La COP26 de Glasgow, retrasada un año por la COVID, enfrenta a los gobiernos mundiales con la contradicción de querer frenar el calor global extra en 1,5ºC, pero haber remitido un paquete de acciones que abocan al planeta a los 2,7ºC, como han calculado los científicos, ignorando el informe climático de la ONU de 2021 al respecto.
Este lunes comienzan
las negociaciones con una cumbre de los jefes de Estado y Gobierno. No se
espera al presidente chino, Xi Jinping, líder del estado que ya emite más CO2
globalmente y que ha remitido su nuevo plan climático tres días antes del
inicio de la COP. "Decepcionante", ha sido el comentario general al
verlo.
Este año -en realidad
era 2020 pero se anuló por la COVID- los firmantes del Acuerdo de París han
tenido que presentar sus planificaciones actualizadas. Si se ponen todas
juntas, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero en 2030
"crecerán un 16% respecto a 2010". Ese aumento, "si no se
corrige rápidamente" lleva a un calentamiento de 2,7ºC, según el cálculo
científico del Panel Internacional IPCC.
Con ese panorama
general llega la COP de Glasgow. Con todo, "es bueno que representantes de
197 países se reúnan para hablar de cambio climático. Lo hacen para discutir
sobre el precio del petróleo y muchas otras cosas, pero solo se pone en duda si
es sobre el clima", afirma el diputado de Unidas Podemos, Juantxo López de
Uralde. Es el mismo sentimiento que comparten en la Oficina Española de Cambio
Climático (OECC): "Solo vernos es una buena noticia".
Objetivo número 1:
salir de Escocia con el límite de 1,5 ºC todavía posible
Esta cumbre debería
servir para cerrar las brechas entre lo que hay que hacer para cumplir el
Acuerdo de París –que supone frenar la subida de la temperatura del planeta en
márgenes razonables– y las acciones reales. De Glasgow tiene que salir el mundo
con la posibilidad de que la Tierra no se recaliente más de 1,5ºC, "el
margen de seguridad que estamos dispuestos a asumir", como lo llaman en la
OECC.
Pero, para eso, a la
luz de lo ya indicado por la ONU, hace falta que surjan planes más ambiciosos
porque, si no, no se llega. "La falta de ambición de los gobiernos está
condenando al planeta a un calentamiento global con catastróficas
consecuencias", explican en Ecologistas en Acción. Su responsable, Javier
Andaluz, remacha: "De no acelerarse la lucha climática, en menos de una
década el tiempo para prevenir los peores impactos se habrá agotado". Así
lo certificaron los científicos de la ONU al redactar su ya célebre informe
sobre la diferencia entre 1,5 y 2ºC de calor extra.
"El problema es
que hemos pasado del negacionismo climático que fue vencido en París en 2015 al
cinismo climático en el que se dice que se quiere contribuir a frenar el
calentamiento y alcanzar la meta, pero no se hacen las cosas necesarias",
analiza Florent Marcellesi, un veterano de muchas COP y ahora coportavoz de
Verdes Equo. "Hay que presionar durante estas dos semanas para que los
países suban sus recortes de emisiones".
Un ejemplo de ese
cinismo lo ha atestiguado la revisión de los planes energéticos de los
principales países productores de combustible fósiles que amparan aumentar la
producción de petróleo y gas hasta 2030 –cuando los técnicos han afirmado que,
al menos, la mitad del petróleo mundial debería quedarse bajo tierra–.
Australia, Canadá, Brasil, China, EEUU, India y Arabia Saudí prevén incrementar
sus producciones de ambos combustibles. Rusia e India también de carbón.
"Los gobiernos
no están asumiendo los recortes necesarios para hacer realidad París",
dice Tatiana Nuño de Greenpeace. La organización pide que se pongan encima de
la mesa planes para reducir las emisiones de gases a la mitad en 2030, que fue
el cálculo que ya realizó la ONU en noviembre de 2019 al ver el tamaño de la brecha
entre el CO2 que se lanza y el que podría lanzarse hasta ese año para atajar el
calentamiento.
"Es la debilidad
del Acuerdo de París", analiza López de Uralde. "El objetivo global
es vinculante, pero los planes para lograrlo, no. Por eso es importante apelar
a la voluntad política y la COP permite ejercer esa presión", concluye. La
directora general de la Fundación Europea del Clima y madre del Acuerdo de
París, Laurence Tubiana, lo expresa así: "La gente está cansada de
compromisos y objetivos y no de planes de acción precisos".
Objetivo número 2:
que los países ricos pongan el dinero que dijeron que pondrían
Está escrito y
ratificado: los Estados más ricos financiarán un fondo de 100.000 millones de
dólares anuales (entre 2020 y 2025) para el que, de momento, hay un déficit de
20.000 millones. Ese dinero sirve para que los países más empobrecidos (y mucho
menos responsables del desastre climático en el que se ha metido la Humanidad)
puedan desarrollarse sin acudir a los combustibles fósiles y, a la vez, adaptarse
a los efectos ya palpables del calentamiento global. El grupo científico de la
ONU explicó en agosto pasado que ya nadie ni ningún lugar del planeta está a
salvo, pero las zonas más vulnerables son las que menos CO2 han lanzado a la
atmósfera.
"Es el punto con
más visos de salir adelante", opina Marcellesi. "Parece que se han
dado pasos una vez que Estados Unidos se ha reincorporado al Acuerdo". Sin
embargo, en Ecologistas creen que "sin una financiación suficiente para
muchos países podríamos encontrarnos ante un bloqueo final de las
negociaciones".
Objetivo número 3:
¿cómo sabemos dónde estamos?
Se trata de alcanzar
un sistema por el que todos los países tengan una fórmula común a la hora de
saber si se están cumpliendo los planes que se envían a la comunidad
internacional. Y decidir cada cuántos años se va a pasar la evaluación una vez
se llegue a 2030. "Se prevén discusiones intensas", vaticinan en
Ecologistas en Acción.
Hasta ahora, los
planes climáticos de cada parte tienen diferentes horizontes temporales para ir
alcanzando sus objetivos. Un galimatías que impide saber el estado real del
problema. Los países están de acuerdo en que hace falta tener un calendario
unificado, pero cuál, es otra cosa. Si se hace más corto, cada cinco años, se obliga
a una acción más enérgica porque el plazo apremia. También hace más factible
atajar la subida de temperatura.
Desde la Oficina de
Cambio Climático explican que hacer esto bien es necesario para poder comparar
a los países. Y que se haga cada cinco años. El Acuerdo de París tiene marcado
2023 como el primer momento para hacer un Inventario Global Común.
Objetivo número 4:
que los mercados de carbono no sirvan de triquiñuela
El objetivo es que
este mecanismo por el que desde un país rico se puedan comprar emisiones no
sirva de puerta de atrás para no tomar medidas o incluso descontar emisiones en
dos sitios a la vez. Regular este mercado está resultando arduo y para los grupos
ecologistas es incluso bueno que no se llegue a unas reglas porque consideran
que es un mecanismo engañoso.
El problema de la
doble contabilidad significa que si uno de esos países con músculo económico
compra emisiones mediante un programa de energía limpia en un país empobrecido,
tanto el país A como el país B descuentan esas emisiones en sus balances de
carbono. Un ahorro de emisiones y dos descuentos diferentes
Fuente: El Diario.es