9 de marzo de 2021

TECNOLOGIA. La UE se encamina hacia la autosuficiencia tecnológica

 La Unión Europea (UE) está construyendo las bases para desarrollar una industria tecnológica fuerte en algunos campos y reducir así su dependencia del exterior, tanto de EE UU como de China. Inteligencia artificial (IA), 'cloud computing' y semiconductores son algunos de los sectores en los que la Unión Europea está desarrollando sus planes.

En materia de la nube digital, Europa quiere que su proyecto de computación GAIA-X sea la nube casi por defecto. Su objetivo es desarrollar requisitos comunes para una infraestructura de datos europea, en los que la apertura, la transparencia y la capacidad de conectarse con otros países de la UE sean clave. Actualmente participan en el proyecto representantes de siete Estados miembros, pero el reto es que se vayan sumando el resto.

Europa no solo quiere que las empresas del continente confíen en esta nube y en sus proveedores, sino que la propia soberanía digital de los usuarios de los servicios en la nube esté garantizada porque se cumplen con todas las regulaciones que la Unión Europa tiene en diferentes materias, como seguridad y privacidad de los datos. Además, GAIA-X nace con la voluntad de garantizar la escalabilidad de los proveedores europeos de la nube.

Hoy día, los proveedores norteamericanos suelen ser todavía los que se llevan la mayor parte de los contratos cuando las empresas europeas deciden apostar por el 'cloud computing'. Según los datos de la consultora de tecnología Synergy, el 66% de la facturación en ese ámbito de las empresas europeas va a parar a AWS (Amazon Web Services), Google y Microsoft, esto es, la tres compañías más grandes del sector tecnología y todas precisamente de origen estadounidense.

Como parte de este proyecto GAIA-X, se están desarrollando las bases para una infraestructura de datos abierta y federada basada en valores europeos. Pero, además de la nube, Europa también quiere ser fuerte en otras industrias tecnológicas claves para la economía actual, y aún más para la del futuro, como la electrónica y los semiconductores. En estos momentos, muchos de los grandes actores de ese negocio son norteamericanos, aunque es en el sudeste asiático donde se acaban fabricando la mayoría de estos chips y procesadores.

Sin embargo, en Europa también existe una larga tradición en el diseño y fabricación de estos componentes. De hecho, la mayoría de los teléfonos móviles llevan dentro procesadores que, independientemente de la marca que los haya fabricado, han sido diseñados por la firma británica ARM. Esta empresa licencia sus diseños para que cualquier compañía pueda fabricar sus propios chips. Pero su dueño pasará pronto al otro lado del Atlántico. La multinacional estadounidense Nvidia ha llegado a un pacto –aún pendiente del permiso de las autoridades– para comprarla.

La idea de Europa para ser fuerte en este terreno de los semiconductores es que todos los países colaboren en el diseño y en la fabricación de estos componentes, claves para cada vez más sectores económicos e industriales.

La iniciativa conjunta de la Unión tiene como objetivo mejorar la cooperación entre los países miembros y aumentar la inversión a lo largo de la cadena de valor de los semiconductores en equipos y materiales, diseño, fabricación y embalaje avanzados, cuando sea posible a través de los fondos europeos de recuperación y resiliencia. Este proyecto, en el que participa España, es una de las siete áreas en las que se fomentan los planes coordinados de los Estados en el marco de NextGenerationEU.

Baterías para todos

Mientras, la European Battery Alliance (EBA), lanzada en 2017 por la Comisión (CE) y 12 Estados miembros (Alemania, Francia, Italia y España entre ellos), contará con 2.900 millones de los fondos europeos para un proyecto de investigación e innovación en el sector de las baterías, especialmente aquellas destinadas a la automoción y con fines sostenibles. En Bruselas esperan que, además, esta iniciativa movilice otros 9.000 millones en inversiones privadas adicionales.

Este proyecto, cuyo reto es construir una industria paneuropea de baterías sólida, quiere ser un jugador importante en un mercado que –según sus cálculos– moverá 250.000 millones de euros al año en 2025. De momento, ya se han sumado más de 500 miembros de toda la cadena de valor. Entre sus participantes hay distintos actores del mundo industrial, académico y financiero, desde la minería hasta el reciclaje.

Fuente: eldiariomontanes.es