20 de marzo de 2022

La invasión de Ucrania, mide las fortalezas y debilidades de las alianzas entre Rusia y China

 Pekín parece que saldrá vencedora de una relación en la que Moscú será cada vez más dependiente de su vecina del este, al margen de cómo termine la invasión.

Desde que el 4 de febrero los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y de China, Xi Jinping, se reunieran en Pekín y firmaran un comunicado conjunto que elevaba la relación entre sus dos países al mayor nivel en 70 años, la segunda economía del mundo ha descrito así la amistad entre ambos gobiernos, emparejados por su deseo de forjar un frente ante el rival común, Estados Unidos. 
La guerra en Ucrania representa la primera prueba de fuego para la apuesta de China por esta amistad.

Occidente ha aumentado esta semana la presión sobre Pekín.

A los llamamientos de los los países europeos y los socios asiáticos como Singapur, para que utilice su influencia ante Moscú en un papel mediador, se han sumado las acusaciones de Washington, que sospecha que Pekín esté dispuesto a aportar ayuda económica y militar a Rusia.

La denuncia ha sido repetida el presidente de EE UU, Joe Biden, en su reunión telemática con Xi este viernes, en la que según la Casa Blanca ha reiterado “las implicaciones y consecuencias” de que China “apoye materialmente a Rusia mientras lanza ataques brutales contra ciudades y civiles ucranios”. No ha precisado qué tipo de consecuencias, o si podrían incluir sanciones contra Pekín que se sumen a las ya impuestas contra Rusia.

Pekín ha negado con contundencia que se plantee ayudar a Moscú, algo que elevaría el conflicto a niveles aún más peligrosos que ahora. Divulgar esa idea es “desinformación”, ha asegurado su Ministerio de Exteriores. En su réplica a Biden, Xi dibujaba a su país como una potencia amante de la paz al subrayar que “la crisis ucrania no es algo que nos guste ver” y que “el conflicto y la confrontación no le conviene a nadie”.

Desde el principio, China ha adoptado lo que define como una “neutralidad benévola”, una posición que desde Occidente se percibe como una ambigüedad escorada hacia Rusia. Envía señales a unos y otros con la aparente intención de evitar verse arrastrada al conflicto o graves consecuencias para su economía en momentos de crecimiento más débil. Evita calificar el ataque ruso de “invasión”, mientras se ha mostrado dispuesta a mediar en colaboración con la comunidad internacional y asegura que desempeña un “papel positivo” por la paz entre Kiev y Moscú.

La posición de China “no es tanto prorrusa como anti EE UU”, considera Alexander Gabuev, analista de las relaciones chino-rusas en el Centro Carnegie en Moscú. Pekín lee esta guerra siempre a través del prisma de su rivalidad con Estados Unidos (el gran eje geopolítico del siglo XXI) y “antepone sus intereses a absolutamente cualquier otra cosa”, explica.

Por tanto, apunta este experto, “China está diversificando sus apuestas”. De un lado, su amistad con Rusia es de “una importancia primordial”. Putin y Xi comparten una visión sobre los derechos humanos, el deseo de un nuevo orden global que les garantice un papel protagonista y el rechazo a EE UU y sus alianzas. Sus economías, intereses y áreas de influencia son casi perfectamente complementarias. Pero Pekín también pretende proteger su relación con Europa, un socio comercial más importante que Moscú y del que no desea que se alinee por completo con las posiciones de Washington. Tampoco quiere arriesgarse a que una cercanía excesiva a su socio estratégico le pueda reportar sanciones secundarias occidentales. Su idea, explica Gabuev, es “encontrar una manera de no ofender a Rusia y, al mismo tiempo, presentarse como una potencia benevolente”.

En ningún caso, ocurra lo que ocurra en la guerra o después de ella, Pekín dará la espalda a Rusia, consideran los expertos. China espera lograr grandes ventajas, tanto económicas (el 4 de febrero suscribió nuevos contratos para la compra de gas y petróleo rusos para los próximos 25 ó 30 años por 105.000 millones de euros) como en influencia en Moscú, en esta alianza de la que ya es el socio más importante.

“La capacidad de presión de China ya era grande, pero ahora es mucho más grande y lo será todavía más hacia el final del año”, cuando las sanciones occidentales ya estén haciendo todo su efecto, apunta Gabuev. Tanto si gana como si pierde la guerra, la economía rusa quedará muy debilitada. “Rusia no tendrá más remedio que vender a China su tecnología militar más sensible, y ofrecerle baratas sus materias primas, en yuanes. China podrá fijar el precio. Antes de la guerra, Moscú tenía otras opciones, pero esas opciones ahora han desaparecido”, señala.

                                                                                        EDITORIAL

Decía Chuchill que “el estadista piensa más en las próximas generaciones que en las próximas elecciones”, pero al líder ruso, según parece, no le preocupan dichas cuestiones (quizás por no sentirse concernido) puesto que ha mitad de partida, ya ha perdido las simultaneas que jugaba contra Estados Unidos, Europa y China.

Y al final de la guerra de Ucrania, que algún día acabará, Rusia estará arruinada y endeudada, y vendida al mejor postor, que no me cabe la menor duda, que China será. 

Y en mi opinión, finalmente, aunque el todopoderoso Putin salga ganando, los rusos, como siempre, saldrán perdiendo, pues, por mucha desinformación y cierre de fronteras que halla, los soldados muertos pesarán mucho en la opinión pública rusa, además del paro y el hambre, que tampoco se podrán ocultar. ¿Y que hará entonces el zar Putin, encarcelar a cien millones de sus compatriotas rusos, esclavizarlos tal vez o quizás algo peor?.

Fuente: El Pais.com