El 2023 arrancó con unas predicciones funestas sobre la ralentización de la economía de EE. UU. y el temor a una recesión. Los bancos centrales lucharon contra la inflación mientras los salarios no dejaban de subir en Estados Unidos, Europa y el Reino Unido.
Los rendimientos de los bonos
se dispararon hasta finales del mes de octubre, con los rendimientos del Tesoro
alcanzando máximos de 15 años, ya que la incertidumbre sobre la sostenibilidad
de la deuda de EE. UU., el aumento de los riesgos geopolíticos en Oriente Medio
junto con las crecientes tensiones entre EE. UU. y China, la OTAN y Rusia, y la
preocupación por el ciclo electoral de 2024 en EE. UU. y Europa empezaron a
afectar a los mercados. La renta variable estuvo liderada por las acciones de
las 7 empresas de gran capitalización, con los valores de las compañías
relacionadas con la inteligencia artificial (IA) a la cabeza, dando lugar a que
el índice S&P 500 alcanzara nuevos máximos en 2023. A pesar de que el crecimiento
económico mundial se ralentizó, la tan temida recesión en EE. UU. no acabó
materializándose, ya que el persistente impacto del estímulo fiscal impulsó el
crecimiento, con un sólido crecimiento en EE. UU. en el tercer trimestre de
2023 y una inflación subyacente que siguió cayendo.
Y que nos espera
para 2024
Algunos analistas
señalan que existirán una serie de riesgos nuevos y continuos en 2024, ya que
algunos no descartan el riesgo de recesión. De acuerdo con BNP Paribas, el
exceso de ahorro de los consumidores está disminuyendo, y el aumento de los
tipos de interés está teniendo un efecto inevitable en la demanda, tanto de
bienes como de servicios, y especialmente de vivienda. BlackRock ha señalado
que la situación ha cambiado y que ésta es estructural debido a la naturaleza
cambiante de la mano de obra como consecuencia del envejecimiento de la
población.
Existe cierto
desacuerdo sobre la desaceleración prevista en la primera parte de 2024 y sobre
su intensidad. Según ha informado JPMorgan Asset Management, el problema suele
ser el "desfase largo y variable" de la política monetaria, ya que
cuando la confianza de los consumidores cambia, esta lo hace rápidamente. A
diferencia de muchos que anticipan ese aterrizaje suave, Allianz sigue creyendo
que se avecina una recesión en EE. UU., mientras que Fidelity prevé una
recesión cíclica el año que viene debido a que los tipos de interés se
mantendrán demasiado altos durante demasiado tiempo. La mayoría de las
previsiones no son tan desalentadoras, ya que Invesco cree que una política
monetaria restrictiva, unos consumidores cada vez más presionados y unas
perturbaciones idiosincrásicas del crecimiento sugieren que el crecimiento
mundial seguirá ralentizándose el próximo año. Esto puede deberse a que las
condiciones financieras que lastran el crecimiento probablemente disminuirán.
Sin embargo, de acuerdo con Goldman Sachs, el riesgo de recesión es muy
limitado a pesar de varios vientos de cola para el crecimiento mundial y piensa
que, a pesar de que los bancos centrales posiblemente hayan actuado con
demasiada lentitud en 2022 y 2023, estos están dispuestos a aplicar recortes en
el caso de que el crecimiento se ralentice.
En lo que parece
haber unanimidad es en que se espera que la inflación siga bajando a lo largo
de 2024, aunque el ritmo será desigual. A pesar de que el equilibrio entre la
oferta y la demanda en el sector de los bienes ya se ha completado en gran
medida, el impacto en la desinflación de los bienes básicos, tal y como señala
Goldman Sachs, todavía está desarrollándose y es probable que continúe durante
la mayor parte de 2024. Es probable que el dólar estadounidense caiga hasta
2024 e impulse los activos no denominados en dólares, aunque los
acontecimientos geopolíticos podrían dar lugar a que la divisa vuelva a subir
si los inversores buscan un refugio seguro.
Sin embargo, aunque
la inflación podría ralentizarse, es probable que el crecimiento salarial
mantenga la inflación subyacente más alta que antes de la pandemia de la covid.
Todavía se está debatiendo cómo actuarán los bancos centrales en 2024, ya que
mucho dependerá de la tasa de inflación impulsada por la demanda. El apetito
por el riesgo debería empezar a mejorar, pero la incertidumbre en torno a
cuándo empezarán los recortes de tipos podría generar volatilidad hasta que
cambien las orientaciones de los bancos centrales.
