A los efectos de la devaluación salarial y la
precarización laboral ocurrida durante los gobiernos de Rajoy, provocada por
las reformas laborales tras el empobrecimiento que generó el estallido de la
burbuja inmobiliaria se les ha sumado un endurecimiento de las dificultades de
acceso al empleo por la tecnificación, acelerada por la pandemia antes de haber
superado la anterior recesión y de que se superpusiera a ese escenario una
inflación, sobrevenida a consecuencia de los preparativos y posterior invasión
de Ucrania del ejército de Putin, que dificulta más si cabe la cobertura de las
necesidades básicas a los hogares de menor renta.
Varios de esos registros se encuentran
en la Encuesta de Condiciones de Vida del INE (Instituto Nacional de
Estadística), que situaba al 19,7% de los ciudadanos por debajo del umbral de
la pobreza en 2020, una tasa que empeora tanto la de 2008 como la de 2013, en
el estallido de la burbuja y cuando se tocó fondo en esa crisis, y que corta de
plano una tendencia de mejora de tres años tras dos de relativa estabilidad.
El umbral de pobreza se sitúa, según
explica el propio INE, en "el 60% de la mediana de los ingresos anuales
por unidad de consumo", es decir, en ese porcentaje de los cobros mínimos
que reciben la mitad de los españoles.
El hecho de que ese repunte se diera
en un año de en el que las rentas sufrieron un claro desplome por el parón de
la actividad da idea de la intensidad con la que la crisis pandémica azotó a
las familias, algo que ocurrió en vísperas de una escalada de precios que está
aumentando las estrecheces de esa parte de la población en especial.
Esos indicadores de la pobreza suelen
ser, como la mayoría de los índices, relativos. Aunque en este caso se ven
reforzados por otros como el que observa los problemas que las familias tienen
para llegar a fin de mes: según los datos del INE, más de la tercera parte de
las familias carece de capacidad para afrontar un gasto extraordinario de 750
euros, una situación que alcanza al 56% de los hogares monoparentales, al 44%
de los que incluyen menores o jóvenes de menos de 24 años que aun no trabajan y
al 41% de los formados por una única persona, jubilados y pensionistas en la
mayoría de los casos.
La estimación del INE sobre qué grado
de dificultades tienen los hogares para llegar a fin de mes apunta en una
dirección similar a la del umbral de la pobreza, con un 22,1% de las familias
pasando apuros y de nuevo con un aumento de ese grupo en vísperas de la escalada
inflacionista.
La tasa, que al mismo tiempo resulta
algo más de ocho y de catorce puntos inferior a las de 2008 y 2013,
respectivamente, aporta una pista sobre las diferencias en las afecciones que
provocó el comienzo la crisis pandémica, ya que el aumento del número de
hogares con dificultades coincidió con otro, mayor, de quienes no las sufren,
aunque por motivos bien distintos: insuficiencia de rentas en el primer caso y
reducción de oportunidades de consumo en el segundo.
Esas tendencias conviven con otra que
revela una reducción del margen de maniobra de los hogares para hacer frente a
imprevistos, lo que en realidad significa que su liquidez va a la baja; de
manera más acusada cuanto menor es el nivel de renta, pero al mismo tiempo con
una creciente presencia de ese factor en los estratos más pudientes.
Eso remite a los fenómenos de
desclasización que comenzaron a proliferar con el estallido de la burbuja:
amplias capas de la población descubrían con estupor que no formaban parte de
la clase media sino que eran pobres, a menudo entonces con una losa de deuda
que alejaba los horizontes de prosperidad y con frecuencia ahora descubriendo
que al sueldo cada vez le sobra más mes por el encarecimiento de la parte
básica de la cesta de la compra.
"La vivienda y la situación
económica condicionaron mucho la manera en la que cada uno vivió la
pandemia", apunta Sorando, que recuerda cómo la debilidad del mercado
laboral español, centrado en prestaciones de servicios que generan escaso valor
añadido, y la devaluación salarial iniciada la pasada década se encuentra,
junto con la precariedad laboral, en la base de "otro de los fenómenos que
ha venido para caracterizar nuestra sociedad, que es el del trabajador pobre al
que el empleo no le garantiza un nivel de vida holgado. Esa figura es un
indicador de la sociedad que está quedando después de estas crisis, aunque
algunos indicadores están mejorando como consecuencia de las subidas del
salario mínimo".
Ese fenómeno, que coincide con otro
creciente de empobrecimiento de los pensionistas, afecta ya a casi uno de cada
ocho ocupados, alrededor de dos millones y medio de personas, cuyas economías
se encuentran por debajo del umbral de la pobreza.
En este sentido, resultan
significativos los datos de la Agencia Tributaria sobre las fuentes de ingresos
de los españoles, que reducen a quince millones el número de los que en 2019
vivieron todo el año solo con su salario mientras la cifra de 3,3 que
compaginaban el sueldo y la prestación de desempleo a lo largo del año
repuntaba de nuevo para encaminarse de nuevo hacia la horquilla de 3,5 a 3,8
que caracterizó la fase dura de la crisis posterior a 2008.
Son una parte del precariado, la que
alterna el trabajo inestable con las ayudas públicas cuando sus breves e irregulares
carreras de cotización les permiten la segunda opción cuando falla la primera.
