La inflación se dispara al 5,5%, su cota más alta en casi tres décadas, por el encarecimiento de la energía, que dejan la inflación subyacente (que no tiene en cuenta la energía) en el 1,4% para el presente mes.
El avance de la inflación en todo el
mundo está obligando en los últimos meses a pasar cada vez más páginas del
calendario para encontrar precedentes. En Alemania estaba en septiembre en
máximos de 29 años, solo un par de años después de la reunificación. En el caso
de España, con un historial de subidas de precios mucho más denso, desde hoy
también hay que remontarse al mismo ejercicio: 1992, el año de la Expo de
Sevilla y de los Juegos Olímpicos de Barcelona.
El potente repunte ha venido
auspiciado por un aumento de la tasa mensual del IPC del 2% —el mayor desde
1986—. Mientras, la inflación subyacente, que no tiene en cuenta los precios de
la energía y de los alimentos frescos ―los elementos más volátiles― se mantiene
en el 1,4%. Esta última estadística no es baladí, según Ignacio de la Torre,
economista jefe de Arcano. “Los altos precios de la energía explican el dato,
pero lo relevante a efectos de política monetaria es la subyacente, que sigue
situándose en un terreno cómodo en España y en la zona euro. El precio de la
energía remitirá en primavera, según los mercados de futuros. Por lo tanto, en
2022 observaremos un fuerte crecimiento con una inflación menos elevada que en
2021″, sostiene.
Aunque el índice adelantado por el INE
no detalla las partidas que conforman el IPC, en su comunicado achaca el dato
“a las subidas de los precios de la electricidad y, en menor medida, los
carburantes y lubricantes para vehículos personales y el gas”. En el último
mes, algunas variables han empeorado. El petróleo brent cotiza hoy a 83
dólares, frente a los 78 dólares en que cerró septiembre. Y en los primeros 27
días de octubre el precio medio de la electricidad ha sido de 208,05 euros por
megavatio hora, el mes más caro de la historia, inflado por los máximos del
precio del gas natural y la escalada de los derechos de emisión de dióxido de
carbono. Esas cifras tienen un impacto sobre el bolsillo de los hogares, que,
salvo en el caso de las pensiones —ligadas al IPC—, pierden poder adquisitivo
al no aumentar sus salarios al mismo ritmo que lo hacen los precios; y sobre
las cuentas públicas, que han de afrontar el mayor coste de las jubilaciones.
A la espera de conocer los datos de
sus países vecinos, la inflación española se está moviendo desde abril en
umbrales más elevados que la zona euro. En julio tocó el 2,9% frente al 2,2% de
media de los Diecinueve, en agosto el diferencial se redujo (3,3% España frente
al 3% del resto), y en septiembre volvió a acelerarse (4% en España, 3,4% en la
eurozona). España ya supera los números de septiembre de EE UU (5,4%), donde
los estímulos han sido más potentes, incluyendo la entrega directa de cheques a
decenas de millones de consumidores.
¿Temporal o transitoria?
La previsión, aunque solo afecta a
España, es solo una más de las muchas que configuran uno de los grandes debates
económicos del momento a escala planetaria, que se resume en la pregunta ¿hasta
cuándo durará la alta inflación? La respuesta enfrenta dos formas de pensar: la
primera, encabezada por el Banco Central Europeo y la Reserva Federal
estadounidense, asegura que se trata de un fenómeno transitorio que responde
básicamente a que los niveles de precios se miran en el espejo del año
pandémico, cuando el consumo se desplomó por las restricciones. “Toda
comparación con 2020 es distorsionada”, llegó a decir este verano el
vicepresidente del BCE, Luis de Guindos.
Fuente: El
País.com