29 de mayo de 2020

PAÍSES BAJOS. Un sumidero fiscal que receta moralina a los países del Sur de Europa.

El país que no quiere ayudas para Italia y España permite montajes fiscales que vampirizan la recaudación de sus socios.
“Yo acepto lecciones de quien es virtuoso, pero de Holanda, que se ha convertido en el mayor paraíso fiscal europeo, no acepto lecciones, faltaría más. Las lecciones las acepto en alemán, no en flamenco. Alemania es cada vez más dominante. Los países del Este se están volviendo länder. Y no por vicio, sino por virtud de Alemania”.
Así de claro y rotundo se despachaba recientemente, en el periódico “La Vanguardia”, Romano Prodi, expresidente de la Comisión Europea y ex primer ministro de Italia. El tono revela el hartazgo de un europeísta convencido con respecto del Gobierno holandés, que sistemáticamente se convierte en el palo en la rueda para cualquier ayuda a los países del sur de Europa.
Estas declaraciones las hacía antes de que Angela Merkel y Emmanuel Macron, los líderes políticos de Alemania y Francia, respectivamente, hubieran alcanzado un acuerdo que ha sido el preludio del plan Next Generation EU, aprobado por la Comisión Europea este miércoles. Dicho plan tiene un presupuesto de 750.000 millones, de los que 500.000 millones serían distribuidos a fondo perdido (no hay que devolverlos) entre los países más afectados por el coronavirus.
Es un magnífico plan, del que a España tocarían 140.000 millones, con 77.324 millones en forma de subvención, pero aún falta el pequeño detalle de que para ponerlo en marcha necesita ser aprobado por unanimidad de los 27 miembros de la Unión. Aquí aparecen los países denominados frugales (Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Austria), sobre los que Alemania suele ejercer una influencia decisiva. La historia nos recuerda que los ha utilizado de ariete contra otros países en muchas ocasiones, incluso que los ha invadido en una mañana.
Los Países Bajos son siempre los más vocales de este grupo y por eso Romano Prodi ponía el foco en ellos, acusándolos de ser “el mayor paraíso fiscal de Europa”. Los números los ha puesto recientemente Tax Justice, una organización activista contra los paraísos fiscales nacida en el Reino Unido en 2002, que hace un mes publicó el informe El eje de la evasión fiscal. Ese eje está conformado por Luxemburgo, Holanda, Suiza y el Reino Unido, países a los que acusa, por ese orden, de tener un esquema tributario que ha supuesto para el resto de la UE unas pérdidas de 27.600 millones en recaudación al año solo con las multinacionales de Estados Unidos que operan en Europa.
Google nos enseña lo sencillo que es el mecanismo. La tecnológica americana tiene en Países Bajos la instrumental Google Netherlands Holding, que es una mera plataforma para recibir pagos de las filiales de Google en otros países europeos, no expresamente de la actividad de Google en Holanda. Esos abonos son en concepto de los royalties que este holding cobra a las Google de los otros países por utilizar la marca y la tecnología Google. Por tanto, es un sistema montado para que la pantalla holandesa se lleve los ingresos producto de la actividad de Google en Alemania, Francia, Italia y España, por ejemplo.
La ruta del dinero continúa a Google Ireland Holdings, que es la sociedad a la que Google USA tiene traspasados los derechos sobre sus patentes y de ahí a Bermudas, un paraíso fiscal, palmeras incluidas, de libro: territorio británico de ultramar en medio del Atlántico Norte, monitoreado por el Tío Sam. Es fácil visualizar que de ahí vuelve a California con una tributación total ridícula.
¿Para qué tanto lío? Dicho en román paladino, que diría el poeta Gonzalo de Berceo: porque así ganan más dinero aún. En Países Bajos el impuesto de sociedades es más bajo que en el resto de los países y lo que sisan a los contribuyentes se lo reparten a los accionistas.
En 2016, Google Holanda transfirió a Google Bermudas 15.900 millones de euros ganados en Europa y dos años antes otros 11.000 millones, que se sepa. Todo esto es, of course, superlegal. Los nuevos amos del universo, los GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), utilizan este sistema de manera intensiva, pero también están en el punto de mira multinacionales holandesas (Shell, Philips, Akzo Nobel), suecas (Ikea), italianas (Fiat) y de toda Europa.
El informe antes mencionado de Tax Justice señala que la tasa fiscal efectiva en Holanda para el impuesto de sociedades es del 4,9%, aunque la oficial sea del 25%.
Esa tasa tan baja justifica que empresas pantalla domiciliadas en Países Bajos hagan pasar por este país unos 200.000 millones de euros al año, de los que el 60% termina en Bermudas, según estimaciones de dicha organización.
En el fondo, nada de esto es nuevo. Países Bajos lleva trabajando la diplomacia fiscal desde mediados del siglo pasado y no ha sucedido nada. Pero todo cambia cuando vienen las crisis y faltan los recursos. Si Países Bajos recauda el 5% de esos flujos, estaría ingresando limpios 10.000 millones de euros por prestar unos códigos postales a unas 15.000 instrumentales. El problema está en que para llevarse esa cuantía estaría hurtando unos 40.000 millones a sus socios comunitarios, que desaparecen por el sumidero holandés.
Este esquema debería estar prohibido y penado. Los que lo defienden sostienen que si Países Bajos termina con esta práctica, aparecerá otro país para hacer lo mismo. Es un argumento mafioso, que debería dar vergüenza utilizar. Lo que está claro es que está en manos de los Gobiernos terminar con un sistema tan egoísta.
Esta práctica inhabilita a Países Bajos para ir por Bruselas y Estrasburgo dando lecciones de seriedad y buena gestión de las finanzas públicas y acusando al sur de sestear
   La pandemia y sus consecuencias económicas son una desgracia, mientras que levantar recaudación a los países socios es una actitud ante la vida. Que un moderado como Romano Prodi haya hecho semejantes declaraciones es un indicio claro de que el sur no está dispuesto a asumir más moralina del supremacismo económico calvinista.
Fuente: cincodias.elpais.com