La futuróloga, Amy Webb, considera que si los países no empiezan a trazar una estrategia seria respecto a las tecnologías más disruptivas, nos aguarda un porvenir oscuro
Estamos entrando en una nueva fase del desarrollo de la inteligencia
artificial (IA). Hay un puñado de empresas que están creando el código que
marcará a las generaciones futuras. Y lo están haciendo sin que la sociedad
participe de decisiones clave, sin que nadie supervise si la IA que ahora mismo
se está cocinando con fines principalmente comerciales es también la que
queremos que ordene nuestras vidas en las próximas décadas. Amy Webb (East
Chicago, Indiana, 1974) ha tomado como punto de partida este momento clave para
describir tres posibles escenarios de futuro para este siglo. A eso se dedica,
de hecho, Webb: es fundadora y CEO de Future Today Institute, una compañía que
investiga, modela y prototipa los riesgos y las oportunidades que están por
venir. Entre sus clientes se cuentan algunas de las mayores empresas del mundo,
pero también bancos centrales y gobiernos, incluyendo el Departamento de
Defensa de EE UU.
Desde su punto de vista, la inteligencia artificial general (IAG, la que
definitivamente superará a la humana) está ya dando sus primeros pasos. AlphaGo
Zero demostró que una máquina es capaz de superar a la mente humana, diseñando
estrategias ganadoras para un juego tan completo como Go que los mayores
maestros del mundo ni siquiera son capaces de entender. “La gente suele pensar
que la IAG se parecerá a los replicantes de Blade Runner o a Jarvis de las
películas de Marvel. Es cierto que AlphaGo no puede conducir un coche o
inventar nuevas recetas, pero yo diría que es un ejemplo temprano”, sostiene.
En su libro Los nueve gigantes. Cómo las grandes tecnológicas amenazan
al futuro de la humanidad (Península), la asesora alerta de que si no tomamos
las riendas de la situación, lo que veremos en los próximos años seguramente no
será de nuestro agrado. De eso se encargarán los nueve gigantes: la GMAFIA
(Google, Microsoft, Amazon, Facebook, IBM y Apple) y los BAT (Baidu, Alibaba y
Tencent). “Elegí estas porque son las que hacen un uso más transversal de la
IA”, justifica la autora.
PREGUNTA. ¿Tenemos motivos para temer la IA?
RESPUESTA. Creo que sí. La gente suele identificar la amenaza de la IA
con el surgimiento de una especie de Terminator. El futuro que nos depara es
mucho más matizado. No hace falta morir de un tiro, también se puede fallecer
por millones de cortes de papel. Algunos de los problemas que afrontamos hoy
parecen muy menores: que se nos muestren noticias distintas a las que ve otra
persona, recomendaciones diferentes, precios también distintos en función de
qué puede pagar cada uno... No son cosas catastróficas, pero no dejan de
erosionar nuestra capacidad de decisión. Paralelamente, la IA sigue ganando
terreno. En EE UU hay quien propugna que la regulación del tráfico aéreo la
lleven a cabo sistemas automáticos. En los aviones de hecho la IA hace la
mayoría del trabajo, aunque los pilotos están al mando de las operaciones
críticas: despegue y aterrizaje. Puede que la IA sea mejor que nosotros, pero
¿cómo nos aseguramos de que los datos con los que opera están bien?
P. Sostiene que mientras China tiene una estrategia muy clara para
convertirse en líder mundial de la IA, en Occidente se ha permitido que las
empresas desarrollen esta tecnología como prefieran.
R. China nunca ha escondido sus ambiciones: quiere
dominar la IA, pero también la biología sintética, la edición genética… Le han
contado su plan a todo el mundo y lo están ejecutando paso a paso, el problema
es que durante mucho tiempo nadie se los tomó en serio. En EE UU el Gobierno ha
mirado hacia otro lado. En algún momento la gente se preocupó porque Facebook
hacía cosas malas y porque Amazon y Google están convirtiéndose en empresas
demasiado grandes, y ahora es cuando se está tratando de legislar. En la UE
desde el principio se ha pensado en la regulación, pero la tecnología que
regula no se fabrica en Europa. Así que tenemos el Salvaje Oeste en EE UU, donde
las compañías hacen lo que quieren; un sistema planificado en China comandado
por el gobierno y una UE que está tratando de establecer el estándar de cómo
deberían ser las cosas. El problema es que estos tres actores no están
motivados para colaborar de ninguna forma. Vamos hacia redes de IA separadas,
como ya pasó con internet.
P. Las grandes tecnológicas están desarrollando una IA que casa con sus
intereses comerciales, pero no necesariamente con lo que la gente necesita.
¿Cómo se puede encontrar un equilibrio mejor?
R. Efectivamente, son empresas y por tanto tienen que
ganar dinero, pero no pueden saltarse la ley. Y de hecho no lo están haciendo,
aunque pensemos que lo que hacen no es lo mejor para nuestros intereses a largo
plazo. El gran problema es que a la mayoría de la gente le da igual. La gente
quiere buenas experiencias de producto y no tomar decisiones. Y eso crea una
paradoja: por un lado, la mayoría seguramente opine que sí hay que trocear a
las big tech, pero al mismo tiempo nadie estaría dispuesto a dejar de usar
voluntariamente los servicios que ofrecen.
