haya ganado el reconocimiento de ser la primera persona en
programar computadoras.
El programa que
escribió para la máquina analítica servía para calcular el séptimo número de
Bernoulli. Sin embargo, su mayor influencia fue concebir el potencial de la
computación. Mencionó que las máquinas serían capaces de hacer más que solo
realizar cálculos: podrían entender símbolos y se podrían utilizar para crear
música o arte.
“Esta información se
convertiría en el concepto clave de la era digital”, escribió Walter Isaacson
en su libro The Innovators. “Cualquier tipo de contenido, dato o información se
podría expresar de forma digital, y las máquinas lo podrían manipular: música,
texto, fotos, números, símbolos, sonidos, video”.
Lovelace también
exploró las consecuencias que podría acarrear una computadora, pues escribió
sobre la responsabilidad que tendría el programador; se le ocurrió —y luego
desechó— la idea de que algún día las computadoras podrían pensar y crear por
sí mismas: lo que ahora llamamos inteligencia artificial.
“La máquina analítica
no pretende originar nada”, escribió Lovelace. “Puede hacer cualquier cosa que
sepamos cómo ordenarle que lleve a cabo”.
Un grabado con un
retrato de Lovelace cuando era niña Credit Smith Collection/Gado/Getty Images
Lovelace, una mujer
de la alta sociedad británica que era hija de Lord Byron, el poeta romántico,
tenía un don para combinar el arte y la ciencia, según una de sus biógrafas,
Betty Alexandra Toole. Lovelace pensaba que las matemáticas y la lógica eran
creativas e imaginativas, y las llamaba “ciencia poética”.
Las matemáticas
“constituyen el único lenguaje por medio del cual podemos expresar de forma
adecuada los grandes hechos del mundo natural”, escribió Lovelace.
Su trabajo,
redescubierto a mediados del siglo XX, inspiró al Departamento de Defensa de
Estados Unidos a nombrar un lenguaje de programación en su honor y, cada
octubre, el Día de Ada Lovelace es una celebración de las mujeres en la
tecnología.
Lovelace vivió en una
época en que las mujeres no eran consideradas pensadoras científicas
prominentes y en la que las habilidades que poseía solían ser descritas como
masculinas.
“Con una comprensión
absolutamente masculina en cuanto a solidez, captación y firmeza, lady Lovelace
hacía gala de todas las delicadezas del carácter femenino más refinado”, dice
un obituario escrito en la época en que murió.
Babbage, quien la
llamó la “encantadora de los números”, alguna vez escribió que Lovelace “ha
lanzado su hechizo mágico alrededor de la más abstracta de las ciencias y la ha
comprendido y manipulado con una fuerza que pocos intelectos masculinos (por lo
menos en nuestra tierra) podrían haber ejercido sobre ella”.
Augusta Ada Byron
nació el 10 de diciembre de 1815 en Londres, hija de Lord Byron y Annabella
Milbanke. Sus padres se separaron cuando era bebé, y su padre murió cuando
tenía ocho años. Su madre —a quien Lord Byron llamaba la “princesa de los
paralelogramos” y, después de la separación, una “Medea matemática”— fue una
reformadora social perteneciente a una familia acaudalada que tenía un interés
profundo por las matemáticas.
Lovelace mostró una
pasión por las matemáticas y la mecánica desde una edad temprana, alentada por
su madre. Su clase social le brindó acceso a tutores privados y a intelectuales
de la sociedad literaria y científica del Reino Unido. Tenía una curiosidad
insaciable y se rodeó de los grandes pensadores de la época, entre ellos la
científica y escritora Mary Somerville.
Cuando Lovelace tenía
17 años, al poco tiempo de que hiciera su debut en sociedad, fue Somerville
quien le presentó a Babbage en una exhibición. Babbage le mostró una
calculadora mecánica de latón de sesenta centímetros de alto que había
fabricado; la imaginación de Lovelace fue apoderada por el aparato. Ella y
Babbage comenzaron a intercambiar correspondencia sobre matemáticas y ciencias
durante casi dos décadas.
Lovelace también
conoció a su marido, William King, por medio de Somerville. Se casaron en 1835,
cuando ella tenía 19 años. King pronto se convirtió en conde y ella así en la
condesa de Lovelace. Para 1839 era madre de dos niños y una niña.
Sin embargo, estaba
decidida a no dejar que su familia ralentizara su trabajo. El año en que se
casó, le escribió a Somerville: “Estoy leyendo textos matemáticos todos los
días, y estoy ocupada con la trigonometría y en los conceptos preliminares de
las ecuaciones cúbicas y bicuadradas. Así que, como verás, este matrimonio no
me ha quitado en lo más mínimo el gusto por estas actividades ni la
determinación para continuar trabajando en ellas”.
En 1840, Lovelace
pidió a Augustus De Morgan, un profesor de matemáticas radicado en Londres, que
fuera su tutor. Por medio de un intercambio de cartas, De Morgan le enseñó
matemáticas de nivel universitario. Posteriormente, él escribió a la madre de
Lovelace que, si algún joven estudiante hubiera mostrado tener sus habilidades,
“lo más seguro es que habrían hecho de él un investigador original de
matemáticas, tal vez de un renombre de primera categoría”.
Fue en el año de
1843, cuando tenía 27 años, que Lovelace escribió su contribución más duradera
para las ciencias de la computación.
Publicó su traducción
de un artículo académico sobre la máquina analítica de Babbage y añadió una
sección, de casi tres veces la extensión del trabajo, titulada “Notas”. En esta
parte, Lovelace describió cómo iba a funcionar la computadora, imaginó su
potencial y escribió el primer programa.
Los investigadores
han llegado a considerarlo “un documento extraordinario”, de acuerdo con Ursula
Martin, una computóloga de la Universidad de Oxford que ha estudiado la vida y
obra de Lovelace. “Ella habla de los principios abstractos de la computación,
de cómo programar la computadora y de grandes ideas, como de que tal vez podría
componer música, quizá pensar”.
Lovelace murió menos
de una década después, el 27 de noviembre de 1852.
En sus “Notas”,
Lovelace se imaginó un futuro en el que las computadoras podrían realizar
análisis más poderosos y a mayor velocidad que los humanos.
“Un lenguaje nuevo,
vasto y poderoso se está desarrollando para el uso futuro del análisis, en el
cual se pueden introducir sus principios con el fin de que tengan una
aplicación práctica más veloz y precisa al servicio de la humanidad”,
pronosticó Lovelace.
Fuente: The New York
Times