23 de septiembre de 2019

MERCADOS. Y vuelta la burra al trigo. No aprenden con las "subprime"

Las nuevas 'subprime' no son como las de antes,...,pero se parecen mucho
El BIS analiza la principal amenaza actual para los mercados. El volumen de préstamos empaquetados en CLO supera el de hipotecas basura.
La Gran Recesión empezó a incubarse cuando los bancos decidieron empaquetar en bonos las hipotecas que habían concedido a propietarios con menos solvencia para venderlos por trozos en el mercado. Y estalló cuando los impagos prendieron fuego a estos vehículos y cayeron unos detrás de otros. Ahora son los préstamos que se dan a las empresas con peor perfil de riesgo los que han tomado el relevo, lo que ha disparado las alertas sobre estos productos y la preocupación por sus consecuencias. ¿Puede repetirse el pasado?
El Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés), la institución donde se sientan los principales banqueros centrales del mundo, ha decidido dejarse de advertencias genéricas y estudiar en profundidad el grado de riesgo que se esconde en los actuales bonos que titulizan préstamos de empresas endeudadas (conocidos en la jerga como CLO, de collateralized loan obligations) y compararlos con sus predecesores, los CDO (collateralized debt obligations), que albergaban las famosas hipotecas subprime o basura.
La conclusión es clara: 
«Hay diferencias significativas entre el mercado de CLO de hoy y el de CDO previo a la Gran Recesión», pero «también hay parecidos», señala el BIS en su informe trimestral de septiembre.
La parte positiva es que los bonos de préstamos a empresas endeudadas son menos complejos y esconden menos sorpresas en su interior. Cuando se abren, lo que se encuentra son créditos a compañías con bajo ráting, pero no hay ni retitulizaciones ni CDO respaldados por otros CDO ni seguros frente a impagos en lugar de hipotecas.
A la vez, están más diversificados. La nota común de los préstamos es que las empresas a las que se han concedido tienen un grado elevado de endeudamiento, pero pertenecen a distintos sectores y geografías, lo que reduce el riesgo de que todas quiebren a la vez y se produzcan impagos, como sucedió con los CDO cuando el mercado inmobiliario estadounidense entró en crisis.
También está más claro qué parte de los CLO está en manos de los bancos y se cree que su capacidad de contagiar sus males a otros segmentos y mercados en caso de que comiencen los impagos es menor.
A partir de ahí, empiezan los parecidos «incluyendo algunos que pueden dar lugar a problemas en los mercados», destaca el informe. Entre ellos, «el deterioro de la calidad crediticia de los préstamos que respaldan los CLO, la opacidad de las exposiciones indirectas, la alta concentración de las participaciones directas de los bancos y la incierta capacidad de resistencia de los tramos más sénior» de los bonos.
Vuelta al pasado
Algunas prácticas que se hicieron tristemente famosas con las hipotecas subprime empiezan a repetirse. Igual que los bonos previos a la crisis acumularon cada vez más contratos en los que la información sobre la salud financiera del propietario brillaba por su ausencia, ahora el 80% de los préstamos que están incluidos en los bonos que se han vendido al mercado no tienen ninguna cláusula de mantenimiento ni de control sobre la marcha de la compañía, según las cifras del BIS.
Y el volumen también comienza a ser preocupante. El mercado de préstamos apalancados se ha disparado hasta alcanzar los 1,4 billones de dólares (1,27 billones de euros) en todo el mundo y, de ellos, 750.000 millones de dólares están empaquetados en CLO. Sus primos-hermanos subprime se quedaron en 640.000 millones de dólares.
Buena parte de ese pastel está en manos de los bancos. El BIS destaca que la exposición bancaria a estos vehículos es menos opaca que antes, pero no que sea limitada. Según sus cifras, la participación directa es de 250.000 millones de dólares, como mínimo.
La transparencia, sin embargo, está lejos de ser total. «Cerca del 20% de los dueños de los CLO son desconocidos», asegura el BIS. Entre los que sí se conocen, destacan los hedge funds y las aseguradoras. Eso lleva a la institución a temer por la exposición indirecta de los bancos y por los posibles daños colaterales que pueden llegarles si hay un problema en el mercado. «Los bancos pueden estar conectados con los otros inversores a través de lazos legales o reputacionales», recuerdan los expertos del BIS.
Con este análisis comparativo en la mano, las conclusiones del banco central de los bancos centrales no son del todo halagüeñas. «Aunque la coyuntura actual es menos preocupante, no se puede descartar por completo que se produzcan dificultades financieras, especialmente dada la concentración de algunas exposiciones bancarias conocidas, la incertidumbre sobre el tamaño y la distribución de las exposiciones indirectas y el auge de la financiación en el mercado tras la crisis», explica Claudio Borio, jefe del Departamento Monetario y Económico del BIS. «Además, es probable que las pérdidas en estas clases de activos, y en los préstamos apalancados en general, amplifiquen cualquier desaceleración de la economía», añade.
Fuente: Expansión.com