La red social dejará de admitir anuncios políticos la semana previa a las próximas elecciones de EE. UU. en un intento de no influir en los votantes. Pero solo es un lavado de imagen.
La idea de esquemas
de manipulación algorítmica que lavan el cerebro de grandes franjas del
electorado online podría explicar muy bien la naturaleza polarizada de la
opinión pública estadounidense. Pero los expertos creen que, en realidad, es
poco probable que la publicidad política dirigida haya tenido mucha influencia
en el comportamiento de los votantes.
El problema es bastante
grave
Las redes sociales
funcionan ejecutando potentes algoritmos de recomendación de contenido que se
sabe que colocan a los usuarios en cámaras de eco de información limitada. En
ocasiones, esas personas acaban engañadas por algunos actores poderosos.
En lugar de conseguir
que los votantes cambien de opinión, los mensajes políticos transmitidos de
esta manera son en realidad mucho más eficaces para fragmentar la opinión pública.
Eso significa que prohibir los anuncios—los de las campañas políticas— no es lo
que cambia la democracia; son los propios algoritmos de recomendación los que
aumentan la polarización y disminuyen el civismo del electorado.
El director del
proyecto de investigación de propaganda del Centro para el Compromiso de los
Medios de Comunicación en la Universidad de Texas (EE. UU.), Sam Woolley, se
"alegra de que Facebook esté tomando medidas para eliminar los anuncios
políticos", pero se pregunta "hasta qué punto las empresas de las
redes sociales seguirán dando pequeños pasos cuando realmente deberían abordar
un problema que afecta a todo el ecosistema".
Woolley explica:
"Los anuncios políticos son solo la punta del iceberg. Las redes sociales
han intensificado terriblemente la polarización y la fragmentación porque han
permitido que la gente se vuelva más aislada y menos cívica porque no participa
tanto en las comunicaciones cara a cara, ya que están detrás de ese muro de
anonimato y porque realmente no ven las consecuencias de las cosas que
hacen". Estos algoritmos pueden parecer matemáticos y objetivos, pero el
experto destaca que el sistema es "increíblemente subjetivo", con
muchas decisiones tomadas por seres humanos de cómo y por qué se recomienda un
contenido concreto.
Abordar el resto del
iceberg requiere un replanteamiento total de lo que realmente son las redes
sociales. Woolley subraya: "No se puede negar que la alteración
fundamental de nuestro sistema de medios de transmisión a las redes sociales ha
cambiado irreparablemente la forma en la que compartimos la información, y
también el modo en el que formamos nuestras opiniones, y la manera de llevarnos
bien o mal".
¿Qué significa esto
para la democracia?
No es un problema
completamente nuevo. El sistema político estadounidense lleva usando la
publicidad política dirigida durante décadas, mucho antes de que naciera
internet. En la década de 1950 las campañas políticas enviaban a los
encuestadores a las direcciones específicas donde vivían votantes indecisos. En
la década de 1960, los científicos de datos diseñaban mensajes dirigidos a
pequeños grupos de votantes persuadibles.
Las redes sociales no
han cambiado drásticamente la dirección de este sistema, sino que han
intensificado la polarización y la fragmentación que causa. Además, los grupos
más grandes y extremos también se convierten en vectores de desinformación y
propaganda, lo que acelera y agrava el problema. Estos retos van mucho más allá
de la prohibición de Facebook: desafían todo el ecosistema económico e
informativo online.
EDITORIAL
La verdadera fuerza
de la publicidad política online reside en sembrar la discordia, porque ya se
sabe lo que dice el dicho popular “divide y vencerás”, es decir, las dos Españas.
¡Viva la libertad de
expresión! y adios a la señora democracia, ¿verdad señores de PP y Vox?
Y ahora me dirán que nadie de ustedes son nostálgicos
del antiguo régimen, faltaría más.
Fuente: technologyreview.es