Tras empantanarse su ofensiva, el Estado Mayor asegura ahora, que su meta principal es esa zona del este de Ucrania, aunque no excluye asaltar sus ciudades.
Un tridente asaltó
Ucrania a finales de febrero en una campaña denominada “operación militar
especial para la protección de las repúblicas de Donetsk y Lugansk”. Una parte
de las fuerzas armadas rusas intentó llegar a Kiev desde el norte, partiendo
incluso desde un tercer país, Bielorrusia, en un ataque relámpago por la vía
más rápida, Chernóbil. En el este se abrió otro frente con el apoyo de las
milicias y los contratistas privados que operaban en el territorio separatista.
Y al sur, desde la anexionada república de Crimea, otro asalto ha buscado unir
la península del mar Negro con Donbás, dando lugar a una de las batallas más
cruentas del conflicto: el asedio de Mariupol.
Pese a acotar
supuestamente su ofensiva a Donbás, las fuerzas armadas rusas se guardan la
carta de proseguir a continuación hacia el interior de Ucrania e intentar
ocupar ciudades como Kiev y Járkov, bombardeadas desde hace semanas.
“Inicialmente, no planeamos asaltar ciudades, para evitar su destrucción y
minimizar las pérdidas entre el personal y los civiles, pero no excluimos esa
posibilidad”, añadió Rudskói.
El objetivo de esta
campaña ha variado de una fase a otra de la guerra. El pasado 18 de marzo, el
presidente Putin pronunció un discurso en un mitin-concierto celebrado en el
estadio de la final del Mundial de Rusia, que estaba a reventar con su aforo de
81.300 plazas. Coreado por el público, el mandatario aseguró que “el objetivo
principal de la operación militar en Donbás y Ucrania ha sido liberar a la
población del genocidio”. Sin embargo, el 25 de febrero, segundo día de la
guerra, instaba al ejército ucranio a dar un golpe de Estado porque sería más
fácil negociar con él que con “un Gobierno de drogadictos y neonazis”. Otros
pretextos empleados por el Kremlin han sido la hipotética amenaza que supondría
para Crimea la entrada de Ucrania en la OTAN, y ya avanzado el conflicto, un
supuesto desarrollo de armas biológicas financiado por Estados Unidos con la
etnia eslava como objetivo. Washington lo desmintió categóricamente, asegurando
que sus laboratorios solo se dedicaban a la detección temprana de brotes
potencialmente pandémicos, como sucedió en Ucrania en 2012 y 2018 con la fiebre
porcina africana.
Durante las
negociaciones mantenidas estas semanas entre ambas partes, la delegación rusa
ha insistido en tres exigencias clave: Ucrania debe asumir un estatus de
neutralidad que la aleje de Occidente y de la OTAN; debe reconocer la
integración de Crimea como parte de Rusia; y debe asumir la independencia de
las repúblicas de Donetsk y Lugansk.
El Ministerio de
Defensa ruso anunció también este viernes su segundo recuento de bajas en lo
que va de guerra: 1.351 muertos y 3.825 heridos, según las cifras oficiales
ofrecidas por Rudskói. El general aseguró que los ucranios “ya no tienen
reservas y cubren sus pérdidas con personal sin capacidad de las defensas
territoriales”.
Según el Estado Mayor
ruso, sus rivales habrían perdido en total 30.000 de sus 260.000 combatientes,
entre 14.000 fallecidos y 16.000 heridos, lo que habría obligado a Kiev a
movilizar más tropas. Rusia, pese a asegurar tener muchas menos bajas, ha
anunciado sin embargo que también movilizará hasta 16.000 mercenarios traídos
de Oriente Medio. A estos se suman otras unidades procedentes de territorios
tan dispares como el lejano oriente ruso, Chechenia y Abjasia, según la
inteligencia británica.
El subjefe del Estado
Mayor ruso aseguró que la supuesta “desmilitarización” de Ucrania “se está
logrando con ataques de alta precisión contra instalaciones militares y los
despliegues de las unidades, así como contra aeródromos, puestos de mando,
arsenales y depósitos de armas”.
Los datos de Naciones
Unidas contradicen que se trate de una operación quirúrgica. Según el recuento
del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, 977 civiles han
muerto y 1.594 han resultado heridos hasta la madrugada del 24 de marzo, aunque
la cifra puede ser mayor.
Asimismo, sus datos
tampoco confirman el supuesto “genocidio” con el que Putin justificó su casus
belli contra el Gobierno de Volodímir Zelenski. Naciones Unidas señala que en
las regiones de Donetsk y Lugansk han muerto 279 civiles en lo que va de
conflicto: 224 en la zona controlada por el Gobierno y 55 en territorio
separatista.
En su valoración de
los progresos del ejército ruso, Rudskói recalcó además que sus tropas podrían
haber sufrido contratiempos por el sabotaje ucranio. “127 puentes fueron
volados por los nacionalistas ucranios para frenar nuestra ofensiva”, dijo el
coronel, quien aseguró además que disponen de una superioridad total en el
cielo porque “la aviación y el sistema de defensa aérea de Ucrania fueron
destruidos casi por completo”.
Fuente: El
Pais.com