El presente informe expone la elección crucial a la que nos enfrentamos: debemos elegir entre una nueva era de supremacía de una élite milmillonaria, controlada por monopolistas y financieros, o un poder público transformador basado en la igualdad y la dignidad.
La desigualdad en
cifras
- Si cada uno de los cinco hombres más ricos gastase un millón de dólares diarios, les llevaría 476 años agotar su riqueza conjunta.
- Siete de las 10 empresas más grandes del mundo tienen un director general milmillonario, o a un milmillonario como su principal accionista.
- A nivel mundial, los hombres poseen 105 billones de dólares más de riqueza que las mujeres: esta diferencia de riqueza equivale a más de cuatro veces el tamaño de la economía estadounidense.
- El 1 % más rico de la población mundial posee el 43 % de los activos financieros globales.
- El 1 % más rico de la población mundial genera tantas emisiones de carbono como los dos tercios más pobres de la humanidad.
- En Estados Unidos, la riqueza de una familia negra promedio representa solo el 15,8 % de la de una familia media blanca.15 En Brasil, en promedio, los ingresos de las personas blancas superan en más de un 70 % a los de las personas afrodescendientes.
- Únicamente el 0,4 % de las 1600 empresas más grandes e influyentes del mundo se comprometen públicamente a pagar a sus trabajadores y trabajadoras un salario digno y a abogar por el pago de salarios dignos en sus cadenas de valor.
- Una trabajadora del sector sociosanitario necesitaría 1200 años para ganar lo que un director general de una de las empresas de la lista Fortun
Vínculo entre
riqueza extrema y poder empresarial
Los nuevos cálculos de Oxfam arrojan luz sobre el volumen de activos financieros globales que pertenece al 1 % más rico. A partir de datos de Wealth X, hemos constatado que el 1 % más rico posee el 43% del conjunto de los activos financieros globales.30 Por regiones, el 1 % más rico posee el 48 % de la riqueza financiera en Oriente Medio, el 50 % de la riqueza en Asia y el 47 % de la riqueza en Europa.
Si nos fijamos en las 50 empresas públicas más grandes del mundo, el 34 % tienen a un milmillonario como director ejecutivo o entre sus principales accionistas, con una capitalización bursátil total de 13,3 billones de dólares.
Siete de las 10 empresas
más grandes del mundo que cotizan en bolsa tienen a un milmillonario como
director general o principal accionista.
Las acciones con
derecho a voto de un accionista le permiten votar sobre quién debe ser el
director general (CEO, en inglés) y quién debe formar parte de la junta
directiva de la empresa.
Los propietarios
milmillonarios utilizan este control para garantizar que el poder empresarial
no deje de crecer gracias a una mayor concentración y monopolio del mercado,
con el beneplácito de los Gobiernos
Formas de concentrar el poder empresarial fomentando la desigualdad
1º) Premiando a los
ricos, no a las y los trabajadores
Las empresas impulsan la desigualdad
al usar su poder para forzar a la baja los salarios y dirigir las ganancias
hacia los súper ricos. En 2022, la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
alertó de que la caída histórica de los salarios reales podría aumentar la
desigualdad y agravar el malestar social.Los análisis que hemos realizado en el
marco de este informe revelan que los salarios de 791 millones de trabajadores
y trabajadoras no se han revalorizado con la inflación, lo que ha resultado en
una pérdida de 1,5 billones de dólares durante los últimos dos años, el
equivalente a casi un mes (25 días) de sueldo perdido para cada persona
empleada.49 Las mujeres son, mayoritariamente, quienes ocupan los empleos peor remunerados
y más precarios y, en el año 2019, ganaron solo 51 centavos por cada dólar que
los hombres obtuvieron en ingresos. Las personas racializadas se enfrentan a la
explotación en las cadenas de suministro, mientras que las personas blancas se
benefician de manera desproporcionada de los beneficios empresariales. Además,
las empresas han utilizado su influencia para oponerse a las leyes y políticas
laborales que podrían beneficiar a las y los trabajadores, ya sea luchando
contra los aumentos del salario mínimo, apoyando reformas que minan los
derechos laborales, estableciendo restricciones políticas a la sindicalización,
o incluso apoyando retrocesos en la regulación sobre el trabajo infantil.