Aparte de las
incertidumbres macroeconómicas, hay una serie de riesgos potenciales para 2024
que deben ser tenidos en consideración:
- Energía: A pesar de la caída del precio del gas y
de la reorientación del suministro energético desde Rusia, el problema de la
inseguridad energética en Europa persiste, ya que el conflicto en Ucrania sigue
abierto. Este se ha visto exacerbado por el ataque a Israel y la amenaza de una
ampliación del conflicto, que aunque no es tan alta como en octubre, sigue
estando ahí. También puede haber más tensiones en los mercados energéticos
mundiales en 2024, a medida que entre en vigor la política energética ecológica
de la UE y se prevea que continúen los recortes por parte de la OPEP+.
- Disonancia
económica: Esto se reflejará
en las políticas divergentes de los bancos centrales. En este sentido, el Banco
de Inglaterra ha sido más lento en recortar los tipos que sus homólogos
estadounidenses o europeos. También existe la posibilidad de que los mercados
de bonos se vean afectados, ya que la cuestión del techo de la deuda
estadounidense volverá a afectarles en enero y febrero, junto con el ciclo
político. Las cuestiones relativas a la sostenibilidad de la deuda y a los
niveles adecuados de endeudamiento no solo afectarán a Estados Unidos, sino
también a otros mercados desarrollados.
- Relaciones
geopolíticas y geofragmentación: Tal y como hemos señalado anteriormente en nuestros informes
¿Qué impulsa el comercio mundial? El impacto de la geopolítica, la tecnología y
el clima en los mercados (en inglés) y Las energías renovables y las nuevas
superpotencias de las materias primas, los países están haciendo cambios en sus
vínculos regionales, modificando sus prioridades nacionales (generalmente
ligadas a políticas industriales) y replanteándose su participación en bloques
económicos para sectores sensibles y de importancia estratégica. Esto significa
que los costes de producción están aumentando en todos los mercados
desarrollados a medida que las relaciones comerciales de los países cambian y
que la deslocalización y la deslocalización amistosa tienen el potencial de
hacer subir la inflación. Y 2024 será el mayor año de la historia, con más de
la mitad de la población mundial votando. Las elecciones en EE. UU., el
Parlamento Europeo, Taiwán y la India podrían cambiar el panorama geopolítico.
- La transición hacia
una economía baja en carbono: Aunque el acuerdo de la COP28 ha sido considerado por
algunos como una evasiva, el compromiso con la reducción de los combustibles
fósiles pone de manifiesto que habrá un mayor interés en el desarrollo de
combustibles alternativos y de infraestructuras resistentes al cambio climático
por parte de inversores y gobiernos. Esto debería servir de apoyo tanto a la
tecnología como al sector de los materiales.
¿Qué implicaciones
puede tener esto a efectos de la inversión?
Está claro que el
mercado de bonos está cambiando. Ante la previsión de que los rendimientos
sigan cayendo, es probable que muchos inversores ahora busquen ampliar la
duración.
También se espera
que los mercados de renta variable se beneficien de cualquier recorte de los
tipos de interés por parte de los bancos centrales, y que otros sectores
experimenten un crecimiento si Estados Unidos logra el tan esperado aterrizaje
suave. Aunque el enorme interés por la inteligencia artificial (IA) se
mantendrá, es posible que haya llegado el momento de que los inversores miren
más allá de las siete empresas de gran capitalización y amplíen su exposición.
Otra área de interés
seguirán siendo los mercados emergentes (ME) que, a pesar de un dólar
estadounidense todavía alto, ofrecen una variedad de oportunidades tanto en
renta variable como en bonos. La atención debería centrarse en los países con
un impulso cíclico positivo y buenas historias de crecimiento estructural.
Fuente: Exante.eu
Proyecciones
macroeconómicas de la economía española (2023-2026)
Principales rasgos
de la actualización más reciente de las proyecciones macroeconómicas del Banco
de España para la economía española a lo largo del horizonte 2023-2026
Bajo los supuestos
del ejercicio, se estima que el crecimiento del PIB de nuestro país, que en 2022
alcanzó el 5,8%, se ralentizará en 2023 y en 2024, y se establecerá en el 2,4%
y el 1,6%, respectivamente; con posterioridad, el ritmo de avance del producto
se situará en el 1,9% en 2025 y el 1,7% en 2026 (véase cuadro 1). Por el lado
de los precios, la inflación general —que en el promedio de 2022 fue del 8,3%—
disminuirá hasta el 3,4% en 2023 y seguirá moderándose a lo largo de todo el
horizonte de proyección, registrando tasas promedio del 3,3% en 2024, del 2% en
2025 y del 1,9% en 2026. Por su parte, el componente subyacente de los precios
crecerá un 4,1% este año —tres décimas más que en 2022—, se desacelerará hasta
el 1,9% en los dos años siguientes y se situará en el 1,8% en 2026. En cuanto a
la tasa de paro, esta se reducirá desde el 12,9% de 2022 hasta el 12,1% en 2023
y mostrará una leve senda descendente durante el período 2024-2026, si bien
permanecerá en el entorno del 11%
Fuente: BDE.es