A
la vuelta de las vacaciones, todo sigue igual. Los fascistas haciendo fascismo,
que es lo que mejor saben hacer, y el resto de partidos políticos, intentando taponar la grieta en la democracia española provocada por la deriva fascista de Vox y PP.
Veamos algunos ejemplos al respecto.
A fin
de cuentas, es una formación comprometida con la legalidad, para quien los
magistrados son seres de luz, sin rastro alguno de intencionalidad política o
revestimiento ideológico, aún cuando despliegan investigaciones a todas luces prospectivas, como contra la mujer del
presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; o que en otros casos digan que son “un cáncer del Estado de
Derecho” que “contamina políticamente”, como cuando le preguntas al vicesecretario de
Institucional del PP, Esteban González Pons.
Y es
que la amnistía no gusta a Pons y, a principios de 2024, decidió pronunciar
esta comparación porque, si el PP considera que una ley es inconstitucional,
esta debe de serlo y no existe otra posibilidad, aunque el Alto Tribunal
garante de la Carta Magna sentencie lo contrario. No obstante, el conflicto
catalán no es el único asunto que sulfura a los conservadores hasta el punto de
atacar a los jueces que aseguran adorar. Si existe algo que hace hervir la
sangre de los nacidos en la amortizada Génova 13 es que se destape su
corrupción.
Solo
así se explica lo tranquilo que se quedó José Antonio Monago, expresidente de
la Junta de Extremadura y senador del PP, en diciembre de 2023, cuando aseguró
que “el mayor caso de lawfare (guerra judicial) de la historia de España era la
condena de la trama Gürtel. No titubeó el presidente del Comité de Derechos y
Garantías del Partido Popular al añadir que detrás se encontraba, a parte de la
siempre omnipresente y malévola izquierda, el juez José Ricardo de Prada.
No
debió de caer Monago en aquel momento en que, si bien no con tanta solvencia
como Ángel Hurtado (actuando prácticamente como abogado defensor de Rajoy en el juicio de
la Gürtel y ahora imputando al fiscal general del Estado sin pruebas y rechazando testificales que le exculpaban) el magistrado Prada, al llevar toga y emitir
sentencias, también era un juez. Lo mismo le debió pasar a Pons, cuando tan
solo un mes después calificó como un “cáncer” al “Constitucional presidido por
Cándido Conde Pumpido”. Otro juez, aunque no sea el que persigue a la mujer de
Sánchez y se olvida de los plazos de un juicio que afecta al Ayuntamiento de
Almeida, de apellido Peinado.
Lo
sorprendente de estos casos perdidos en un mar de ejemplos es que, cuando se
produjeron, al frente de la dirección nacional del Partido Popular ya se
encontraba Alberto Núñez Feijoo, auto-erigido como dique de contención frente a
los ataques a los jueces. También pude ser que el político gallego y sus
compañeros de formación consideren que los jueces que investigan posibles
delitos relacionados con la política son solo buenos cuando sus pesquisas
afectan a la izquierda y, de lo contrario, son agentes de la KGB.
Un
sentimiento que es compresible cuando estás acostumbrado a “controlar la sala
segunda (del Tribunal Supremo) desde detrás”, tal y como consideraba el
portavoz del PP en el Senado en 2018, Ignacio Cosidó, la “jugada estupenda” del
reparto de jueces durante la negociación para la renovación del Consejo de
Poder Judicial, que terminó propiciando que el máximo órgano de los jueces
estuviese caducado durante más de cinco años. Aquel fue un año convulso para el
PP, con diferentes ministros desfilando por comparecencias parlamentarias para
dar explicaciones sobre la implicación del partido en la Gürtel, cuya sentencia
se acaba de conocer.
“No
tenemos por qué compartir lo que diga un juez, no tiene por qué ser verdad”,
reaccionaba la entonces ministra de Defensa y secretaria general de la
formación, María Dolores de Cospedal, a la condena contra el partido como
beneficiado de la trama “a título lucrativo”. “¿Es que los jueces son
infalibles?", se preguntaba. El mandamás llegó a denominar el caso como
“una trama contra el PP” y desde el partido desprestigiaban la sentencia.
Y es
que antaño los jueces eran malos y sus sentencias estaban politizadas, pero en
estos momentos la cosa es diferente. Hoy, los magistrados son libres y pulcros,
salvo alguna excepción como la de la jueza de la DANA, que investiga de quién
es la responsabilidad de que 228 valencianos muriesen el pasado año mientras a
su president, Carlos Mazón, se le alargó el almuerzo . Quién sabe si mañana los
jueces seguirán siendo un tótem social. Habrá que esperar a que se pronuncie el
PP, que de justicia sabe un rato.
EDITORIAL
Hoy mismo, ya sin caretas, el PP de Aznar, Ayuso, Mañueco, Moreno Bonilla, Mazón y Feijóo, representante este último ante las instituciones de los millones de personas que votaron al PP, que en la apertura del Año judicial, anuncia dar plantón a nuestro Rey y Jefe del Estado (decisión anticipada el 31 de julio al Tribunal Supremo, sin tener en cuenta, la imputación infundada del FGE, García Ortiz, de parte del juez Hurtado) , en una nueva muestra de fascismo, que también representa la dejación de funciones, ante las instituciones, con el fin de dañar a la democracia española. Al igual que el presidente del Senado, que por el mismo motivo, antepone su agenda a sus obligaciones constitucionales.
Un par de cositas más. Señores dirigentes del PP y Vox, los palestinos no mueren por mandato divino sino por mandato del representante del diablo en la tierra que es el criminal de guerra Netanyahu, que además utiliza el hambre como arma de guerra. Y si señora Ayuso y resto de ganadería fascista, por mucho que les moleste y les guste la fruta, eso no es antisemitismo, ni terrorismo de ETA, es terrorismo de estado, crímenes de guerra y de lesa humanidad, según la ONU o también consideran ilegal a la Organización de las Naciones Unidas, igual que Putin, Netanyahu y Trump, que ya si eso quedan todos retratados.
Por otra parte decirles, que a todos los ucranianos que lo solicitaron, merecidamente se les dio asilo político en España, favorecidos por su raza blanca. Pero a africanos y asiáticos, que distan mucho de ser blancos, desde PP y Vox se les discrimina por puro racismo, y ni siquiera acogen unos cientos de menores no acompañados en las autonomías donde gobiernan. !Malditos fascistas racistas!
Por todo ello me reafirmo en lo señalado al principio del post.
Pues por lo que sea, el fascismo desde siempre se encuentra enraizado en la mayoría de los estamentos del estado español, y solo espera el momento adecuado para provocar una revolución que no está lejos, Y aunque por ahora se conforman con ir calentando las calles, supongo, que ese momento llegará después que Pedro Sánchez renuncie a presentarse a unas elecciones generales. Entonces PP y Vox, quizás gobiernen con mayoría absoluta e inicien una dictablanda en España a imagen y semejanza de Rusia, Israel o EEUU, a donde Trump parece apuntar.
Fuente:
El
Plural.com