2º) Evadiendo y
eludiendo impuestos
Las grandes empresas y sus ricos
propietarios también impulsan la desigualdad al emprender una guerra fiscal
sostenida y ampliamente eficaz. Los tipos nominales del impuesto sobre la renta
empresarial en los países de la OCDE se han reducido a más de la mitad desde
1980.58 La planificación fiscal agresiva, el abuso de los paraísos fiscales y
los incentivos resultan en tipos impositivos sobre la renta empresarial mucho
más bajos, con frecuencia próximos a cero.Esto impulsa la desigualdad de varias
maneras. Como el impuesto sobre la renta empresarial recae primordialmente
sobre las personas más ricas, su colapso en las últimas décadas ha supuesto, de
facto, otro recorte fiscal para los ricos. También ha privado a los Gobiernos
de todo el mundo, pero especialmente a los del Sur global, de miles de millones
de dólares en ingresos fiscales que podrían utilizarse para reducir la
desigualdad y acabar con la pobreza.61 Cada dólar de impuestos evadido o eludido
es una enfermera que nunca será contratada, o una escuela que no podrá
construirse.
3º) Privatizando los
servicios públicos
En todo el mundo, el poder empresarial
presiona incesantemente al sector público, mercantilizando y segregando el
acceso a servicios vitales como la educación, el agua y la atención médica, a
menudo mientras las empresas disfrutan de importantes ganancias respaldadas por
los contribuyentes.62 Esto puede socavar la capacidad de los Gobiernos para
prestar este tipo de servicios públicos, universales y de alta calidad que
tienen el potencial de reducir la desigualdad. Es mucho lo que está en juego.
Los servicios básicos suponen industrias de billones de dólares e inmensas
oportunidades para generar ganancias y riqueza para los ricos accionistas. El Banco
Mundial y otros actores de la financiación del desarrollo han priorizado la
prestación de los servicios por parte de actores privados, tratando los
servicios básicos como activos y utilizando dinero público para garantizar los
rendimientos de las empresas en lugar de los derechos humanos.Las firmas de
capital privado se están apoderando de todo, desde los sistemas de
abastecimiento de agua hasta los centros de atención médica y las residencias de
mayores, en medio de una letanía de preocupaciones sobre sus deficientes e
incluso trágicos resultados. La privatización puede impulsar y reforzar las
desigualdades en los servicios públicos esenciales, afianzando las brechas entre
ricos y pobres, excluyendo y empobreciendo a quienes no pueden asumir ese
gasto, mientras que aquellos que se lo pueden permitir acceden a una atención
médica y una educación de calidad. La privatización también puede impulsar las
desigualdades por motivo de género, raza, y casta. Por ejemplo, Oxfam pudo
constatar que, en India, las personas de casta dalit tienen que hacer frente a
unos costos de atención médica privada que no pueden pagar; así como a la
exclusión de la educación por motivos económicos, y a una discriminación manifiesta
en ambos sectores.
4º) Impulsando el
colapso climático
El poder empresarial está impulsando
el colapso climático, causando a su vez un gran sufrimiento y exacerbando las desigualdades,
también en cuanto a raza, clase y género. Muchos de los milmillonarios del
mundo poseen, controlan, diseñan y se benefician económicamente de procesos que
emiten gases de efecto invernadero, y por tanto, salen ganando cuando las
empresas bloquean el progreso hacia una transición rápida y justa, cuando
niegan y tergiversan la verdad sobre el cambio climático y cuando silencian y
humillan a quienes se oponen a la extracción de combustibles fósiles.
Defendamos una economía
al servicio de todas las personas
El poder empresarial desbocado y la
extrema riqueza han sido contenidos y frenados en el pasado, y pueden volver a
serlo. Este informe sugiere maneras concretas, probadas y prácticas de hacer
que la economía funcione para el conjunto de la población.
Estableciendo objetivos para reducir rápida y radicalmente la desigualdad
En 2023, economistas de renombre mundial, entre los
que se encontraban Jayati Ghosh y Thomas Piketty, se unieron a ex funcionarios
de Naciones Unidas, del FMI y del Banco Mundial para exigir el establecimiento
de objetivos claros para la reducción de la desigualdad. Oxfam apoya la idea
propuesta por Joseph Stiglitz, de que cada país debería aspirar a reducir la desigualdad
hasta lograr que el 40 % más pobre de la población posea los mismos ingresos
que el 10 % más rico, lo que se conoce como un valor 1 del índice de Palma. Los
Gobiernos más ricos tienen especial responsabilidad, dada su desmesurada
influencia en el establecimiento de las reglas y normas globales. El papel del
G20, liderado por Brasil, y los esfuerzos de los países del Sur en el marco de
las Naciones Unidas, ofrecen oportunidades únicas para la acción multilateral para
abordar la desigualdad tanto a nivel nacional como mundial.
