Las nuevas 'subprime' no son como las
de antes,...,pero se parecen mucho
El BIS analiza la principal amenaza
actual para los mercados. El volumen de préstamos empaquetados en CLO supera el
de hipotecas basura.
La Gran Recesión empezó a incubarse
cuando los bancos decidieron empaquetar en bonos las hipotecas que habían concedido
a propietarios con menos solvencia para venderlos por trozos en el mercado. Y
estalló cuando los impagos prendieron fuego a estos vehículos y cayeron unos
detrás de otros. Ahora son los préstamos que se dan a las empresas con peor
perfil de riesgo los que han tomado el relevo, lo que ha disparado las alertas
sobre estos productos y la preocupación por sus consecuencias. ¿Puede repetirse
el pasado?
El Banco de Pagos Internacionales
(BIS, por sus siglas en inglés), la institución donde se sientan los principales
banqueros centrales del mundo, ha decidido dejarse de advertencias genéricas y
estudiar en profundidad el grado de riesgo que se esconde en los actuales bonos
que titulizan préstamos de empresas endeudadas (conocidos en la jerga como CLO,
de collateralized loan obligations) y compararlos con sus predecesores, los CDO
(collateralized debt obligations), que albergaban las famosas hipotecas
subprime o basura.
La conclusión es clara:
«Hay
diferencias significativas entre el mercado de CLO de hoy y el de CDO previo a
la Gran Recesión», pero «también hay parecidos», señala el BIS en su informe
trimestral de septiembre.
La parte positiva es que los bonos de
préstamos a empresas endeudadas son menos complejos y esconden menos sorpresas
en su interior. Cuando se abren, lo que se encuentra son créditos a compañías
con bajo ráting, pero no hay ni retitulizaciones ni CDO respaldados por otros
CDO ni seguros frente a impagos en lugar de hipotecas.
A la vez, están más diversificados. La
nota común de los préstamos es que las empresas a las que se han concedido
tienen un grado elevado de endeudamiento, pero pertenecen a distintos sectores
y geografías, lo que reduce el riesgo de que todas quiebren a la vez y se
produzcan impagos, como sucedió con los CDO cuando el mercado inmobiliario
estadounidense entró en crisis.
También está más claro qué parte de
los CLO está en manos de los bancos y se cree que su capacidad de contagiar sus
males a otros segmentos y mercados en caso de que comiencen los impagos es
menor.
A partir de ahí, empiezan los
parecidos «incluyendo algunos que pueden dar lugar a problemas en los
mercados», destaca el informe. Entre ellos, «el deterioro de la calidad
crediticia de los préstamos que respaldan los CLO, la opacidad de las
exposiciones indirectas, la alta concentración de las participaciones directas
de los bancos y la incierta capacidad de resistencia de los tramos más sénior»
de los bonos.
Vuelta al pasado
Algunas prácticas que se hicieron
tristemente famosas con las hipotecas subprime empiezan a repetirse. Igual que
los bonos previos a la crisis acumularon cada vez más contratos en los que la
información sobre la salud financiera del propietario brillaba por su ausencia,
ahora el 80% de los préstamos que están incluidos en los bonos que se han
vendido al mercado no tienen ninguna cláusula de mantenimiento ni de control
sobre la marcha de la compañía, según las cifras del BIS.
Y el volumen también comienza a ser
preocupante. El mercado de préstamos apalancados se ha disparado hasta alcanzar
los 1,4 billones de dólares (1,27 billones de euros) en todo el mundo y, de
ellos, 750.000 millones de dólares están empaquetados en CLO. Sus
primos-hermanos subprime se quedaron en 640.000 millones de dólares.
Buena parte de ese pastel está en
manos de los bancos. El BIS destaca que la exposición bancaria a estos
vehículos es menos opaca que antes, pero no que sea limitada. Según sus cifras,
la participación directa es de 250.000 millones de dólares, como mínimo.
La transparencia, sin embargo, está
lejos de ser total. «Cerca del 20% de los dueños de los CLO son desconocidos»,
asegura el BIS. Entre los que sí se conocen, destacan los hedge funds y las
aseguradoras. Eso lleva a la institución a temer por la exposición indirecta de
los bancos y por los posibles daños colaterales que pueden llegarles si hay un
problema en el mercado. «Los bancos pueden estar conectados con los otros
inversores a través de lazos legales o reputacionales», recuerdan los expertos
del BIS.
Con este análisis comparativo en la
mano, las conclusiones del banco central de los bancos centrales no son del
todo halagüeñas. «Aunque la coyuntura actual es menos preocupante, no se puede
descartar por completo que se produzcan dificultades financieras, especialmente
dada la concentración de algunas exposiciones bancarias conocidas, la
incertidumbre sobre el tamaño y la distribución de las exposiciones indirectas
y el auge de la financiación en el mercado tras la crisis», explica Claudio
Borio, jefe del Departamento Monetario y Económico del BIS. «Además, es
probable que las pérdidas en estas clases de activos, y en los préstamos
apalancados en general, amplifiquen cualquier desaceleración de la economía»,
añade.
Fuente: Expansión.com