Una élite
científica está promoviendo una Internet de las cosas: una organización global
de las cadenas de suministro inspirada en la web. Sus ventajas para la eficacia
empresarial y el medio ambiente serán enormes, pero solo si la idea logra
vencer las resistencias de la industria a compartir recursos con la
competencia.
Los teóricos de la llamada Internet física acaban de
reunirse en el primer congreso dedicado a su disciplina, celebrado el mes
pasado en la Universidad de Laval, en la ciudad de Québec, y organizado por
Benoit Montreuil, profesor de ingeniería industrial de esa institución
canadiense. La primera Conferencia Internacional sobre la Internet Física ha
congregado a 200 investigadores y directivos industriales. Montreuil y dos
colegas están a punto de publicar en inglés el libro fundacional de la
disciplina, The Physical Internet: the network of logistic networks (La
Internet física: la red de redes logísticas). La revista Science dedica un
número especial a la materia.
Un primer objetivo es un contenedor
que sirva para cualquier producto
- La idea tiene dos patas, y la primera es desarrollar algún tipo de contenedor normalizado que sirva lo mismo para frutas que para discos duros; sería el equivalente de los paquetes de información en los que se divide, para viajar, la información que llega a nuestra pantalla, paquetes que aprovechan cualquier cable disponible pero que al final son capaces de reunirse y ordenarse en su destino.
- Algo similar a estos contenedores ya existe en el transporte marítimo (y en la parte del transporte ferroviario derivado directamente de él), pero esas cajas que algunos lectores habrán visto en las afueras de una estación, al emprender un viaje en tren, resultan por completo inútiles para llevar los productos por carretera y ciudad hasta su destinatario final. Lo que se precisa es un nuevo contenedor verdaderamente universal, válido para el barco y para la moto que lleva el producto hasta la casa o la empresa.
El segundo objetivo es la
normalización de herramientas y protocolos
- La segunda pata es la puesta en común de las herramientas y los protocolos, de forma análoga al software libre en Internet, o a la computación distribuida, como en la nube. No se trata de que las empresas pasen de competir a cooperar, sino de que empiecen a competir en el momento correcto: cuando el ordenador de una marca tiene que medir su calidad y su precio contra el de otra, no cuando viajan cada uno en un camión medio vacío hacia el mismo destino. Ninguna de estas estrategias está integrada en la filosofía de las empresas actuales —ni siquiera en las de logística, como DHL o FedEx—, pero los números demuestran que serían no solo de gran utilidad para reducir las emisiones de carbono, sino también para los balances de las propias empresas y sus empleados.
- Elevando el foco, la logística es una industria gargantuesca que mueve 45.000 millones de euros al año y supone el 15% del PIB mundial. Y su funcionamiento no puede estar más lejos del óptimo racional, si no de la racionalidad en sí misma. Un estudio británico de 2004, citado por Jeffrey Mervis en Science, estudió a 1.000 camiones durante 24 horas con resultados desmoralizadores: solo transportaban bienes el 10% del tiempo.
- La iniciativa de la Internet física “representa un círculo virtuoso donde todos ganan”, ya sea en aumentar los beneficios o en reducir la contaminación, concluyó hace pocos años un estudio encargado por la National Science Foundation de Estados Unidos, que financia un consorcio entre las universidades y la industria sobre el asunto con sede en la Universidad de Arkansas en Fayetteville. La Unión Europea, por su lado, ha aportado cinco millones de euros al proyecto Modulushca sobre unidades logísticas modulares, el tipo de contenedores y procedimientos que necesita la Red física, o Internet de las cosas, para prosperar.