26 de marzo de 2022

OPINIÓN. La contratación online de portes a precios rebajados, más allá del gasóleo, es la causa de la protesta de los transportistas. ¿O hay algo más?

 La globalización, intermediarios y las nuevas tecnologías para la contratación fragilizaron las condiciones del camionero hasta que estalló el descontento por la escalada de los carburantes

La subida del gasóleo ha descuadrado las ajustadas cuentas, pero también ha evidenciado una mochila de heridas acumuladas durante décadas y que han deteriorado una profesión ya de por sí dura: con jornadas interminables al volante y lejos de casa, estresados para cumplir con un plazo ajustado, a menudo al volante de madrugada, durmiendo en la cabina del camión, que solo se abandona para dormir en áreas de servicio a menudo con una higiene escasa y sin duchas. Una rutina solitaria con la vida familiar reducida a los fines de semana.

¿Qué ha pasado para que el estrecho margen de los transportistas salte por los aires? Hace 12 días, muchos de estos conductores iniciaron un paro, aupados por la Plataforma en Defensa del Sector del Transporte, indignados por la subida del precio del carburante, que ha sido la gota que colma el vaso. Cuando a fin de mes echan cuentas, los autónomos se asfixian por los pagos: al carburante disparado deben sumar la letra para pagar el camión —cuyo coste ronda los 200.000 euros—, el seguro del vehículo, el aditivo AdBlue (que reduce la contaminación), los recambios de neumáticos, el mantenimiento, los impuestos, las reparaciones, las dietas y los peajes.

El deterioro de las condiciones de trabajo tiene raíces profundas. Los transportistas son grandes perdedores de las transformaciones que ha traído la globalización y la digitalización. Ellos culpan a las autoridades de no haber hecho lo suficiente para proteger sus derechos y condiciones de vida.

Esa caída de los precios se ha producido en toda Europa y es consecuencia de la liberalización en el mercado común en los años noventa, según un estudio comisionado por el Parlamento Europeo en 2013. El informe concluyó que el incremento de la competición que trajeron las reformas comunitarias supuso un empeoramiento de las condiciones de trabajo y el salario. La tendencia se acentuó tras las ampliaciones de la UE en 2004 y 2007. La liberalización generalizó el derecho de cabotaje. Es decir, que cuando los transportistas de otro Estado miembro se encontraban en España con motivo de un desplazamiento internacional podían efectuar uno o varios transportes en nuestro país en vez de regresar vacíos a su país de origen.

En paralelo, el estudio describía prácticas irregulares que se extendieron, como las empresas buzón, que tienen su domicilio en Estados con regulación laboral y fiscal menos exigente, aunque no desempeñen su trabajo en ese país. Por último, muchas empresas se deshicieron de sus plantillas de camioneros asalariados para recurrir a falsos autónomos con el fin de ahorrar costes. Todos estos factores han ido sumando gotitas al vaso del deterioro de la profesión.

A estos problemas se ha añadido la última década la uberización del transporte de mercancías como consecuencia de aplicaciones de teléfono donde los camioneros pueden cazar al vuelo ofertas. Son mercados donde el transportista clica en ofertas que a veces han sido revendidas múltiples veces por intermediarios que viven de las comisiones por esas operaciones, confirman diversas fuentes del sector.

Hacer caja

Por la propia naturaleza de este mundillo, el transportista se convirtió en chorizo (o agencia de trasporte) de forma natural: si un empresario tiene todos sus camiones en la carretera y recibe una llamada de una fábrica que necesita un porte urgente, suele subcontratar ese viaje a un tercero cobrando una comisión para así no desaprovechar la oportunidad de hacer caja. De ese modo, es normal que las grandes empresas de transportes combinen su labor principal con la intermediación. De hecho, en esta segunda tarea reside un gran negocio, según múltiples fuentes consultadas, que apuntan que grandes empresarios transportistas acaban abandonando su función original para dedicarse exclusivamente a especular. Internet ha hecho más eficiente la compraventa de cargas, pero a costa de los transportistas.

Obstáculos

Un obstáculo para contentar a los transportistas huelguistas es que en una economía de libre mercado, las intervenciones en los precios son complicadas. Fijar un precio mínimo es anatema para la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia, que se opuso a esa medida cuando fue consultada en 2019 por el Gobierno central. La CNMC entendió que una intervención constituiría una restricción a la libertad de fijación de precios de los operadores económicos, que impactaría notablemente en los precios finales y perjudicaría a los consumidores.

Lo que sí han arrancado este invierno los transportistas al Gobierno es la actualización del precio cuando se produce una subida en el combustible entre el momento de la contratación y el de la realización del porte. Esta es una reforma que entró en vigor en un real decreto-ley del 1 de marzo, y que no satisfizo a la Plataforma organizadora de los paros. Otra reforma a la que se ha comprometido el Gobierno tras la reunión de 13 horas del jueves es la elaboración antes del 31 de junio de un proyecto de ley que limite la subcontratación, para que de forma indirecta se asegure que ningún porte se hace por debajo del precio de coste.

EDITORIAL

Cierto es que en el fondo, las reclamaciones de los transportistas son justas, pero las formas no son ni medio correctas, puesto que, en lugar de pedir firmas para llevar al Congreso una iniciativa legislativa popular y a sabiendas de que estaban haciendo daño a toda España (con la bendición de Vox y PP) prefirieron primero convocar un paro indefinido y luego continuarlo, que está llevando al cierre de múltiples empresas, y al paro a cientos de trabajadores, cuando no miles, además de haber llenado de preocupación a muchos españoles, que ha derivado en el acaparamiento de alimentos en unos casos y desabastecimiento consiguiente en otros, por no hablar de los ganaderos, que se han quedado sin pienso para sus animales y a los que nadie viene a recoger su producción de leche, o pescadores y agricultores que no pueden llevar sus productos al mercado, que por otra parte, tanto gustan de fotografiarse con todos ellos los dirigentes de Vox y PP , en período electoral. Una autentica farsa. Todo paripé y postureo, faltaría más.

Pero que se puede esperar de los portavoces de la Plataforma en Defensa del Sector del Transporte, Manuel Hernández y José Fernandez, reconocidos seguidores de Vox, que a mi juicio, guían a la ruina a sus afiliados y seguidores, por medio de técnicas propias de la ultraderecha, con la excusa de unas justas reivindicaciones (que no justifican el daño causado a todos los españoles) cargadas de pretensiones desestabilizadoras hacia el Gobierno del Estado, y cuya hipótesis ya formulé en post anterior, que a mi entender, ahora se le une la teoría de una probable recompensa, en forma de algún pretendido puesto en las listas de Vox, para futuras elecciones, lo cual, llegado el  momento, podrá comprobarse su presumible veracidad.

Fuente: El Pais.com