CONTROLAR EL PODER EMPRESARIAL. Tres
pasos prácticos
1. Revitalizar el
Estado
Un Estado fuerte y eficaz es el mejor
baluarte contra el poder empresarial. Es un proveedor de bienes públicos; un
creador y diseñador de mercados; un corrector de las deficiencias del
mercado; y un propietario y operador
de empresas comerciales nacionales, que en el año 2018 representaron hasta el
40 % de la producción nacional en todo el mundo.80 Los Gobiernos deben asumir
una función proactiva en la configuración de sus economías para el bien común.
Por ello, deben:
•Garantizar los servicios públicos
que combaten la desigualdad, como la sanidad, la educación, los servicios
de provisión de cuidados y la seguridad alimentaria.
•Invertir en lo público, transporte, energía,
vivienda y otras infraestructuras públicas.
•Explorar
alternativas públicas
(un monopolio público u otras) en sectores que son propensos al poder
monopolístico y fundamentales para abordar la desigualdad extrema e impulsar
una rápida transición para alejarse de
los combustibles fósiles. Estos podrían incluir la energía pública, el
transporte público (donde los costos de inversión en la infraestructura
implican que
solo pueda haber un proveedor
eficiente), y otros sectores en los que existe un beneficio nacional
significativo.
•Mejorar la
transparencia, rendición de cuentas y supervisión de instituciones públicas (incluidas las
empresas estatales).
•Fortalecer,
financiar y dotar de personal la capacidad regulatoria y jurídica para hacer cumplir
las normas a fin de garantizar que el sector privado sirva al bien común.
2. Regular el sector
privado
Los Gobiernos deben hacer uso de su
autoridad para frenar el exceso de poder del sector privado y evitar
injusticias en sus cadenas de suministro, tanto a nivel nacional como internacional,
debiendo en ese caso:
•Acabar con los monopolios privados
y poner freno al poder empresarial. Los Gobiernos pueden aprender de los
recientes casos antimonopolio en Estados Unidos y Europa, y de las lecciones de
la historia sobre cómo se abordó con éxito la concentración de riqueza. También
deben poner fin al monopolio sobre el conocimiento, democratizando el comercio y
poniendo fin al abuso de las normas de propiedad intelectual (por ejemplo, por
parte de las grandes farmacéuticas sobre los medicamentos) que impulsan la
desigualdad.
•Dar poder a los trabajadores y
trabajadoras, y a las comunidades.
Las empresas deben pagar salarios
dignos y comprometerse a garantizar la justicia climática y de género: el pago
de dividendos y la recompra de acciones deben prohibirse hasta que esto se haya
garantizado. Apoyar, proteger y alentar a los sindicatos. Los Gobiernos deben
adoptar medidas jurídicamente vinculantes para garantizar los derechos de las
mujeres y de las personas racializadas, y para asegurar la debida diligencia en
materia de derechos humanos y medioambiente.
•Aumentar
drásticamente los impuestos a las empresas y a los ricos.
Esto incluye un impuesto permanente
sobre la riqueza y un impuesto permanente sobre los beneficios extraordinarios.
El G20, bajo el liderazgo de Brasil, debería impulsar un nuevo acuerdo
internacional para aumentar los impuestos sobre los ingresos y la riqueza de
las personas más ricas del mundo.
3. Reinventar el
sector empresarial
Los Gobiernos pueden utilizar su poder
para reinventar el sector privado y dotarlo de un nuevo propósito y para ello
deberían:
•Utilizar todo su
poder para crear y promover una nueva generación de empresas que no antepongan
los intereses de sus accionistas (tales como cooperativas de trabajadores y
cooperativas locales, empresas sociales, y empresas de comercio justo), que
sean propiedad de los trabajadores y trabajadoras y que estén gobernadas en el
interés de estas personas, de las comunidades locales y del medioambiente.
Las empresas competitivas y rentables
no tienen por qué estar encadenadas por la codicia de los accionistas.
•Proporcionar apoyo financiero a
empresas justas. Los Gobiernos también pueden utilizar los impuestos y
otros instrumentos económicos para priorizar modelos de negocio justos. No se
deben otorgar ayudas económicas ni
contratos públicos a empresas que no cumplan con sus objetivos de cero
emisiones netas, que paguen salarios inferiores al salario digno o que evadan o
eludan impuestos.
Fuente: OXFAM (https://www.oxfam.org/es/informes/desigualdad-sa
)