P. Usted propone que la IA se convierta en un bien público.
R. Eso ya pasa con la energía o las telecomunicaciones. En ambos
sectores hay compañías que ganan dinero, la diferencia es que hay un
alineamiento más fuerte entre los gobiernos y las empresas. Si podemos definir
conceptualmente la IA como un bien público entonces podemos incentivar más
colaboración público privada. Va a ser complicado, y cuanto más esperemos peor,
porque más desarrollado estará el ecosistema.
P. Deja claro también que China puede ser una amenaza.
R. China ha invertido muchísimo en el mundo en
desarrollo. Pero no solo dinero: tienen diplomáticos sobre el terreno, están
construyendo relaciones sólidas. Creo que va a haber grandes cambios
geopolíticos en los dos próximos años. Y no me extrañaría que China construya
un bloque geopolítico apoyado en la tecnología, un campo que es posible que
lidere. Creo que eso es un problema para Europa y EEUU.
P. En su libro describe tres posibles escenarios en función de cómo
gestionemos la IA. ¿Cómo los desarrolló?
R. Soy futuróloga. Sé que eso suena raro, pero
tenemos nuestros métodos. La planificación y el estudio es una parte capital de
nuestro trabajo. Hay muchas formas de describir escenarios de futuro, que
siempre incorporan una gran cantidad de investigación y de construcción de
modelos. En este libro me plantee el reto de ver qué pasaría si tomamos las
decisiones adecuadas, si tomamos decisiones terribles o si seguimos como hasta
ahora. Me interesaba construir tres escenarios, optimista, pesimista y
pragmático, porque quiero que la gente vea que tenemos alternativas. Y espero
que nos sirva para tomar buenas decisiones.
P. ¿Cómo es el escenario optimista?
R. No significa que vivamos en un mundo idílico, sino que afrontamos las
decisiones difíciles de la mejor forma posible con la información que tenemos.
En este escenario se aplica un sistema de incentivos económicos como método
para unir a los países y se tratan los datos personales de forma adecuada para
afrontar los desafíos que tenemos hoy. Y también se empieza a desarrollar
tecnología que servirá a los centennials [los nacidos entre 1990 y 2009]. Para
que este escenario funcione también hay que identificar el ciberterrorismo
patrocinado por estados. Soy consciente de que esto último es muy aspiracional,
pero tendría sentido.
P. ¿Y el pragmático?
R. El escenario pragmático dibuja qué pasaría dentro de unos años si
seguimos como hasta ahora. Tendremos una mayor consolidación empresarial y la
mayoría de países, también España, se unirán a la familia de Google o Applezon,
la fusión de Apple y Amazon. Eso significa que una de estas compañías
controlará tus datos y aportará el sistema operativo de tu vida diaria.
Microsoft e IBM siguen existiendo, aunque en un segundo plano, y Facebook
desaparece, porque realmente no le veo continuidad a largo plazo a su modelo de
negocio. Este futuro explora qué pasaría si nuestras vidas dejan de ser
interoperables. Paralelamente, China sigue concentrando poder mientras EE UU
combate a las big tech en los tribunales y la UE regula el uso de la
tecnología. Al final de este escenario, China crea su propio bloque geopolítico
basado en las relaciones económicas y diplomáticas que lleva tanto tiempo
cultivando y en la aplicación de su IA en sus áreas de influencia, que pasan a
ser dependientes de su tecnología. China crea One China y usa la tecnología
para encerrar a los demás países en su bloque: hace difícil a las empresas
operar más allá de sus propias fronteras, dificulta que la gente viaje fuera… Y
este escenario culmina con un nuevo tipo de guerra tecnológica en la que domina
China.
P. ¿Cómo es el pesimista?
R. En el escenario pesimista, China ya no necesita a EE UU como socio
comercial ni como fuente de propiedad intelectual. Exporta su sistema de
crédito social a más de 150 países y, a cambio de obediencia, estos países
tienen acceso a su red tecnológica, al comercio y a un sistema financiero
estable respaldado por Pekín. Sus ciudadanos son libres de desplazarse por
todos los países de la órbita china siempre que su crédito social sea suficiente.
EE UU y Europa quedan cercados. Con el tiempo, China desarrolla una super inteligencia
artificial que decide que, en un planeta superpoblado y con falta de alimentos,
hay que aniquilar a la población de fuera del bloque para sobrevivir.
P. ¿Cuál de los tres escenarios le parece más plausible?
R. Creo que ahora mismo estamos avanzando
decididamente hacia el pragmático. Muchos creen que este escenario parece muy
distópico. Pues si te hace sentir incómodo tengo malas noticias: estamos yendo
hacia allí de cabeza. El catastrófico tampoco parece muy lejano. Todavía
estamos a tiempo de rectificar, pero la pandemia nos ha dividido todavía más en
muchos sentidos. Espero que a medida que el mundo empiece a salir de esta
crisis recordemos que tenemos mucho trabajo que hacer y que hay que tomar
muchas decisiones complicadas para lograr que la IA sirva al interés público
Fuente: El
Pais.com