“La mayoría social se ha empobrecido”
La situación, en cualquier caso, no es
nueva ni, aunque sí se ha visto intensificada con el carrusel de crisis,
tampoco tiene su origen en el estallido de la burbuja. La cosa ya venía
fraguándose.
"Antes de la gran recesión había
ya un caldo de cultivo que se manifestaba, se estaba viendo que el sistema
económico se mantenía sobre grandes dosis de precariedad y que había
dificultades para el acceso a la vivienda, aunque el crédito lo
amortiguaba", explica Sorando.
A partir de ahí, primero cayó el
empleo precario y vinculado a la construcción mientras la espiral de deuda
crecía. "Después vino el reinicio de ciclo económico, pero con una
devaluación del sistema salarial y con recortes de servicios públicos tras las
dos reformas laborales", señala el sociólogo, que recuerda cómo, junto con
esos factores el alquiler comenzaba a actuar como "n mecanismo de
empobrecimiento" por sus elevados niveles y subidas.
En el cambio de década, "cuando
empezábamos a remontar y se dada un contexto en el que se podían asentar
factores de estabilidad llegó la pandemia, que provocó una nueva pérdida de
empleo pese a los mecanismos de protección social" y tras la que
comenzaron a acelerarse los incipientes procesos de digitalización y de
robotización, que han tenido como consecuencia la exclusión de amplios grupos
de trabajadores de baja formación y edad avanzada, entre los que se está
cronificando el paro de larga duración.
"El riesgo de reemplazo de un
trabajador por la digitalización y la robotización es mayor en los sectores de
mayor edad y, dentro de estos, entre los estratos sociales más bajos",
anota Sorando, que recuerda cómo, tras esa combinación de crisis y de vectores
de precarización y empobrecimiento, "la inflación ha cortado de nuevo la
incipiente recuperación" en una sociedad en la que, quince años después,
"la mayoría social se ha empobrecido".
EDITORIAL
Pero puede que existan otras motivaciones políticas, porque sabido es que las clases, media y baja, pagan mayoritariamente con sus impuestos los gastos sociales del Estado de bienestar de este país (80% corre por cuenta de los impuestos de las clases trabajadoras) que no es suficiente para ellos, puesto que todos estos halcones de la economía de las derechas, como vengo diciendo muchas veces, son los Robin Hood de los ricos, que todavía quieren quitar más dinero de los impuestos a trabajadores y desfavorecidos para entregárselo a las clases pudientes; con trampantojos como el de que bajar el mismo porcentaje del IRPF a todos los ciudadanos, es un reparto equitativo de cargas fiscales. En tal caso, si pusiéramos un descuento del IRPF del 10% para todos los contribuyentes, un trabajador que tuviese un salario bruto anual de 15.000€, se ahorraría unos 1.500 anuales, que en igual cantidad se restarían de los ingresos de la Arcas de Públicas, mientras que si otro contribuyente ganase 150.000€ anuales, la merma para la Hacienda Pública supondría 10 veces más, es decir unos 15.000 €, que se embolsaría el susodicho "currante". E ahí la tan cacareada igualdad del PP.
Por otra parte, viene a cuento recordar, los 250.000 millones de euros de dinero negro de ciudadanos españoles, que según instituciones nada sospechosas como la OCDE, existen en bancos extranjeros, y que a buen seguro no son de ningún proletario.
Pero si me dicen que hay que bajar otros
impuestos, como electricidad o combustibles, supongo que sabrán ustedes, los
siguiente:
(*) Los impuestos de la electricidad, ya
están rebajados, y además, ha sido prorrogada dicha rebaja.
(*) Impuestos en el precio de la gasolina
y el diésel
(Normalmente se aplican sobre el precio base en los diferentes
impuestos)
- El IVA del 21%. (se aplica sobre el precio final del
carburante). Representa aproximadamente el 18% del precio total.
- Tipo General. Es un precio fijo por litro. Podemos
referirnos a un 32% en el caso de la gasolina y del 28% en el del diésel
respecto al precio total del litro en gasolinera.
- Tipo Especial: representa una cantidad fija por
litro. Puede ser actualizada cada año en la Ley de Presupuestos Generales del
Estado. El 58% de dicha recaudación se cede a las Comunidades Autónomas.
- Tramo Autonómico del impuesto de
Hidrocarburos:
variaba entre 0 y 48 céntimos por litro, pero se llevó a cabo una armonización
del mismo. Los recursos que obtenidos por él van íntegros a las
comunidades autónomas.
Entonces, ¿a que impuestos
concretamente se refieren ustedes?
CONCLUSIÓN
En resumen, la derecha del PP, además de preferir mirar para otro lado para no ver a los desfavorecidos de este país (que alcanza casi al 20% de los españoles) son como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer.
En realidad, dicha cita de Lope de Vega en versión actual vendría a decir que, ni gobiernan ni dejan gobernar, y lo único que hacen es
sentir nostalgia del líder que botaron, y que homenajean haciendo seguidismo de
su política en general y de su fiscalidad en particular.
Y finalmente, a la duda que
repetidamente ha manifestado el señor Feijoo, respecto a que alguien se está
forrando en España con las subidas del precio de electricidad y petróleo,
por una vez y sin que sirva de precedente, debo darle la razón, pero siento decirle que son las
empresas Eléctricas y Petroleras de este país, las que se están llenando los bolsillos a manos llenas, y sus accionistas, por supuesto también; faltaría más.
Fuente: Publico.es