Los productos que lanzan las grandes empresas están cada vez más hechos a imagen y semejanza de las formas emocionales que rigen a los consumidores.
Dicen Al Ries y Jack Trout en su libro "Las 22
leyes inmutables del marketing" que la cuarta ley es la ley de la
percepción: "El marketing no es una batalla de productos sino de
percepciones".
De estudiar la percepción en su conjunto se basa el neuromarketing, el cual, ha penetrado en rincones de nuestra mente que ni siquiera nosotros mismos conocemos, y en esto radica su éxito.
Hay estudios que afirman que el 85% del proceso de
compra es irracional. O lo que es lo mismo: emocional. Cuando entendemos que el ser humano es emocional,
sentimental, condicionado por su evolución, e imposible de entender bajo la
óptica de la lógica podremos a empezar a vislumbrar la importancia del
neuromarketing.
La aplicación de esta ciencia más interesante es el branding y es de la que hablaré en esta ocasión. El branding trata de dotar de valores y emociones a las marcas. De ver qué papel queremos que jueguen cada una de nuestras marcas en la sociedad de consumo.
En esto el neuromarketing ha resultado ser una herramienta
revolucionaria. Se puede conocer cómo reacciona el cerebro ante las marcas, qué
partes son estimuladas. Porque no nos equivoquemos, nos comportamos de manera
puramente conductista, muy parecido al experimento de Paulov y su perro. Y eso
es un triunfo que debemos reconocer a los expertos en branding. Hace tiempo que
la publicidad y las acciones de marketing están dirigidas a lo que quiere
evocar la marca, dejándose de centrar en el producto. Es decir, los especialistas
en branding buscan la manera de que percibamos su marca mediante una
experiencia agradable, y acorde con los valores que desean transmitir, para
formarnos ellos a nosotros la percepción, y que no seamos nosotros quienes nos
la formemos.
Conclusión
Conclusión
- Como reflexión final, podemos aseverar que en este entorno tan cambiante todos los esfuerzos de las empresas van dirigidos a conocer al ser humano como consumidor, dada la gran aversión al riesgo que tienen las compañías por el alto coste económico y social que puede acarrear un descalabro, disminuyen las posibilidades de fracaso de cualquier nuevo producto.
- Los productos que lanzan las grandes empresas están cada vez más hechos a imagen y semejanza de las formas emocionales que rigen a los consumidores. Cuando los vemos, nos sorprenden sin saber que ese concepto lo teníamos ya arraigado en lo más profundo de nuestro psique subconsciente. Pero claro, parafraseando al gran Steve Jobs... "nadie sabe lo que quiere? hasta que lo ve".