Por primera vez, el Gobierno de EE. UU. ha aprobado fondos para
investigar este controvertido enfoque de alterar la dinámica planetaria para
luchar contra el cambio climático. En total, los proyectos recibirán 1,25
billones de euros del presupuesto nacional
Por primera vez, el Gobierno de Estados Unidos ha aprobado fondos para
investigar la geoingeniería, esa controvertida idea de que podríamos
contrarrestar el cambio climático reflejando el calor fuera del planeta.
Los proyectos de ley aprobados, que supondrán una inversión 1,25
billones de euros, incluyen una disposición poco constatada que dedica una
inversión mínima de 3,5 millones de euros para que la Administración Nacional
Oceánica y Atmosférica de EE. UU. (NOAA por sus siglas en inglés) investigue y
monitorice la estratosfera. El programa incluye valoraciones de las
"intervenciones climáticas solares", incluidas las "propuestas
para inyectar material [en la estratosfera] para influir en el clima".
Para permitir esta investigación, el congresista Jerry McNerney de
California (EE.UU.) presentó recientemente un proyecto de ley que permitiría a
la NOAA crear un programa oficial para llevar a cabo este proyecto de
intervención climática. El texto completo del proyecto de ley aún no está
disponible, y la oficina de McNerney todavía no ha respondido a las preguntas
de MIT Technology Review. Pero los principales objetivos incluirían mejorar
nuestra comprensión básica de la química estratosférica y valorar los posibles
efectos y riesgos de la geoingeniería.
El Gobierno también otorgaría a la NOAA la autoridad de supervisión para
revisar e informar sobre los experimentos propuestos por otros grupos de
investigación, según la asesora en la investigación de Geoingeniería y
directora ejecutiva de SilverLining, Kelly Wanser, que habló con la oficina de
McNerney sobre los detalles del proyecto de ley.
Dado que la amenaza del cambio climático no para de crecer, cada vez más
grupos de investigación académica está explorando distintos enfoques para
enfriar el planeta, incluida la inyección de partículas reflectantes en la
estratosfera o la pulverización de agua salada en el cielo para iluminar las
nubes costeras (ver El polémico plan de Harvard para llevar la geoingeniería al
mundo real).
Pero existe la preocupación de que tales herramientas tengan peligrosos
efectos secundarios ambientales, y que incluso sugerirlas como soluciones
reduzca la presión para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero
que impulsan el cambio climático.
En una declaración, McNerney señaló otros proyectos que ya están
avanzando y afirmó que el Gobierno federal debería liderar este campo
controvertido. Un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard (EE.
UU.) se ha estado preparando para realizar uno de los primeros experimentos al
aire libre relacionados con la geoingeniería, al lanzar un globo que rociaría
una pequeña cantidad de partículas en la estratosfera. Dado que cuando la
institución inició el proyecto, todavía no había no ningún programa de
investigación financiado por el Gobierno de EE. UU., uno de sus primeros pasos
fue el de crear su propio comité asesor externo para garantizar que los
investigadores trabajen para limitar los riesgos ambientales, busquen aportes
externos y operen de manera transparente.
McNerney ya había presentado una ley que obligaba a la Academia Nacional
de Ciencias de EE. UU. a proponer una agenda de investigación de geoingeniería
y pautas de supervisión. A su vez, se creó un comité que publicará sus
recomendaciones a lo largo de este año.
Dado que los recortes de emisiones por sí solos probablemente no puedan
evitar los niveles peligrosos del cambio climático, la financiación pública
para investigar la geoingeniería está "atrasada", escribió en un
correo electrónico el investigador de leyes y políticas ambientales de la
Universidad de California en Los Ángeles (EE. UU.) Jesse Reynold. El experto
concluyó: "Necesitamos saber más sobre las capacidades, limitaciones y
riesgos de la geoingeniería solar para que las futuras decisiones estén bien
tomadas".
Fuente: MIT Technology Review